Si es que, ni por cortesía tenía que haber acudido Rajoy a la Moncloa. Es mejor decir claramente que no se está dispuesto a admitir el juego de dislates de Zapatero hasta que se pronuncie claramente sobre su idea de España, que darle la oportunidad de que argumente que él está haciendo todo lo posible por llegar a acuerdos, pero que es la oposición la que no quiere. En fin, darle la ocasión de volver la película al revés y presentar a Rajoy como el intransigente. Lo que hay que hacer es hablar para tontos, como hace Bono, y explicar las cosas para que un niño de diez años lo entienda; que por ahí andará el nivel intelectual medio de la población española -sin incluir a los nacionalistas que la haría descender más- por mucho que nos pese; y es a ésa población a la que hay que ganarse para ganar las elecciones.
La derecha haría bien en empezar a actuar ya como en campaña electoral si no quiere que, antes de lo que imaginamos, les vuelvan a dar un repaso en las urnas.
La educación para con los educados, la caballerosidad para con los caballeros, la lealtad para con los leales y las verdades para con los mentirosos.
De momento, nada de Estatutos. Hoy está en juego lo fundamental: la definicién del terreno, de sus lindes y de las bases del juego. Sin éso, sin una idea clara de España, de su definición territorial y sin una Constitución blindada a los intentos secesionistas o a caprichos coyunturales, no podremos avanzar en nada pues estaremos sin cimientos.
Sin aceptar que la historia no se puede reescribir, sino sólo escribir, no podremos nunca progresar y hay que hacérselo ver al pueblo. Que entienda que lo que les están intentando vender es todo menos progresismo. Que la izquierda no está en posesión de la verdad absoluta y que identificar bueno con izquierda y malo con derechas no es más que otra falacia que, a base de repeticiones, parece que ha calado en la consciencia colectiva.
Nada de dejar que caigan en el olvido asuntos como el del incendio en guadalajara y la escandalosa comisión de investigación del mismo, los militares muertos en Afganistán y la no aclarada misión de nuestros soldados allí, la vergonzante política exterior, el cada vez más galístico (por semejanza con los GAL) asunto del 11-M o la reconocida diferencia de trato económico y mediático a las C.C.A.A. en función de su afinidad política con el Gobierno.
Hagan oposición, señores. Y no sólo en el Congreso.
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