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jueves, 15 de febrero de 2007

Busquemos soluciones

Claro que se está produciendo un cambio climático, ¿y qué?

Las plantas absorben CO2 y emiten Oxígeno. Así se generó el aire que respiramos hoy. Hace millones de años el nivel de CO2 era muchísimo mayor que hoy en día, y gracias a la fotosíntesis de las plantas se fue reduciendo y aumentando el nivel de Oxígeno. Entonces, ¿no será que la culpa del crecimiento actual de los niveles de CO2 se deba a la disminución de la masa vegetal por culpa de la deforestación y destrucción de las selvas en los países del tercer mundo? ¿No tendrá eso mucho más que ver que el tan manido ahorro energético?

Yo creo que no es normal pedirle a la gente que se empobrezca para conseguir que en 100 años se influya en una décima de grado en la temperatura global. No me parece ni normal ni justo. Y menos aún cuando los países denominados pobres no lo van a hacer en absoluto y les importa un bledo la temperatura que haga dentro de cien años. Lo que les importa es la mejora de sus condiciones de vida ahora.

Además, suponiendo que sea cierto que el aumento se debe a la actividad humana, hay un medio a nuestro alcance para disminuir considerablemente la emisión de CO2 a la atmósfera y es el uso de la energía nuclear y la disminución de las energías por combustión de combustibles fósiles. El que algunos significados ecologistas estén llegando también a esta conclusión es una muestra. Pero ¿porqué los movimientos ecologistas globales no apuntan en dicho sentido?

Es sabido que los movimientos verdes son manifiestamente izquierdistas -los sandías: rojos por dentro, verdes por fuera- y no es de extrañar que aboguen por la homogeneidad de las gentes. Pero, como ya se ha visto en la práctica allí en donde los movimientos de izquierda se han hecho con el poder, dicha homogeneidad se obtiene hacia abajo; es decir, no elevando el nivel de vida de los menos favorecidos, sino bajando el nivel de los demás hasta igualar el de todos. No es de extrañar pues que su objetivo sea ese, y pretendan que los países desarrollados rebajen sus niveles de vida para igualarlos con los de los otros.

Pero esa solución ha demostrado su ineficacia y su contradicción con el espíritu de progreso del ser humano. Y en cualquier caso, en absoluto es la única solución. Si el ser humano es de verdad una plaga para el planeta, pues seremos una plaga hasta que acabemos con él, hagamos lo que hagamos, pero yo no lo creo. Creo que la inteligencia está para usarse y no para hacer dejación de ella como demuestran día día dichos izquierdistas sin soluciones. Y que con el uso de la misma podemos llegar a soluciones que no pasen por renunciar al progreso y al bienestar.

El que volvamos a helarnos de frío en invierno y a derretirnos en verano, por culpa del ahorro energético en calefacción y aire acondicionado no va a solucionar el asunto en absoluto. Para sacrificados ya están los místicos y anacoretas. No. La solución no es esa.

Los tan cacareados peligros de los residuos nucleares no son en absoluto tales, y en cualquier caso mucho menores que los que estamos pasando ahora. La tecnología ha avanzado mucho y puede hacerlo mucho más, y de hecho lo haría de no suponer una apuesta sin sentido el invertir en ello, cuando no se tiene la certeza de que valdrá la pena. ¿Alguien cree que una empresa va a invertir en la energía nuclear sin la seguridad de que no van a aparecer unos políticos iluminados que le desmantelarán sus instalaciones y le llevará a la ruina?

Pienso que hay que buscar soluciones sin renunciar al progreso. El precio del progreso de los países del tercer mundo en donde se encuentran las últimas selvas, pasa hoy necesariamente por la destrucción de las mismas. Cambiemos éso. Convirtámoslos en guardianes de la necesaria riqueza forestal, entendiendo dicha riqueza como la consecución de su mantenimiento con vida para que cumpla su necesaria función de pulmones del planeta. Paguémosles por ello. Hagamos que les sea más rentable la selva viva que su explotación maderera o su conversión en terrenos de cultivo. Repartamos las funciones de los países en función de sus posibles aportaciones a la totalidad del planeta. Avancemos hacia la aldea global.

¿No hemos convertido en inmensamente ricos a los países de donde extraemos los combustibles fósiles que según los ecologistas son el meollo del problema? ¿Porqué no hacemos ricos a los países que nos proporcionen los medios para depurar el aire que respiramos? Conseguir fórmulas adecuadas para ello no debiera de ser más complicado que el actuall juego de equilibrios económicos con guerras incluídas en el que estamos inmersos globalmente.

Ahora es el momento: ¡La imaginación al poder!