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lunes, 14 de febrero de 2011

La maldición de los faraones


Espero que no sea eso lo que atenace en breve a occidente tras los acontecimientos en el mundo musulmán, pero no puedo más que asombrarme ante lo que veo en TVE y demás televisiones afines al pensamiento imperante. Resulta que, según oigo en los sucesivos informativos, lo sucedido en Egipto es una recuperación del país por parte del pueblo oprimido y una vuelta a la democracia.

Eso repiten una y otra vez, al tiempo que aparecen las informaciones de que el ejército ha ocupado el poder, ha disuelto el Parlamento, ha derogado la Constitución, ha prohibido las manifestaciones y hasta suspendido el derecho a la huelga y tan sólo parece prometer devolver el poder a un supuesto gobierno emanado de unas elecciones que llegarán dentro de medio año dirigidas, además, por el poder militar. La verdad es que mi concepto de democracia no tiene nada que ver con eso.

Si además sumamos que los Hermanos Musulmanes, movimiento extremista islámico cercano al comunismo, han empezado a aprovechar para sumarse y adquirir protagonismo, empiezo a sospechar que todo esto no es más que una maniobra para evitar que el mensaje que emana de estos movimientos populares prenda aquí.

¿Porqué digo esto?, pues porque lo que se produjo en Túnez y luego en Egipto -ahora en Argelia- no ha sido otra cosa que la rebelión popular ante el abuso de poder y contra la corrupción de la clase política y producto de la desesperación de los jóvenes sin trabajo, de la miseria y las profundas diferencias sociales que les ha llevado a una situación económica difícil y a la injusticia social. Pero lo importante es que el germen no ha sido islamismo alguno, sino el descontento con la clase dirigente y con el sistema que les permitía perpetuarse en el poder. Eso es lo que causa un miedo tremendo en nuestra clase política, sobre todo del socialismo que se sentaba junto a estos dirigentes repudiados, así que nos envían el mensaje de que lo sucedido es una vuelta a la democracia. Como ellos dicen que lo que tenemos aquí ya es una democracia, intentan desmarcarse de esa posibilidad de recuperación del poder de decisión por el pueblo descontento. El mensaje es que como aquí hay democracia, no es necesaria esta rebelión.

Así que mientras aquí nuestros vividores a costa de la política y del reparto de nuestros dineros se miran el ombligo, en los paises musulmanes cercanos se está preparando lo que puede suponer un islamismo radical que aúne a una gran parte del mundo musulmán en una nueva cruzada a la inversa. Y se está preparando porque estas revoluciones van contra el poder de regímenes que nuestros políticos han apoyado y aplaudido. Y porque los islamistas las aprovecharán y se las apropiarán.

Lo de la memez de llamar a esto Primavera árabe no sería de extrañar que en realidad se convierta en un invierno que pueda dejarnos helados. De momento, la alegría demostrada por el régimen iraní, no augura buena cosa. A río revuelto, ganancia de fundamentalistas. Al tiempo.