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sábado, 19 de marzo de 2022

El cuento del Sahara.


Entre pillos anda el juego o "nada es lo que parece". No me creo a Argelia, ni a Marruecos ni tampoco lo que dice el Gobierno por boca del Ministro de Asuntos Exteriores, aunque reconozco que este último es de lo más profesional que tenemos en el Gabinete de Sánchez.
Creo que Argelia hará teatro pero está encantada de la oportunidad de negocio que se le abre para ser el nuevo suministrador de gas a Europa. En cuanto al PSOE ya se sabe que no tiene principios sino intereses, mucho más desde que es propiedad de Sánchez. Marruecos, por su parte, ha jugado bien sus cartas saliéndose con la suya. Aquí quien tiene que dar muchas explicaciones es Sánchez, que ni lo ha hecho ni lo hará.
Este asunto ha pasado de ser un asunto de Estado a ser un asunto de interés del partido y de Sánchez. Está por ver cómo nos afecte a los demás.
El Sahara hace mucho que nos importa un bledo. En su momento lo abandonamos porque no se creyó que mereciera más pérdidas de vidas que las que ya habíamos perdido allí. Nos bajamos los pantalones ante aquella "Marcha Verde" de aciago recuerdo. Hemos estado jugando a que no se notara aquella vergüenza a base de una supuesta defensa del derecho de autodeterminación de un pueblo que ni siquiera tenía raíces claras allí, pues era nómada. Pero al tiempo hemos seguido haciéndole el juego a Marruecos.
Tras el posicionamiento de EEUU, Francia, Alemania y otros de nuestros aliados, nuestra postura era anacrónica. Tarde o temprano había que haber cambiado de posición. El problema es el cómo lo ha hecho Sánchez que ha copiado los métodos de Mohamed IV, en un comportamiento más propio de un dictador que la de un Presidente de un Estado de Derecho democrático. No ha habido decisión del Consejo de Ministros, ni del Parlamento, sino sólo del nuevo sátrapa.
Que esto se ha hecho con complicidades externas es obvio. Aquí han ayudado EEUU, Francia y Alemania, con el seguro consentimiento de Argelia a cambio de un aumento de su negocio, mucho más tras el descubrimiento de nuevos yacimientos de gas. Y posiblemente no había más remedio que hacerlo rápido para que Italia no nos arrebatara la posibilidad de liderar la distribución del gas argelino en Europa. Pero esto es un asunto de Estado y más parece que Sánchez lo ha convertido, no ya en un asunto del PSOE, sino en un asunto del sanchismo. Y no sabemos a cambio de qué. Aunque puedo sospechar que a mayor gloria del personaje, que necesita hacerse perdonar demasiadas cosas en política internacional para que se le tenga en cuenta. Cosas de preparar su futuro.