martes, 13 de noviembre de 2007

Editorial del día


UNA GRAN MAYORIA PIDE QUE EL 11-M NO SEA UN 'CASO CERRADO'


Por mucho que se esfuercen el Gobierno, el PSOE y sus medios de comunicación adictos, el 11-M no es un «caso cerrado» para la inmensa mayoría de los españoles. Así lo prueba el resultado del sondeo que hoy divulgamos. No es, desde luego, normal que, después de tres años y medio de instrucción, un macrojuicio y seiscientos folios de sentencia, un 73% de los ciudadanos pidan que la Justicia siga investigando y un 60% -aquí se descuelga algo más de la mitad de los votantes de izquierdas- que lo haga la prensa.

La explicación llega en las respuestas a otras preguntas clave. Un 55% -incluido el 41% de los que se identifican con el PSOE e IU- considera que «no ha quedado claro quiénes fueron los cerebros o autores intelectuales del atentado», y nada menos que un 40,6% -incluida una cuarta parte de los votantes socialistas- estima que tampoco ha quedado claro «quiénes fueron los autores materiales del atentado». Este último dato -alentado sobre todo por el escepticismo de dos de cada tres votantes del PP- produce una cierta sorpresa, sobre todo si se tiene en cuenta el impresionante impacto mediático de una sentencia resumida, y en cierto modo manipulada en directo ante las cámaras para enfatizar las pruebas de convicción contra los condenados.

De hecho, esa sensación de que queda una parte importante de la verdad por descubrir es compatible con una valoración más positiva que negativa de la sentencia. Aunque sólo un 6,8% parece coincidir con ese «muy bien» que -en una prueba más del pluralismo de nuestro periódico, a ver si otros pueden decir lo mismo- le otorga hoy en estas páginas el profesor Gimbernat, a un 33,7% le ha parecido «bien», a un 31,8% -con el que nos identificamos- le ha parecido «regular» y sólo a un 20,5% «mal» o «muy mal». Quizá la explicación de esta aparente contradicción resida en que una parte de ese 40,6% considere que, además de los condenados, quedan otros autores materiales por descubrir, pero es obvio que otra parte sigue sin creer la propia atribución de la autoría a los suicidas de Leganés, Jamal Zougam y Emilio Suárez Trashorras. Sin embargo, y en este punto acierta Enrique Gimbernat, «el relato de la sentencia es la única explicación razonada y razonable -al menos al día de hoy- de cómo tuvo lugar la matanza».

El hecho de que haya casi el doble de escépticos sobre la propia autoría material que de críticos con la sentencia indica que existe una opinión ilustrada que es muy consciente de que el tribunal estaba condicionado y constreñido por la instrucción. Sin restos suficientes de los focos de las explosiones era imposible determinar con «absoluta certeza» lo que estalló en los trenes, y no deja de ser comprensible que el descuadre de la nitroglicerina y el DNT o las dudas sobre la procedencia de la mochila de Vallecas hayan sido soslayadas en beneficio de la única teoría que la Policía y la Fiscalía habían logrado, mal que bien, cuadrar.

Lo que es un sarcasmo es escuchar al alcade de Madrid -precisamente al alcalde de Madrid- calificar ahora de «ejemplar» esa «instrucción». Si hubiera sido así, no habría casi cuatro de cada cinco españoles demandando nuevas pesquisas. En las piezas separadas que Juan del Olmo mantiene abiertas puede residir la esperanza más concreta de que eso suceda ahora. Sobre todo si este juez obtiene la plaza que ha solicitado en Murcia y la Fiscalía designa a alguien más competente y menos ofuscado que Olga Sánchez para colaborar con quien le sustituya.

E.M.

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