Como la prudencia y la lealtad son dos actitudes que he
procurado seguir a lo largo de mi vida, he esperado unas semanas para
reemprender mi actividad de manifestar por escrito mis opiniones en relación a los
históricos momentos que vivimos en Cataluña. Y ello porque desde mi decisión
como Presidente de Societat Civil Catalana de pasar el testigo a mi amigo y compañero Pepe Rosiñol,
era debido el silencio para que en su nueva condición tuviera tiempo sin injerencias
de conformar su nuevo equipo reestructurando la Junta Directiva, como por otra
parte era lógico. Por experiencia conozco perfectamente las dificultades que se
plantean cuando uno no dispone de la libertad de movimientos para aplicar sus
propios criterios y por ello le deseo todo tipo de suertes y éxitos en su
gestión.
Estamos viviendo en Cataluña y por consiguiente en toda
España tiempos extraordinariamente convulsos, quizás los más intensos desde que
la luz de la democracia iluminó nuestro sendero y, en el día a día, todavía nos
zarandearán nuevos acontecimientos, movilizaciones y quién sabe qué sorpresas
antes del 21 de Diciembre. Esa jornada pre navideña en la que los catalanes
votaremos de forma legal y democrática se establecerán las reglas del juego y
convivencia, esperemos que finalmente para un largo período de concordia social
dentro de una España próspera felizmente integrada en Europa con el prestigio
de un inmejorable reconocimiento internacional.
Es un sueño, en éste caso sí alcanzable cuando el pueblo catalán
abandone la costumbre de mirarse de reojo y recupere la confianza en la
diversidad de opiniones e ideologías.
En ese escenario de caos conceptual rayando el surrealismo
con unos candidatos huidos a Bruselas para eludir la justicia y otros
encarcelados para responder ante los tribunales, haciendo todos ellos juegos
malabares para secuestrar los votos de la gente que increíblemente todavía les
cree, vamos a intentar pasar definitivamente la página de nuestra triste
historia llevando al capítulo del pasado
un presente que hemos sufrido en nuestras emociones y sentimientos para
encerrarlo si es posible en el baúl de las vergüenzas bajo llave.
Y creo firmemente que el cumplimiento de la causa judicial,
ni para ellos ni para la sociedad en general, va a ser lo verdaderamente
importante, pues será la propia historia quién les juzgará situando para
siempre sus figuras en su dramático lugar, lo cual a mi entender es
infinitamente peor.
Pero Cataluña como comunidad singular y motor de España va a
continuar su camino de crecimiento, mejora y capacidad de desarrollo una vez
consigamos obtener las necesarias mayorías para el sentido común y el
equilibrio en un horizonte nítido y amable en el que quizás hallemos escrita la
palabra futuro. Y es en ese destino
donde debemos depositar nuestra mirada, sin dudas ni complejos pues el éxito o
fracaso será de nuestra exclusiva responsabilidad, en éste caso bajo el amparo
de la Ley y de nuestro marco común de convivencia.
Pero no solo debemos centrar nuestra mirada en el horizonte
exterior pues las sangrantes heridas que nos quedarán en el caso de que
consigamos cerrar el capítulo unidas a la dolorosa fractura de la sociedad
catalana, requerirá una muy especial atención en nuestro propio entorno de
convivencia, en nuestras propias instituciones y foros sociales, así como en
nuestras propias casas donde se desarrolla la convivencia familiar.
Recuerdo la sabia reflexión del gran arquitecto y pensador
suizo Le Corbusier que definía la casa
como aquel espacio en que uno vive y sentirse
en casa aquel lugar de sentimiento que puede incluso no ser el lugar de
origen de la persona. Precisamente ese va a ser uno de los pilares donde
deberemos descansar la nueva convivencia de todos los ciudadanos de Cataluña
sin excepción.
Y ese es el desafío, si cabe, más importante que nos presenta
el camino del futuro.
Mariano Gomá.
Me indica Mariano Gomá que pasa a ser Presidente del Consejo y deja el día a día, pero que orbitará por Madrid con instituciones, fundaciones, foros y políticos. O sea, que sigue al pie del cañón.
Me indica Mariano Gomá que pasa a ser Presidente del Consejo y deja el día a día, pero que orbitará por Madrid con instituciones, fundaciones, foros y políticos. O sea, que sigue al pie del cañón.