domingo, 13 de marzo de 2016

Sopa de letras


El PSOE no se atreve a desembarazarse de Sánchez a pesar de que éste ya se enfrenta descaradamente a lo que la Ejecutiva le dijo y toma el voto del militante como un salvaconducto para pactar un gobierno con Podemos. El que aritméticamente no sea posible parece no afectarle en su obsesiva carrera hacia la Moncloa.

Desde el PP ya se ha llegado a decir que "el PP sin Rajoy se convertiría en un campo de batalla". Mal legado de un responsable de un partido el que sin él el partido no sea nada, pero es lo que este PP ha permitido y buscado.

Esos egos son un freno tremendo para conseguir lo que sería lógico en cualquier otra parte, y a eso hay que sumarle que Sánchez considera al PSOE un partido de izquierdas sobre cualquier otra consideración, y que por tanto "ideológicamente" está mucho más cerca de Podemos que de Ciudadanos o PP. Lo que evidencia que la socialdemocracia ha muerto y resucita el marxismo que eliminó González de la ideología del partido. Pero aún es más grave lo que ya parece esquizofrenia; mientras dice lo de la izquierda, habla de que lo que él propugna es la unión de quienes están por el cambio al margen de izquierdas y derechas, pero ese cambio es que no esté la derecha. ¿Cómo se come eso? Pues porque necesita el sillón presidencial antes del Congreso del partido si no quiere quedarse sin lo uno ni lo otro.

Estas dos descerebrados enroques de los partidos mayoritarios no parecen otra cosa que táctica electoralista, por lo que ciertamente hoy se está apostando fuerte por la repetición de elecciones. Pero, repito, es táctica, no estrategia -y en el caso de Sánchez, necesidad-, por lo que puede buscarse todo lo contrario haciendo ver que unas nuevas elecciones no sólo no aclararían la situación sino que podría empeorarla. Ese riesgo podría hacer que los partidos encabezados por egos excluyentes abrieran los ojos y decidieran desembarazarse de esos egos que los están anulando como partidos.

Ese paso parece ser condición "sine qua non" para avanzar en acuerdos que permitan esa gran coalición que objetivamente parece ser lo más beneficioso para no ir hacia atrás diciendo que se progresa. Eso sí sería un cambio y no el que dice Sánchez, que sólo se limita a cambiar el sillón de la Moncloa. Y un cambio que desterraría de una vez el guerracivilismo insensato que nos tiene bloqueados demasiados años. La derecha es tan o tan poco democrática como la izquierda. Y desde luego, en sus extremos ninguna de las dos lo es. Lo que sucede es que aquí en el arco parlamentario sólo está presente un extremo.

Así que todo dependerá del Congreso del PSOE y de si Susana Díaz da por fin el salto y se decide a presentar su candidatura, cosa que no parece improbable visto el giro a la izquierda al que Sánchez no sólo no hace ascos sino que dice preferir sin reservas. Puede que si gana Susana al final ese gobierno de coalición sea una realidad, aunque también puede que ante esa obviedad el PSOE se desprenda antes de Sánchez, Rajoy se baje del burro y la jugada acabe como estaba prevista y tengamos eso sin necesitar esas elecciones que nadie quiere ni tiene finanzas para afrontar.

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