viernes, 12 de julio de 2013

El fascismo es socialista.

Nicola Bombacci. La historia de un comunista que se adhirió al fascismo

Presentamos en este hilo al inigualable Nicola Bombacci, el que fue una de las mayores figuras del comunismo italiano, siendo fundador junto a Gramsci del Partido Comunista Italiano (PCI), amigo personal de Lenin y admirador de la revolución bolchevique. Era conocido por las capas burguesas italianas bajo el apodo de “El Papa Rojo”, debido a sus incendiarias proclamas contra la burguesía que asolaba la Italia de entonces.

Una vez analizada la figura de quien se va a fundamentar el objetivo del hilo, vamos a repasar algo sobre su vida y de cómo uno de los máximos exponentes del comunismo italiano viviera sus últimos días junto a Benito Mussolini.

Nicola Bombacci nació en el seno de una familia católica de la Romagna, un 24 de Octubre de 1879. Ingresó en un seminario, pero tras la muerte de su padre lo abandonó.

En 1903 ingresa en el Partido Socialista Italiano y empieza a estudiar para profesor, ya que su vocación socialista le instaba a ayudar a las clases más desfavorecidas pero de forma temprana su espíritu le llevará a dedicarse exclusivamente a la revolución socialista. Su entereza, su carisma y sus aptitudes le llevarán a ser Secretario del Comité Central del partido y diputado, donde conocerá nada más y nada menos que a Benito Mussolini.

En oposición a los socialdemócratas, que representaban la línea más moderada del partido, fundará como respuesta junto a Gramsci el Partido Comunista Italiano (PCI), y viajará durante los años 20 a la URSS con ánimo de empaparse de la experiencia que la revolución bolchevique estaba dando al mundo y a la historia. En Rusia conoce a Lenin y pronto establece una amistad con él, el cual le diría en una recepción en el Kremlin aquellas famosas palabras acerca de Mussolini: “En Italia, compañeros, en Italia sólo había un socialista capaz de guiar al pueblo hacia la revolución, Benito Mussolini”.

Debido a su fundamental papel como principal representante del comunismo italiano, se gana la oposición de la burguesía italiana, que pronto comienzan a apodarle como “El Papa Rojo”. En esta época coincide el ascenso del fascismo, cuyos escuadristas se enfrentan a la violencia propagada por los comunistas. De esta forma Nicola Bombacci reconoce la misión de detener el ascenso del fascismo, y escribe en sus periódicos la necesidad de defender a toda costa la revolución comunista frente a la revolución fascista.

Es una época en la que los escuadristas de camisa negra cantan canciones irreverentes como:
“No tengo miedo de Bombacci / … con la barba de Bombacci haremos pazzolini / para abrillantar la calva de Benito Mussolini”

Es en esta misma etapa en la que Bombacci empieza a discernir con sus compañeros de partido, siendo la decisión entre nacionalismo e internacionalismo una de las principales cuestiones. Bombacci se decanta por el nacionalismo, al contrario que sus compañeros.

En el año 1922 los fascistas marchan sobre la capital del Tíber, y Bombacci dados sus altos cargos en el partido viaja con frecuencia, estando presente en el IV Congreso de la Internacional Comunista en representación de Italia, así como en el Comité de acción antifascista, y son continuas sus entrevistas con altos cargos bolcheviques. Se convierte de esta manera en un ferviente defensor de la URSS en su partido, proclamando discursos con cierto carácter nacional-revolucionario que incomodaba en cierta manera a los compañeros de partido, los cuales no dudan en tildarlo de traidor a la causa comunista, y le piden que se retracte, ya que no comprenden que un comunista no reniegue de su patria.

De esta manera Nicola Bombacci se verá apartado de forma progresiva de las líneas centrales del partido, viéndose marginado y condenado al ostracismo político. A pesar de ello seguirá manteniendo contacto con ciertos bolcheviques rusos y la propia embajada rusa, debido a su profunda admiración hacia la revolución bolchevique y a sus promotores, que los consideraba como un ejemplo a seguir en cuanto al amor a la patria y el carácter nacional que a la revolución se le otorgaba. Es expulsado definitivamente del partido en 1927. Tras su expulsión, Bombacci, sin renegar en su empeño por la revolución socialista, pasa a unos años de silencio que se prolongarán hasta 1936 cuando lanzará su editorial y revista homónima bautizada La Veritá (La Verdad).

Es durante esos años de silencio en los que Bombacci vivirá un proceso lento en el que cada vez más ve en Mussolini al auténtico héroe socialista. Se siente acogido por el “ala izquierdista” del fascismo, donde ve proyectadas todas sus proclamas revolucionarias y socialistas en el corporativismo y en las leyes sociales fascistas, a las que otorgará el más puro significado de su ideal socialista, a lo que se referirá al respecto: “todo postulado es un programa del socialismo” en 1928. Cabe indicar que Bombacci no se pasa al fascismo, sino que valora y admira la obra propugnada por Mussolini, no adhiriéndose en ningún momento al Partido Fascista, ni tampoco se dejó conquistar por los cargos que Mussolini le ofreció, así como nunca renegó de sus origenes puramente comunistas.

Vio en el corporativismo el mayor enfoque hacia la revolución socialista, y le otorgó en este sentido un significado mayor que al comunismo, considerándolo como el verdadero socialismo puesto en práctica. Aún así no olvidó sus orígenes comunistas, y en 1936 en la revista La Verità confesó su adhesión a la causa fascista, pero también al comunismo:

“El fascismo ha hecho una grandiosa revolución social, Mussolini y Lenin. Soviet y Estado Fascista corporativo, Roma y Moscú. Mucho tuvimos que rectificar, nada de que hacernos perdonar, pues hoy como ayer nos mueve el mismo ideal: el triunfo del trabajo”

Influye con asiduidad en Mussolini, a quién propondría un programa económico basado en la autarquía como modelo para hacer de Italia un país independiente y enfrentarse de esta manera a las naciones capitalistas y plutocráticas. Por ello apoya decididamente la intervención en Etiopía en 1935, pero no como una campaña colonial, sino como preludio del enfrentamiento entre los países “proletarios” (entre los que estaría la Italia Fascista) y los “capitalistas” que irremediablemente deberá llegar, esa “revolución mundial que reestablecerá el equilibrio mundial”. La acción italiana sería una “típica e inconfundible conquista proletaria” destinada a derrotar a las potencias capitalistas y cuya experiencia “deberá ser asumida como un dato fundamental para la redención de las gentes de color, aún bajo la opresión del capitalismo más terrible”.

Entre los años 1936 y 1943 su editorial se declara en ruina económica, pero a pesar de las ayudas ofrecidas por Mussolini jamás quiso perder su estatus de independencia, aunque en ocasiones deba aceptar subvenciones del Ministerio de Cultura Popular.

En esta etapa pasa por una profunda reflexión de su pasado y sus errores, y comenzará una serie de ataques a la URSS, a la que se referirá expresamente que “nosotros proclamamos con la conciencia limpia que la Rusia bolchevique de Stalin ha devenido en una colonia del capitalismo masónico-hebraico-internacional...”. La alusión antisemita no es nueva en Bombacci, ni en los teóricos socialistas de principios de siglo, pues no debemos olvidar que el antisemitismo judío encarnaba la figura del odiado capitalista, y no como componente racial. Catalogará así a Stalin de traidor a la causa socialista y a la revolución, y destripará las condiciones reales del “paraíso” comunista en la URSS, así como sus medidas adoptadas por éste para destruir todos los logros del socialismo leninista. En 1943 resumía su posición al respecto:

"¿Cuáles de las dos revoluciones, la fascista o la bolchevique, hará época en el siglo XX y quedará en la historia como creadora de un orden nuevo de valores sociales y mundiales?.
¿Cuáles de las dos revoluciones ha resuelto el problema agrario interpretando verdaderamente los deseos y aspiraciones de los campesinos y los intereses económicos y sociales de la colectividad nacional?.
... ¡Roma ha vencido!
... Moscú materialista semi-bárbara, con un capitalismo totalitario de Estado-patrono, quiere unirse a marchas forzadas (planes quinquenales), llevando a la miseria más negra a sus ciudadanos, a la industrialización existente en los países que durante el siglo XIX siguieron un proceso de régimen capitalista burgués. Moscú completa la fase capitalista.
... Roma es bien otra cosa.
... Moscú, con la reforma de Stalin, se retrata institucionalmente al nivel de cualquier Estado burgués parlamentario. Económicamente hay una diferencia sustancial, porque, mientras en los Estados burgueses el gobierno está formando por delegados de la clase capitalista, el gobierno está en mano de la burocracia bolchevique, una nueva clase que en realidad es peor que esa clase capitalista porque sin control alguno dispone del trabajo, de la producción y de la vida de los ciudadanos."

Tras la caída del estado fascista, Mussolini reúne a sus más fieles, casi ninguno de alto rango, que aún creen en la revolución fascista y proclama la República Social Italiana. Nicola Bombacci se declarará fiel a Mussolini y firmará su compromiso real a la República Social, viendo en ella una esperanza para llevar a cabo su sueño de una revolución que otorgue a los trabajadores de un auténtico socialismo. Como Bombacci se le unen otros conocidos intelectuales de izquierda al nuevo gobierno como Cario Silvestri (diputado socialista después de la guerra defensor de la memoria del Duce), Edmondo Cione (filósofo socialista que será autorizado a crear un partido socialista aparte del Partido Fascista Republicano), etc.

“Estoy hoy más que ayer totalmente con usted”, le confesó Bombacci a Mussolini, “la vil traición del rey Badoglio ha traído por todos lados la ruina y el deshonor de Italia pero le ha liberado de todos los compromisos pluto-monárquicos del 22.
Hoy el camino está libre y a mi juicio se puede sólo recorrer al resguardo socialista. Ante todo: la victoria de las armas.
Pero para asegurar la victoria debe tener la adhesión de la masa obrera. ¿Cómo? Con hechos decisivos y radicales en el sector económico-productivo sindical...
Siempre a sus órdenes con el gran afecto de treinta años ya.”

Se inicia en la República Social Italiana un proceso denominado como de “socialización”, consistente en la promulgación de leyes claramente de inspiración socialista, en cuanto a la creación de sindicatos, cogestión de las empresas, distribución de beneficios, nacionalización de los sectores industriales de importancia. Todo ello se verá plasmado en el Manifiesto de Verona, un documento de gran importancia que será propuesto por Mussolini y Bombacci.

Viajará al norte y se reinstalará cerca de su amigo Walter Mocchi, otro veterano dirigente comunista convertido al fascismo mussoliniano que trabaja para el Ministerio de Cultura Popular. En esta etapa Bombacci tampoco aceptará ningún sueldo ni tampoco prebendas (sólo a principios de 1945 aparecerá su nombre en una lista de propuestas de nóminas del ministerio de Economía o como Jefe de la Confederación Única del Trabajo y de la Técnica).

Bombacci propone la creación de comités sindicales, abiertos a no militantes fascistas, elecciones sindicales libres, viajará a lo largo de las fábricas del industrializado norte (Milán-Turín) explicando la revolución social del nuevo régimen y el porqué de su adhesión. Escribirá el 22 de Diciembre de 1944 al Duce:

“He hablado una hora y treinta minutos en un teatro entregado y entusiasta... la platea, compuesta en la mayor parte por obreros ha vibrado gritando: Sí, queremos combatir por Italia, por la república, por la socialización... por la mañana he visitado la Mondadori, ya socializada, he hablado con los obreros que forman parte del Consejo de Gestión que he encontrado lleno de entusiasmo y comprensión de esta nuestra misión.”

Pero Mussolini asume la derrota de Italia en la guerra, y propone la entrega del poder a los socialistas, integrados en el Comité Nacional de Liberación, antes que a los dirigentes derechistas del sur.

En los últimos meses de la RSI, Bombacci no desistió en la misión de seguir atrayendo a las masas populares y explicarles en qué consistía la socialización, un paso revolucionario sin igual en el mundo el cual más se acercaba a la causa socialista.

A finales de 1944 se publicaba un opúsculo titulado “Esto es el bolchevismo”, reproducido en el periódico Crociata Itálica en marzo de 1945, Bombacci insiste en las críticas hacia las desviaciones estalinistas del comunismo real que ha destruido el verdadero sindicalismo revolucionario en Europa con las injerencias rusas.

Nicola Bombacci se quedará hasta el final con Mussolini, a pesar de que todo estuviera ya perdido, y proféticamente habla de ello a sus obreros en una de sus últimas apariciones públicas, el 14 de Marzo de 1945:

“Hermanos de fe y de lucha... yo no he renegado a mis ideales por los cuales he luchado y por los que, si Dios me concede de vivir aún más, lucharé siempre. Pero ahora me encuentro en las filas de los colores que militan en la República Social Italiana, y he venido otra vez porque ahora que si va en serio y es verdaderamente decisivo reivindicar los derechos de los obreros...”

Finalmente es atrapado por un grupo de partisanos comunistas, y la mañana del 28 de Abril era puesto contra el paredón en Dongo, al norte del país, a su lado Barracu, un valeroso excombatiente, mutilado de guerra; Pavolini, el poeta-secretario del partido; Valerio Zerbino, un intelectual, Coppola, otro pensador. Todos gritan ante el pelotón que los asesina “¡Viva Italia!” mientras y no deja de ser una paradoja, fiel reflejo de la controvertida personalidad de Nicola Bombacci, que éste, mientras caía su cuerpo acribillado por las balas de los comunistas, gritase: “¡Viva el Socialismo!”