Vamos a ver, es más fácil controlar las distancias en los establecimientos hosteleros que cerrarlos e ir buscando reuniones por doquier. Ayer las playas de Alicante estaban llenas de grupos de jóvenes. Recordemos que no están permitidas reuniones de más de dos personas no convivientes.
Poner normas que podrían funcionar si se pudieran hacer cumplir, al tiempo que se sabe de sobra que no hay medios para ello, es una medida que busca eludir responsabilidades de las autoridades que las dictan. O sea, medidas políticas para justificarse y culpar a los demás, pero de poca o nula efectividad en tanto haya quienes las incumplan.
Las normas tienen que contemplar la forma de poder imponerlas a los irresponsables que no van a querer respetarlas. Esa es la obligación de las autoridades. No se puede decir "prohibido robar" y no tener capacidad de disuadir a los ladrones. Pues lo mismo.
Con las terrazas abiertas cada propietario de establecimiento se ocuparía de que sus clientes cumplan las normas para evitar que le cierren el negocio. Eso ofrecería mayor control y evitaría muchas de esas reuniones "clandestinas". Y si además los establecimientos pudieran ser autorizados a tomar la afiliación de cada reunión en sus mesas, las reuniones no tendrían que reducirse a sólo dos personas y sería más efectivo que prohibirlas y no poder hacerlo cumplir.
Pero en esta CCAA, la valenciana, no hay mucho sentido común. Recordemos que Ximo Puig bramaba para prohibir que quienes habían recibido la primera dosis de la vacuna saltándose el orden, con lo que intentaba corregir un error con otro error de mayores consecuencias y riesgo, además de desperdiciar dosis de vacunas. Y es que como el Gobierno se lava las manos, no toma medidas que sólo a él compete (como el cierre de aeropuertos y estaciones de ferrocarril) y deja que los reinos de taifas hagan a su antojo, ahí tenemos el resultado: Alicante ha amanecido con el número de muertos mayor desde el comienzo de la pandemia.
