DIARIO DE UN MINISTRO. MI VERSIÓN
General de Brigada de Infantería
de Marina Juan Pardo de
Donlebún
ANTECEDENTES
Desde que a primeros de Marzo se puso en circulación el segundo tomo de las memorias del ex-ministro Bono, “Diario de un ministro”,
han
sido muchas las recomendaciones de familiares,
amigos y
compañeros animándome a escribir
sobre los capítulos en los que me cita, por cierto, sin haberme pedido permiso. Y a fe que me he resistido hasta ahora, pero viso lo visto, creo que es oportuno desmontar algunas de las “maledicencias” (palabro que le encanta repetir al Sr.
Bono) cuando no auténticas mentiras que, al menos en la
parte de la que fui testigo, vierte en el libro.
Conste que no me mueve a ello el hecho de defenderme de nada ni de nadie,
ni
de salvar mi honorabilidad que, dicho sea de paso, no se cuestiona en el libro; tampoco tengo ningún afán de protagonismo; antes bien,
los que me conocen saben cuánto valoro mi propia independencia de criterio y hasta qué punto me importa muy poco lo que otros puedan pensar de mi. Lo hago
principalmente por la memoria de quien me precedió en el destino como Jefe de la Sección
de Logística Operativa de
la División de
Operaciones del Estado Mayor de la Defensa (EMAD) y, por
tanto, responsable directo de la gestión de
la contratación del
Yakovlev 42-D, en el que trágicamente murieron 62
compañeros el día 26 de Mayo de 2003. Me refiero a mi buen amigo y
entrañable compañero, aútentico militar y hombre de honor donde los hubiera, el Coronel de Infantería de Marina Joaquín Yáñez González,
que moriría repentinamente el 15 de Noviembre de 2011sin que pudiera llegar a conocer el archivo de la causa que contra él y otros militares se llevó a cabo de manera contumaz, y
de
la que tanto él como los demás imputados salieron absolutamente limpios. No había habido ninguna irregularidad
en la
contratación del Yakovlev. En efecto, el 2 de febrero de 2012 el juez
de
la Audiencia Nacional
Fernando Grande-Marlaska archivó la
causa de las supuestas irregularidades en la contratación del Yak-42; dijo: “no fueron las
circunstancias relativas al estado y mantenimiento de la aeronave
las causas,
directas ni indirectas, del siniestro”.
La Audiencia Nacional consideró la "fatiga y
la falta
de
preparación"
de
la
tripulación
como
causa
del accidente
y el Tribunal Constitucional avaló esta
decisión judicial.
UNOS CORREOS
Trataré de ser breve, pero antes de ir al contenido del libro, he de referirme a tres
correos electrónicos cruzados con el Sr.
Bono entre los días
27
de Febrero y 2 de Marzo del presente año. Precisamente, el mismo 27 de Febrero se
celebraba el 487 Aniversario del Cuerpo de Infantería de Marina. Hacia
las 8 de la tarde estaba yo terminando de vestirme con el
uniforme de etiqueta para
acudir
a la cena de gala que se celebraba
en la
Agrupación de Infantería
de Marina de Madrid cuando suena
mi
teléfono móvil, una amable señorita que se identifica como secretaria del
Sr. Bono me ruega que le proporcione una
dirección de correo electrónico porque el Sr. Bono quiere escribirme.
Confieso que, bastante
aturdido por tan
inesperada llamada
(¡llegué
a
pensar que
querría felicitarme por el Aniversario!) le facilité el correo, colgué y me fui a la
cena.
Al día siguiente me encuentro el siguiente correo en mi bandeja de
entrada:
De:
|
Jose Bono (omito deliberadamente
la dirección
de
correo)
|
Enviado:
|
sábado, 28 de febrero de 2015 7:15:27
|
Para:
|
Donlebun (omito deliberadamente la dirección de
correo)
|
Madrid, a 27 de febrero
de
2015
Estimado general Pardo de Donlebun:
El día 10 de marzo llegará
a las librerías el
libro
“Diario de un ministro”,
editado por
Planeta en el que doy testimonio de los acontecimientos más
relevantes que viví durante la etapa en que fui miembro del
Consejo de Ministros como responsable de Defensa.
Quizá le pueda interesar
el contenido de las páginas 149, 365.
En la
149 doy cuenta de mi visita al EMAD para
recoger
los documentos del
Yakovlev. Comprendo que no sea de su agrado, aunque no es la primera
vez que lo relato. En la página 365 la mención tiene algo de
reivindicación de su carrera profesional: una larga y fructífera carrera
que no podía verse empañada por el
juicio del ministro
referido a un solo
día de la misma. Por
ello, decidí proponer
su ascenso a general
y lo
hice con satisfacción. Casi diez años después al leer
lo entonces escrito y
escuchar
al Almirante Zaragoza, no me queda duda acerca de su profesionalidad. Esta carta tiene como objetivo hacérselo presente.
Muy cordialmente le saluda. José Bono
Es fin de semana, me tomo mi tiempo y, el
lunes 2 de Marzo a las
11:50 le
respondo como sigue:
De:
|
Juan Pardo
de Donlebún y Montesino (omito deliberadamente la
dirección de correo)
|
Enviado:
|
lunes, 02 de marzo de 2015 11:50:10
|
Para:
|
Jose Bono (omito deliberadamente la dirección de correo)
|
Respetado Ministro,
Agradezco su atento correo del
pasado 27 de Febrero en el
que me anuncia la publicación de la segunda entrega de sus memorias.
Cuando se refiere a que no es
la primera vez
que relata su visita al
EMAD aquel
13
de Octubre de 2004, supongo que alude a lo que publicó "El
País" en mayo de 2013, con motivo del
décimo aniversario del
accidente del Yakovlev.
Aquel día actué como un militar y, con todos mis respetos, volvería a
hacer
lo mismo.
Como decían las viejas Ordenanzas –las que yo estudié- “el
oficial cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a
obrar
siempre bien, vale muy
poco
para el servicio”. Ud.
es un político, y su
margen de actuación es mucho más amplio.
Reiterando mi agradecimiento por su comunicación, reciba un cordial saludo.
Juan Pardo de Donlebún y Montesino
Su respuesta no tarda en llegar, tan solo 15 minutos. En ella se aprecia su irritación, aunque no sea más que por el énfasis añadido al texto resaltándolo en “negrita” que he respetado aquí:
De:
|
Jose Bono (omito deliberadamente
la dirección
de
correo)
|
Enviado:
|
lunes, 02 de marzo
de 2015 12:05:51
|
Para:
|
Donlebun (omito deliberadamente la dirección de
correo)
|
Estimado general Pardo
de Donlebún:
Yo también volvería a hacer
lo mismo: es decir, buscar y llevarme del
EMAD los documentos necesarios para tratar de esclarecer las responsabilidades habidas en la contratación
del Yakovlev en que perdieron la vida 62 soldados españoles. Igualmente, también
volvería a ascenderle
a general por las razones que le expuse desde
el
salón del Consejo de Ministros el día de mi cese.
Mi margen de actuación,
como el de cualquier ser humano
libre,
viene dictado
por las leyes y es tan amplio o tan
estrecho como su
libertad personal, honor y conciencia le consienten.
Cordialmente le saluda, José Bono
Unos días después recibí
una
invitación para acudir a la presentación del libro en el Hotel
Intercontinental el
día 24 de Marzo. Naturalmente, no acudí.
En fin, vayamos al contenido de las mencionadas páginas 149 y 365, en las
que me cita, como ya he dicho, sin permiso.
PÁGINA 149
“España pagó 149.000 euros por el Yakovlev, pero costó 38.500
¿Quién
se
quedó con más de 100.00 euros?”. El mero hecho de hacer tan gravísima afirmación es una muestra palmaria de su mala intención ¿Qué pretende insinuar? ¿Qué mi
amigo Joaquín Yáñez, solo o en compañía de otros
oficiales, se dedicaba a hacer turbios
negocios recibiendo
comisiones?
Esto es lo que cualquier bienintencionado
lector ajeno
a
estas
cuestiones podría deducir.
El colmo es
cuando al final del capítulo
(página
150)
remata semejante sugerencia con esta otra: “¿Sucedió lo mismo en los más de 40 vuelos anteriores contratados para el transporte de las tropas
españolas? La insinuación es tan
perversa como de calculada ambigüedad, pues se cuida
mucho de acusar directamente a nadie, ni a los oficiales responsables de la
contratación en el EMAD ni a los de la
Agencia NAMSA de la OTAN. No es menos
cierto que, al
final, en una pequeña nota a pie de página, menciona a “la línea de contratación”. Pues bien, lo cierto es que por ese vuelo, sencillamente,
no se
pagó nada.
Esta clase de
servicios,
que
yo mismo contraté durante los años sucesivos,
no se pagaban hasta que se completara
el transporte a satisfacción del cliente, cosa que, naturalmente, no llegó nunca a producirse. ¿Se puede imaginar alguien al contratista presentando la
factura
después de haberse estrellado el
avión y muerto todos
sus
ocupantes?
El ministro, como él mismo afirma,
aprovecha la ausencia
del
JEMAD para acudir a su Cuartel General
y así “no comprometerlo”. “Me reúno con el jefe
del Estado Mayor Conjunto y con otros oficiales. Les noto en guardia, recelosos. Ellos no se fían de mí y yo no me fío de ellos”.
No puedo estar
más
de acuerdo. La tensión se mascaba en el ambiente. Fue una larga
reunión y muy desagradable, en la que en varias ocasiones le contradije de plano. Especialmente doloroso
me resulta recordar
como
tuvimos que aguantar de su boca aquella depravada afirmación que él mismo cita en el
libro:
“en el Yakovlev no se transportaba ganado sino militares españoles y
debo decirles que esta casa no actuó
con la diligencia debida”.
Dice que vino al EMAD para “recabar datos del
Yakovlev”,
pero lo cierto es que, visiblemente
alterado, asaltó mis propias dependencias
entrando como
un
elefante en una cacharrería y llevándose toda la documentación de manera
indiscriminada. “Pregunto dónde están los archivos del Yakovlev y me
bajan hasta un despacho donde hay un
armario cerrado”. Esta parte del texto podría parecer irrelevante, pero lo cierto
es
que no lo “bajamos” a ningún sitio,
más bien lo “subimos”; en efecto,
fui yo mismo el que respondí a su
pregunta diciéndole que los archivos estaban en mi Sección, la Sección de
Logística Operativa de la que yo era el Jefe y, por tanto, responsable. En consecuencia no lo bajamos a ningún recóndito y
oscuro sótano donde ocultásemos
información sensible, como
podría deducirse de su
novelero
relato. Lo subimos de la segunda a la
tercera planta del edificio, donde yo
mismo y mis oficiales disponíamos de unos dignos y soleados despachos.
“Dicen que la llave la tiene un comandante que hoy no ha venido porque
está
enfermo. Fuerzo el armario.” Es cierto que el comandante que
gestionaba el día a día de las operaciones de transporte aéreo estaba enfermo
y disponía de una llave que, además, sin
duda, estaría en su despacho. El
comentario se lo hice al JEMACON queriendo resaltar la
contrariedad de esta incidencia,
pues
si como pensábamos, el ministro quería solamente “recabar
datos”, la presencia
del comandante, por
experto conocedor del archivo,
podría resultar de gran utilidad. Pero
la capacidad de fabulación del ministro no
tiene límites ¡Yo tenía mi propia llave en mi despacho y yo mismo abrí el
armario en su presencia! El ministro
no forzó nada; repito: yo mismo le abrí
el armario con mi
propia llave, eso sí, muy contrariado por cómo se estaban desarrollando las cosas.
Lo que sucede a continuación es esperpéntico.
El Sr. Ministro
y su director de gabinete se lanzan al
armario en cuestión y de manera compulsiva empiezan a extraer sin orden ni concierto cuantos
documentos
encontraron; prácticamente vaciaron el armario. Yo, perplejo ante la escena, le hice saber que todos esos
documentos eran originales, que me dijera que es lo que deseaba llevarse y yo mismo me ocuparía
de que el gabinete
de reprografía
del EMAD
los fotocopiase para
enviárselos después
del
preceptivo cotejo del interventor del
EMAD, tal como hacíamos habitualmente cada vez que algún juzgado nos pedía documentación. Es cierto lo que dice: “El coronel Juan Antonio Pardo
de Donlebún me dice que tiene órdenes de
que de allí no salgan papeles
sin
la debida custodia.
Le miro con enfado y le ordeno: “Llame a la Guardia
Civil
para
que
los
conduzca y custodie
hasta
mi
despacho”
¡Como si yo tuviera atribuciones sobre la Guardia Civil!
En fin, no fue necesario, se los llevó y punto. Lo que no cuenta el
Sr. Bono es
que yo, visiblemente enojado, ordené en voz
alta
a uno de mis oficiales que
levantara una relación
de lo que se estaba llevando el Sr. Ministro. Relación a cuyo pie yo mismo firmé el “entregado”.
El
Sr. Bono declinó estampar su
firma en
el “recibido”, delegando el
engorroso trámite
en
su ayudante militar que, dicho sea de paso, lo mandó llamar, pues
lo había dejado fuera del despacho,
por lo que era ajeno a lo que dentro se desarrollaba. Conservo
copia del documento, fechado el
13 de
Octubre
de 2004 y cuyo encabezamiento
dicté como sigue:
RELACIÓN DE
DOCUMENTOS ENTREGADOS AL CAPITÁN DE CORBETA D. (omito deliberadamente el nombre) POR ORDEN DEL
EXCMO SR. MINISTRO DE DEFENSA PARA QUE LOS CUSTODIE
Y VIGILE HASTA
QUE EL MINISTRO ORDENE SU DEVOLUCIÓN AL
LUGAR DEL QUE SALIERON, ES DECIR,
LA DIVISIÓN DE OPERACIONES
DEL ESTADO
MAYOR CONJUNTO.
Esta parte de la historia, naturalmente, no la cuenta el ex-ministro.
Como tampoco cuenta el
auténtico sainete que se
desarrolló en aquel
despacho, en el
que ajenos a lo que sucedía dentro, entraban y salían oficiales, suboficiales y hasta la señora
de
la limpieza, que no
daban crédito a lo que contemplaban (si no fuera
por
la gravedad de los
hechos, diría que en algunos
momentos aquello llegó a parecerse al camarote de los
hermanos Marx). Dada la urgencia que
mostró el Sr. Bono por salir del EMAD con su requisa, ¡hubo que recurrir a la despensa!, desde donde nos
proporcionaron cajas de cartón del más variopinto
aspecto.
PÁGINA 365
Ya al pié de la página 149 dice: “Por esta causa me negué a
ascender al coronel en las tres ocasiones que lo propuso el AJEMA.
Hoy es general porque apeé la hostilidad y lo promoví al
generalato como última decisión de ministro en el Consejo de Ministros de 7 de abril de 2013” (fue en 2010, se trata, sin duda, de un error).
El Sr. Bono comienza este, que es
el último capítulo, refiriendo las circunstancias de mi ascenso.
Sucede el Viernes, 7 de Abril de 2010 y se titula “Cesa el ministro de Defensa
número 427”. Dice: “Es mi último Consejo de Ministros y recuerdo que no accedí a tramitar
el ascenso del coronel
de Infantería de Marina Juan Antonio Pardo de Donlebún. El jefe de la
Armada me lo había
propuesto anteriormente hasta en tres
ocasiones, pero siempre me había
opuesto con razones
bien fundadas. Trató de dificultarme la salida de documentos del
Estado Mayor de la Defensa con
motivo de la investigación de la irregular contratación del avión Yakovlev
42.” Dice esto, escribe esto en el año 2015 y, permítaseme la licencia, ¡se fuma un puro! ¿Cómo es posible
que
después
de
dos sentencias
de la
Audiencia Nacional, la última avalada por el Tribunal Constitucional se permita hablar de “contratación irregular”? ¿Es que tiene
más
crédito su criterio que el
de
los tribunales de justicia? ¿No
es para quedarse perplejo?
Sin solución de continuidad, sigue el
relato: “Sin embargo, hoy he decidido ascenderlo.
Es la última decisión que tomo como ministro de Defensa y se la comunico al interesado por teléfono, desde el salón del Consejo de Ministros.”
Yo mismo me hago una reflexión: o fue arbitraria
la decisión de negar la tramitación de mi ascenso pese a haber
sido propuesto por tres veces
consecutivas por el Jefe de Estado Mayor de la Armada o, por el
contrario, lo que
fue una arbitrariedad
fue el ascenderme a
la
cuarta.
¿Qué
había cambiado?
El Artículo 14 de las
Reales Ordenanzas, las que yo estudié,
dice: “La justicia
debe imperar en lo Ejércitos de tal modo que nadie tenga que esperar del favor ni
temer
de
la arbitrariedad”.
Y acaba: “Mantenemos una breve conversación telefónica en la que se
emociona. “Mi padre, de 90 años, señor ministro, lo
agradecerá muy
especialmente” Así
me voy, sin ningún encono en
la cartera ministerial.”
Desde luego, no es habitual que el propio Ministro llame a un simple coronel para comunicarle personalmente su ascenso al generalato. En consecuencia, mi sorpresa fue mayúscula y, claro que sí, es cierto que me alegré; ni por asomo me lo esperaba, más bien había abandonado ya cualquier
esperanza de ascender.
Durante las semanas anteriores,
tanto el JEMAD como el AJEMA, me habían insistido en la conveniencia de
que fuera a ver al ministro.
Yo me negué; bien es verdad que, afortunadamente, nadie me lo ordenó. Lo cierto es
que pese a las sugerencias recibidas, nunca le pedí audiencia. Mi
conciencia me dictaba que si había de ascender no
tenía por qué dar explicaciones ni,
mucho menos, pedir favores.
Me consta que tanto el JEMAD como el AJEMA
se empeñaron en mi causa
hasta la saciedad ante el ministro, hasta que finalmente decidió
ascenderme para, como dice ahora, “irse sin encono” o “apear la hostilidad”. Entonces
solo cabe
concluir que lo suyo
fue una
decisión sectaria por motivos
personales, impropia de su cargo y dignidad.
Yo no tengo anotado lo que hablamos, como él, que según dice lo apuntaba todo. Por consiguiente no estoy en condiciones de confirmar la literalidad de algunos de los párrafos de su libro.
Sin embargo, dudo mucho que le dijera eso de que “mi padre lo agradecerá muy especialmente”.
Mi padre no tenía
que agradecer nada, él era un viejo marino de guerra fajado en la disciplina.
Conociéndome como me conozco, me inclino a pensar
que mi frase fuera que mi padre
se
“alegrará especialmente”,
como así fue, por
cierto. Lo que sí recuerdo es que le mencioné la
última parte del artículo 14 de
las Reales Ordenanzas.
Me
considero una persona educada; estuve amable –lo cortés no quita lo
valiente- y
me sentía contento por la noticia, es
natural.
Creo que le dije algo así: “muchas gracias, señor ministro, a pesar de ser
un
día complicado para
usted, ha decidido finalmente
ascenderme. Entenderá usted que yo no alcanzaba a comprender las razones por las que no ascendía. Y me complace comprobar
que se cumple aquello que dicen la Ordenanzas: el militar
no debe
esperar del favor ni temer de la arbitrariedad”
EPÍLOGO
El 7 de Abril de 2010 pasé
a la
situación de
Reserva, exactamente cuatro años después de mi
accidentado ascenso a General de Brigada.
Hoy, a punto de
cumplir los 65 años y
pasar a la situación de retirado, miro con satisfacción mi pasado
militar como Infante
de Marina, de lo que tan orgulloso me siento. He
disfrutado de más de 40 años de servicio a la Patria en Activo, y algo más de 5 en la Reserva. Supongo que a lo largo de mi vida militar habré cometido
errores, pero de ningún modo considero un error el haberme enfrentado al
Ministro de Defensa aquel 13 de Octubre de 2004. Como le dije al Sr. Bono en
el correo electrónico, aquel día actué como un militar y
hoy
volvería a hacer lo mismo.
También miro con optimismo mi
futura vida como Militar Retirado. A la Armada
y a mi querida Infantería de Marina no tengo más que agradecerle todo lo que me han dado, que ha
sido, sin duda, mucho
más
de lo que yo les he ofrecido.
Espero que Dios me dé una larga vida en la que disfrutar con los míos de un futuro enriquecedor y, por qué no, también de los recuerdos de un viejo soldado.
No guardo rencor. Sólo he
pretendido decir mi verdad, tan testigo
de los
hechos fui yo como el Sr. Bono. No se trata de defenderme de nadie ni de nada; de hecho, como manifesté al principio, no me siento atacado, pero me
duele enormemente que se ponga en duda la honorabilidad de los
compañeros que me precedieron, y
que todavía este señor tenga la osadía de
sostener que la contratación del Yakovlev fue irregular. Mi queridísimo amigo y compañero,
el coronel Joaquín Yáñez, al igual que sus jefes y sus subordinados, no solo
actuaron con honradez, sino que cumplieron
impecablemente con
su deber. El Yakovlev
42-D se estrelló y murieron todos
sus
ocupantes. No se estrelló
por ser un avión ruso, ni
por
estar en malas condiciones, ni por ser, como se ha llegado a
decir, un avión basura. El avión estaba en
perfectas condiciones, lo
que ocurre es
que, desgraciadamente, a veces
ocurren desgracias
aéreas por errores humanos, como quedó acreditado en la sentencia del caso que nos ocupa. Es lamentable que todavía, 12 años después, y pese a los
dictámenes
de
los tribunales de justicia,
se siga cuestionando la actuación de aquellos que lo contrataron.
Y es más lamentable todavía que se haya querido utilizar esa terrible tragedia
con
fines políticos, aunque para denostar al adversario se tenga que utilizar a los militares. Es muy
fácil, ellos piensan que nosotros siempre vamos a
responder “¡Señor, si, Señor!”
Pues no, a veces hay que decir, con voz alta y clara,
“¡Señor, no, Señor!”, aunque a uno le pueda costar
el ascenso.
Madrid, 3 de Mayo de 2015
Juan Pardo de
Donlebún y Montesino.
General de Brigada de Infantería de Marina (Res)