Pobre, patética e intrascendente última intervención de Casado en el Congreso que no buscaba más que la escena del aplauso del PP, partido que le da la patada para que se vaya.
Lo único medianamente interesante, por lo que es de ratificación de lo ya sabido, ha sido el reconocimiento de su colaboración con Sánchez para volver al bipartidismo como medio para no tener que contar con los extremismos. Obviando que el mejor remedio para eso es acercarse lo más posible a eso de "una persona, un voto" y así evitar la injusticia de que un voto valga hasta cinco veces más dependiendo de en la provincia en la que se vote y al partido al que se apoye. Aquella promesa del PP sobre reformar la ley electoral quedó en el olvido.
Casado no ha hecho la pregunta que había registrado, no ha hecho pregunta alguna; ha usado el Parlamento para lo que entiende como una salida digna.
Sánchez ha estado por la labor de ayudarle y no ha querido hacer sangre, pero ha aprovechado para ponerse flores y prometer algo: que no va a convocar elecciones aprovechando la debilidad del contrario. Otra promesa de quien lo que ha demostrado es que sus promesas sólo valen para incumplirlas. Así que se han repartido los aplausos en esta escenificación de una despedida "digna". Triste concepto de dignidad.
Sánchez se queda sin socio para intentar acabar con Ayuso y estará a la espera de la colaboración de la Fiscalía de Dolores de Garzón. Debiera tentarse la ropa habida cuenta del destino de quienes lo han intentado.
