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lunes, 4 de febrero de 2008

La histeria del PSOE y medios afines.

La Iglesia puede decir lo que le dé la gana decir, estamos en democracia. A quien no le guste que no lo oiga, y quien no crea en ello que no haga caso.

Estos que incluso hablan de que la Iglesia puede declarar una "guerra" contra el gobierno lo que debería de hacer es cuidarse de quienes ya nos la tienen declarada y acaban de apoyar sin tapujos al PSOE y atacar al PP, nombrándolos a ambos. Es lo que ha hecho la Junta Islámica financiada por el Gobierno con 100.000 € el año pasado, y no veo a nadie protestar por ello.

El problema es que estos que así se comportan no sólo no respetan la democracia, sino que ignoran lo que es. Es en democracia donde se puede y se debe criticar al Gobierno y al poder, incluidas las leyes; criticar a la oposición está chupado. ¡Hasta en Cuba se hace!

Y cualquier religión puede dar los parámetros éticos y morales a sus creyentes que estime necesario. Pero en este caso lo más sorprendente es que el PSOE se haya dado por aludido con lo que la Iglesia ha dicho sobre que un católico no debe votar a quienes dan carta de naturaleza política al terrorismo y negocia de política con él, ¿no dicen que no van a negociar con ETA? ¿Entonces porqué se dan por aludidos si la Iglesia no ha mencionado ninguna sigla? ¿Porqué, si siguen diciendo que no han negociado de política?

Es el cinismo, la hipocresía y la mentira llevadas hasta el extremo; además de la evidente busca del voto de la extrema izquierda.

miércoles, 2 de enero de 2008

La histeria del PSOE y medios afines.

Están de los nervios.

Tanto el PSOE como su órgano de propaganda El País -¿o es al revés?- se han lanzado de forma desaforada contra la Iglesia y su acto de defensa de la familia tradicional en la calle. Tanta gente clamando porque se la escuche es algo que tienen que desacreditar a toda velocidad. Es la técnica totalitaria de siempre, la misma de Chávez en Venezuela.

Los argumentos esgrimidos son tan falaces como los que esgrimía la Unión Soviética y satélites para prohibir la práctica de la religión. Cuando dicen que la sociedad es la única que puede regular legalmente los diversos aspectos de la vida, caen en su propia contradicción: los que estuvieron en dicho acto multitudinario y a los que se dirigió el Papa -cosa que obvian estos nerviosos exaltados- forman parte de la sociedad, no son marcianos.

El patético intento de catalogarlos de extrema derecha ya ha fracasado, ahora se les intenta desprestigiar diciendo que son del PP. Y si así fuera, ¿qué? ¿Acaso el PP es un partido ilegal? La estrategia no es otra que la de intentar movilizar a la extrema izquierda para que vote PSOE; porque si fuese verdad que el PP pone a dos millones de personas en la calle, ya pueden ponerse a temblar en el PSOE. Y ya quisiera Rajoy que así fuese. Esa movilización no se hizo por razones políticas sino por razones éticas y morales.

Pero no es así, no. El PP se ha empeñado en arañar votos al PSOE y movilizar el voto de centro, lo que es lo mismo que decir que quiere movilizar a los indecisos, a los de ni chicha ni limoná. No es ese su electorado natural. A quienes tienen que movilizar es a la derecha y a los liberales, quienes pueden votarles como mal menor. Pero esos votantes son críticos y exigentes. Y no están muy de acuerdo con el sistema, y menos aún con las leyes electorales y la partitocracia existente. No es con un descafeinado con lo que aceptarán la invitación a merendar.

Es cierto que en la Iglesia existen movimientos cuasi integristas como puede ser el Neocatecumenal de Kiko Argüello -apoyado por el Cardenal Rouco y el presidente de la Conferencia Episcopal- pero también lo es que los propios católicos tienen conciencia de ello y el mismo Papa les ha intentado frenar con unas recomendaciones de cambios para las que les dió un plazo de dos años. Aún existen muchas comunidades en muchas parroquias en donde estas recomendaciones pastorales no se han adoptado. Su excusa de que a Cristo también se le persiguió no parece muy coherente si se aplica a que la supuesta persecución parte de la propia cátedra de Pedro. Quizá por ello el Papa aún no ha dado vía libre oficialmente a dicha congregación. ¿Tendrá algo que ver la participación activa de su líder en la convocatoria para hacer valer su peso e influencia?

En cualquier caso, la existencia de estos núcleos sectarios -que sólo a la Iglesia afectan y que de ningún modo pueden equipararse como de extrema derecha política, pues si se trata de hacer paralelismo más se acercarían a movimientos de izquierda política- no desautoriza en absoluto lo que pidieron en su celebración en la calle del día 30. Son tan sociedad como el que más, y el no aceptar que parte de la sociedad clama por esos asuntos es no aceptar que todo viene porque impusieron unas leyes, que afectan a todos, por el procedimiento de la aritmética de los votos, y no por un amplio consenso, como hubiese sido de desear y como se ha producido en el resto de países democráticos, cuando de determinados asuntos se trata.

La pretensión de poner a la religión católica al mismo nivel que las demás confesiones religiosas no sólo es un absurdo intelectual, pues pretende obviar nuestra realidad y nuestras propias raíces culturales e históricas, sino que además choca con la Constitución, que contempla una especial deferencia hacia la confesión mayoritaria en España.

La consigna marxista está en marcha, y buena parte de la juventud ha sucumbido a ella a través del ya demostrado deficiente sistema de enseñanza, cada vez más volcado en adoctrinar en vez de en formar mentes capaces de analizar por sí mismas.

No son válidos esos argumentos para rebatir a la Iglesia. Las verdades de fe del individuo no se pueden contraponer con "verdades" políticas en un intento de oponer política y religión como si de cosas iguales se tratasen, por mucho que se intente desde la propaganda que la ideología política se asuma como otra religión. No es ese el camino, y no va con segundas. La sociedad no tiene por qué creer en la infabilidad del Papa, pero tampoco debe creerse infalible ella misma tan sólo por el poder de la aritmética de los votos. La Historia así lo demuestra y el caso más evidente fue el de la Alemania de Hitler con los increíbles millones de votos que le apoyaban.

lunes, 31 de diciembre de 2007

Histerismo intransigente y antidemocrático.


El desparrame de Bermejo.

Y hoy se suma el Ministro de Justicia quien va mucho más allá y niega a la Iglesia el derecho a opinar y a expresarse, aduciendo que no puede criticar unas leyes aprobadas en el Parlamento. Es muy preocupante el que en el gobierno haya tanto elemento que desprecia olímpicamente la democracia, pero en el caso de este Ministro debe de ser genético pues su familia ya despotricaba de la democracia apoyando a Franco incondicionalmente.

Por mucho que le pese a este extremista ineficaz -pues no ha resuelto un caso en toda su carrera como fiscal- la grandeza de la democracia es que puedes expresar libremente tu opinión, vaya en contra de lo que vaya. El delito de opinión es inexistente en una democracia. Sí existe en los regímenes totalitarios a los que este energúmeno mental tiene como ideales, léase la Cuba castrista y algunos de ese corte.

La grandeza del demócrata está en luchar porque los que piensan diferente a él tengan tanto derecho a decirlo como él mismo. Pero un gobierno que hasta se dedica a presionar a medios de comunicación privados para que despidan a quienes no les gusta, poco puede enseñar de democracia, y mucho menos hablar de intransigencia. Por intransigente que puedan ser las opiniones de quien fuere, tiene derecho a expresarlas, y si son constitutivas de delito ya serán los jueces quienes lo decidan, pero intentar desposeer del derecho de opinión a alguien no es modo alguno democrático y mucho menos permisible si nace de un gobierno que se considera así.

El derecho de expresión en una democracia permite que se expresen opiniones incluso contrarias a la democracia, pero esto último no es aplicable a un gobierno que ha sido elegido democráticamente para que vele por ella y que, además, se ha comprometido a hacerlo.

Yo no estoy de acuerdo con muchas cosas de la Iglesia, por ello no formo parte de ella, ni mis actuaciones -estoy divorciado, por ejemplo- están dentro de lo que predican, pero no por ello arremeto contra sus fieles o jerifaltes, y mucho menos me pongo a gritar y a exigir que se les haga callar.

Y es que hay muchos a los que se les llena la boca con la palabra democracia cuando ni en su propia familia han vivido lo que significa. Y pretenden dar lecciones, encima.