miércoles, 9 de marzo de 2016

Los muertos vivientes.



Al hijo de Adolfo Suárez le reconozco autoridad cuando habla de su padre, no cuando habla del político que era su padre.

Su tercera del lunes en ABC es infumable. Suárez Illana nunca fue una lumbrera, pero su servilismo ante Rajoy en ese artículo indica que tampoco sabe elegir donde buscar apoyos. Debiera dejar tranquilos a los muertos.

Nadie ha pretendido ser el heredero de su padre, pero todos somos sus herederos políticos por mucho que implícitamente él quiera administrar su herencia política y regalar tal herencia a quien no tiene nada que ver con ella. Lo único que tienen en común ambos es que ni su padre resucitará ni Rajoy tampoco.

Lo que me hace una gracia tremenda es que desde el PP se le aplauda cuando en el PP se está haciendo todo lo contrario que hizo su padre. Pero, claro, se le aplaude porque es del PP y usa la memoria de su padre arrimando el ascua a esa sardina. Su bajo perfil político se basa solamente en que es hijo de Suárez, por eso el artículo en lugar de honor en ABC, y lo usa para intentar medrar en el PP tratando de aportar ese supuesto mérito al partido. Nadie más que él ha intentado aprovechar ni apropiarse de la memoria de su padre, es mentira.

Se ha citado el espíritu de la Transición, y su papel y actitud en la misma, para pedir que se repita para salir de la situación actual; y se cita porque en ese aspecto Suárez es un patrimonio de la democracia española, es decir, de todos. Usarlo para atacar a alguien como se está haciendo para atacar a Rivera es absolutamente indigno, y es lo que implícitamente hace el artículo, y lo que se se está haciendo descaradamente desde el PP, con contadas pero significativas excepciones, por orden expresa de arriba.

El PP se quiere apropiar de todo con tal de salvar al zombie Mariano; desde los que han votado a Ciudadanos, cuyos votos consideran suyos, pasando por el Rey, del que quieren que haga lo que les conviene y si no lo atacan, de la Transición haciendo lo contrario que se hizo en ella, hasta de la masa de votantes españoles, a los que descalifican por no haber votado a su líder y hacen culpables de la situación en la que estamos como consecuencia de las desastrosas estrategias trazadas desde la cúpula de su partido.

Una esquizofrenia colectiva que les está impidiendo ver que van de cabeza a enterrarse junto a su faraón, a quien cada vez le queda menos y que ya ha despreciado demasiadas oportunidades de irse con honor y por la puerta grande. Al final saldrá por la puerta de atrás; pero salir, sale. Y a ver qué dicen entonces sus apologetas.

Y a ver qué dicen también a los amigos que han dejado por el camino en su descerebrada huida hacia adelante con un sectarismo raras veces visto más que en movimientos extremistas y excluyentes. La historia reciente recuerda que esas actitudes son indiciarias de los últimos estertores de partidos desnortados a punto de descomponerse. O el PP se refunda y cambia radicalmente de estrategias, dirigentes y actitudes, o habrá otro muerto más al que dedicar elegías: el propio partido. Al retrasar sine díe el congreso que decida sobre ello no hace más que cavar su propia tumba.

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