Desde el PP hay quienes acusan a otros de tener hambre de poder exigiendo que la política sea una cuestión de aritmética y enarbolando ese "hemos ganado" como si su resultado electoral hubiera sido un éxito. Su tremenda pérdida de votos hubiera sido suficiente para que los responsables pusieran sus cargos a disposición del partido la misma noche electoral. Otros han tenido peor resultado, sí, pero eso no convierte en bueno el suyo.
Ahora se ponen gallitos y dicen que la presión para que permitan que se forme gobierno no encabezado por su líder, que ya dijo que no podía, no les va a hacer cambiar de opinión y que se van a comportar del mismo modo que el que criticaban en otros.
Primero, el hambre de poder es el mismo que en los demás, todo partido político se presenta para ganar. Y ganar es alcanzar el poder. No se puede descalificar a nadie por eso.
Como no estamos en un sistema presidencialista sino parlamentario, resulta que si no son sólo dos partidos los que se presentan a las elecciones no se puede hablar de "ganar" por haber sacado más votos que el segundo si esa diferencia no permite que el Parlamento elija a su candidato para Presidente.
Luego, sacar más votos no es suficiente, es evidente. Pero no es tan nuevo como para rasgarse las vestiduras, ya ha pasado en otras instituciones que el más votado no ha podido alcanzar el poder.
En ese cálculo hay un error de bulto, no se trata de una diferencia de diputados a favor de un candidato, sino del número de parlamentarios contrarios. Ese es el verdadero peso en un sistema parlamentario. Si se querían corregir errores derivados de ese sistema, ¿porqué no se acometió la reforma electoral que se había prometido?
El PP, su líder, ha cometido un error tremendo al dar un paso atrás y dejar que su puesto lo ocupe el segundo en votos y eso es difícilmente superable. Si en política abandonas tu puesto otro viene y lo ocupa. Hablamos de política, no de matemáticas. Y ese error de confundir números con política es el que ha hecho perder al PP uno de cada tres votantes al centrarse más en en los números económicos que en hacer política. Por eso tenemos lo que tenemos y por eso el candidato del PP ya no podrá alcanzar otra cosa que la que tiene: manejar el partido a su antojo y llevarlo a su desastre total.
Y otra cosa, la presión no viene precisamente de esos diputados que necesitan de la abstención del PP para elegir a un candidato, viene de los poderes fácticos, del económico, del financiero, del político internacionalmente entendido, del interés común. Un candidato que no se siente capaz de conseguir gobernar y da un paso atrás, no despierta confianza, por mucho que despierte adhesiones inquebrantables entre sus seguidores. Al fin y al cabo no son éstos los que pueden auparle al poder.
La política es así. Ni agradecida ni matemática. Eso sólo sucede con mayorías absolutas. Claro que lo increíble es que quien la ha tenido la pierda por no atreverse a usar esos números mayoritarios que ahora reclama se usen cuando ya no son suficientes.
O sea, que menos hablar de ira, de descalificaciones, de odio a Rajoy y de falta de lógica, cuando desde ese posicionamiento no se usan otros argumentos que esos pero dirigidos al oponente. Y mucho menos tras haber perdido la confianza de propios y extraños por dejación y falta de decisión, por no hablar de miserias internas que afloran a la mínima, y por la evidencia de que se ha mentido cuando se decía que el partido miraba más por España que por sí mismo.
La pataleta de acusar a otros de corrupción diciendo que tienen más, es otra derivación del error de los números. Ya da igual quien tenga más, ninguno de los que tienen corrupción en sus filas son quienes para acusar a nadie e intentar dar lecciones de honradez. Mejor callados, es más inteligente.