lunes, 26 de marzo de 2018

Wifredo «El Velloso», el cuento.


La historia del noble Wifredo «El Velloso» ha sido retorcida por los nacionalistas catalanes para otorgarle un papel protagonista en la mitológica fundación de la nación catalana. Sin embargo, Wifredo «El Velloso», el último Conde de Barcelona designado por un Rey franco, simplemente se aprovechó de la crisis del imperio para concentrar el máximo número de títulos, pero desde luego no albergaba ningún sentimiento nacionalista ni siquiera buscó desvincularse del Imperio carolingio. De hecho, el título de conde de Barcelona cayó en sus manos precisamente por tomar partido a favor de Carlos «El Calvo»en contra de la nobleza local. Tampoco es cierto el relato de que la bandera de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo –hoy bandera vinculada a las regiones herederas de la Corona de Aragón– fuera creada por «El Velloso».
Tras el colapso de la Hispania Visigoda –que se extendía por prácticamente toda la Península Ibérica– y la invasión musulmana en el año 718, el Imperio carolingio estableció una marca defensiva como frontera meridional con Al-Ándalus. Esto supuso la ocupación por los francos durante el último cuarto del siglo VIII de las actuales comarcas pirenaicas, de Gerona y, en el 801, de Barcelona. Este antiguo territorio visigodo se organizó políticamente en diferentes condados dependientes directamente del rey franco.

Wifredo «El Velloso», un aliado de Carlos «El Calvo»

Conforme el poder central del Imperio se debilitaba en el siglo X, los condados catalanes, que estaban vertebrados por Barcelona, Gerona y Osona, fueron progresivamente desvinculándose del poder de los francos. En el año 987, el conde Borrell II fue el primero en no prestar juramento al monarca de la dinastía de los Capetos, pero se sometió en vasallaje al poderoso Califato de Córdoba. En este punto, las leyendas nacionalistas sitúan erróneamente al noble Wifredo «El Velloso» –el último conde de Barcelona designado por la monarquía franca– como el artífice, no ya de la independencia de los condados catalanes sino también del nacimiento de Cataluña y sus símbolos.



Como hicieron los cronistas castellanos con «El Cid Campeador», los nacionalistas catalanes recurrieron a un personaje real, que debió gozar de gran importancia en su tiempo pero del que se conocen pocos datos históricos, para moldear su biografía y cubrir los grandes huecos con datos legendarios. Wilfredo pertenecía a un linaje hispanogodo de la región de Carcasona (la mitología catalana fija su nacimiento en la inmediaciones de Prades, en el condado de Conflent, actualmente en el Rosellón francés). En el año 873 heredó el Condado de Urgel tradicionalmente en manos de su familia. Aprovechando la fallida rebelión del Conde de Barcelona Bernardo de Gothia contra Carlos «El Calvo», la fidelidad de Wilfredo hacia el monarca le hizo ganarse como premio el resto de condados. El noble fue el primero en aglutinar a la vez todos los títulos de los condados catalanes, siendo el fundador de la dinastía de la Casa de Barcelona.
Sin embargo, Wifredo «El Velloso», que había recibido los títulos por mediación de los francos, no buscó nunca la independencia de los condados y, por supuesto, no configuró ninguna nación catalana ni nada parecido. Fue con la Capitular de Quierz –promulgada el 14 de junio de 877 por Carlos «El Calvo»– cuando se sembró el auténtico germen de la separación de los condados catalanes del Imperio carolingio. Esta orden real estableció la heredabilidad de los honores otorgados por la corona. Es decir, que a la muerte de Wifredo «el Velloso» sus títulos pasaron a sus hijos sin que fuera necesario que el Emperador del declinante Imperio carolingio eligiera al sucesor.
Lo cual no significa que se pueda hablar desde ese momento de una entidad propia y unitaria en la región catalana. En 897, a la muerte de su padre, Wifredo II Borrell se hizo cargo conjuntamente con sus hermanos Sunifredo y Miró, de los condados paternos, reservándose para él el gobierno de los condados principales, Barcelona, Gerona y Osona. No en vano, llegado el momento Wifredo Borrell viajó a Francia para rendir tributo al nuevo rey, Carlos «El Simple», donde fue investido oficialmente como conde en 899. Hubo que esperar más de un siglo más para ver la completa desvinculación de los condes de Barcelona, que terminaron aglutinando todos los títulos nobiliarios catalanes bajo una misma persona, con respecto la Corona franca.

La falsa leyenda del origen de la bandera

La falsa idea de que Wifredo «El Velloso» fue el artífice no ya de la independencia de los condados catalanes sino del nacimiento de Cataluña fue popularizada durante «la Renaixença», en el siglo XIX, por el dramaturgo Serafí Pitarra, a través de su frase «Fills de Guifré el Pilós, això vol dir catalans» («Hijos de Wifredo el Velloso, esto quiere decir catalanes»). Una lectura con más literatura que historia, como suele ocurrir con los relatos nacidos al abrigo del romanticismo.
Otro mito vinculado a Wifredo es el origen de la bandera de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, que, en realidad, no fue usada por los Condados hasta la unión con Aragón. Según una leyenda recogida por una crónica castellana de 1492, Wifredo «El Velloso» acudió a ayudar al emperador, posiblemente a Carlos «El Calvo», durante una batalla contra los normandos. El Emperador dibujó con la sangre del noble catalán, herido en combate, cuatro barras rojas en el escudo dorado, pronunciando las célebres palabras: «Estas serán vuestras armas, conde». La historia, sin embargo, está copiada de un pasaje de la toma de Córdoba por Fernando III, donde se dice que el Rey castellano quiso premiar la valentía de uno de los caballeros empapando los dedos en la sangre del herido y dibujando en su escudo tres fajas rojas.
En realidad, el escudo de las cuatro barras probablemente lo empezó a utilizar el conde Ramón Berenguer IV, después de la unión dinástica del condado de Barcelona con el reino de Aragón, siendo el símbolo oficial del linaje a partir de su hijo, el Rey Alfonso II de Aragón.

Y aquí el cuento producido para que TV3 encandile a incautos a base de desmontar leyendas inocuas para hacerse creíble a la hora de montar sutilmente la leyenda nacionalista que subyace en la serie: