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viernes, 17 de junio de 2022

Apodos cariñosos.



Los apodos cariñosos son precisamente eso, muestras de cariño. En mi familia los usamos con profusión, quizás como herencia materna pues mi madre era muy aficionada a ellos, a veces de forma disparatada, pero siempre derrochando amor.

En la otra forma de amor, el de pareja, también se usan de una manera natural y espontánea, ya que usar el nombre no suena tan cariñoso y es necesario darle ese toque dulzón a la relación, pues las endorfinas se disparan y empezamos a tomar actitudes que demuestran nuestro amor, colocándonos apodos con los que creamos ese vínculo íntimo con la pareja. Solo tú le llamarás de esa manera y eso te da la sensación de complicidad, de algo íntimo, y al final de cuentas sólo los dos sabrán el porqué del sobrenombre.

Y no solo ello, las vivencias acumuladas incrementan nuestro nivel de confianza en la relación y, sin darnos cuenta, terminamos por pronunciar y aceptar, a veces en contra de nuestra voluntad, una amplia gama de palabras que, según nuestro estado de enamoramiento, pueden llegar a ser tan melosas y absurdas como también ridículas. Sin embargo, no todos los sobrenombres que utilizamos son buenos para la relación o para la persona, y no porque sean palabras con connotación negativa sino porque emocionalmente pueden afectarnos sin darnos cuenta. Sobre todo si son los mismos que se utilizaban en alguna anterior relación, cosa que evidenciaría que a nivel del subconsciente aquella relación no está muerta del todo, o que al menos se añoran aquellos momentos en los que se era feliz juntos. Y eso no es buen combustible para una llama nueva.