Rajoy busca gobernar como sea, aunque sólo sea un año, antes de apartarse él y no repetir la humillante salida de Sánchez. Ya es cuestión de orgullo personal y, según él, de prestigio internacional. Y ese prestigio no se salvaría si provoca unas terceras elecciones por mucho que crea que mejoraría sus resultados, aunque con una importante abstención que podría ser la puntilla del sistema y no sólo del PSOE.
Creo que va a facilitar al PSOE que se abstenga, pero no a base de aumentar sus exigencias y de amenazar con nuevas elecciones. Los socialistas no se pueden permitir esas elecciones, pero no por la supuesta sobrada victoria del PP, sino porque podría ser la desaparición del PSOE. Pero sí pueden desatar una campaña acusando a Rajoy de querer esas elecciones, cosa que no creo le guste al Presidente en funciones.
El destrozo que Sánchez ha provocado en el PSOE por su tramposa y numantina defensa de su puesto ante la evidente lucha por el poder dentro del partido, ha cambiado radicalmente la partida de ajedrez que se juega desde diciembre. Su patada al tablero ha descolocado las piezas y posiciones, así como las estrategias.
Rajoy parece que de momento ha salvado su cabeza al evitar que pueda ser el precio de un acuerdo. El PSOE ha perdido toda su fuerza para exigirla. Así que puede aplazarlo hasta los siguientes presupuestos que no podrá aprobar más que aceptando lo que no podrá aceptar. A no ser que se consiga lo que se me antoja imposible: una coalición de gobierno presidida por él.
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