miércoles, 6 de mayo de 2015

El General Pardo de Donlebún puntualiza sobre el libro de Bono.

DIARIO DE UN MINISTRO.  MI VERSIÓN

General de Brigada de Infantería de Marina Juan Pardo de Donlebún

ANTECEDENTES

Desde que a primeros de Marzo se puso en circulación el segundo tomo de las memorias del ex-ministro Bono, Diario de un ministro”, han sido muchas las recomendaciones de familiares, amigos y compañeros animándome a escribir sobre los capítulos en los que me cita, por cierto, sin haberme pedido permiso. Y a fe que me he resistido hasta ahora, pero viso lo visto, creo que es oportuno desmontar algunas de las maledicencias” (palabro que le encanta repetir al Sr. Bono) cuando no auténticas mentiras que, al menos en la parte de la que fui testigo, vierte en el libro.

Conste que no me mueve a ello el hecho de defenderme de nada ni de nadie, ni de salvar mi honorabilidad que, dicho sea de paso, no se cuestiona en el libro; tampoco tengo ningún afán de protagonismo; antes bien, los que me conocen saben cuánto valoro mi propia independencia de criterio y hasta qué punto me importa muy poco lo que otros puedan pensar de mi.   Lo hago principalmente por  la memoria de quien me preced en el destino como Jefe de la Sección de Logística Operativa de la División de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa (EMAD) y, por tanto, responsable directo de la gestión de la contratación del Yakovlev 42-D, en el que trágicamente murieron 62 compañeros el día 2dMayde 2003.    Me  refiero a mi buen amigo  y entrañable compañero, aútentico militar y hombre de honor donde los hubiera, el Coronel de InfanterídMarinJoaquín Yáñez  González, que  moriría repentinamente el 15 de Noviembre de 2011sin que pudiera llegar a conocer el archivo de la causa que contra él y otros militares se llevó a cabo de manera contumaz, y de la que tanto él como los des imputados salieron absolutamente limpios.    No había habido ninguna irregularidad en la contratación del Yakovlev. En efecto, el 2 de febrero de 2012 el juez de la Audiencia    Nacional    Fernando Grande-Marlaska    archivó    la    causa de las supuestas irregularidades en la contratación del Yak-42; dijo: no fueron las circunstancias relativas al estado y mantenimiento de la aeronave las causas, directas ni indirectas, del siniestro.  La Audiencia Nacional conside la "fatiga y  la  falta  de  preparación"  de  la  tripulación  como  causa  deaccidente  y el Tribunal Constitucional ava esta decisn judicial.




UNOS CORREOS

Trata de ser breve, pero antes de ir al contenido del libro, he de referirme a tres correos electrónicos cruzados con el Sr. Bono entre los días 27 de Febrero y 2 de Marzo del presente año Precisamente, el mismo 27 de Febrero se


celebraba el 487 Aniversario del Cuerpo de Infantería de Marina.  Hacia las 8 de la tarde estaba yo terminando de vestirme con el uniforme de etiqueta para acudir a la cena de gala que se celebraba en la Agrupación de Infantería de Marina de Madrid cuando suena mi teléfono vil, una amable señorita que se identifica como secretaria del Sr. Bono me ruega que le proporcione una dirección de correo electrónico porque el Sr. Bono quiere escribirme.  Confieso que,  bastante  aturdido  por  tan  inesperada  llamada  (¡llegué  a  pensaque querría felicitarme por el Aniversario!) le facilité el correo, colgué y me fui a la cena Al día siguiente me encuentro el siguiente correo en mi bandeja de
entrada:




De:
Jose Bono (omito deliberadamente la dirección de correo)
Enviado:
sábado, 28 de febrero de 2015 7:15:27
Para:
Donlebun (omito deliberadamente la dirección de correo)

Madrid, a  27 de febrero de 2015


Estimado general Pardo de Donlebun:


El día 10 de marzo llegará a las librerías el libro “Diario de un ministro”, editado por Planeta en el que doy testimonio de los acontecimientos más relevantes que viví durante la etapa en que fui miembro del Consejo de Ministros como responsable de Defensa.


Quizá  le pueda interesar el contenido de las ginas 149, 365.  En la
149 doy cuenta de mi visita al EMAD para recoger los documentos del Yakovlev. Comprendo que no sea de su agrado, aunque no es la primera vez que lo relato. En la gina 365 la mención tiene algo de reivindicación de su carrera profesional: una larga y fructífera carrera
que no podía verse empañada por el juicio del ministro referido a un solo día de la misma. Por ello, decidí proponer su ascenso a general y lo hice con satisfacción. Casi diez años desps al leer lo entonces escrito y escuchar al Almirante Zaragoza,  no me queda duda acerca de su profesionalidad. Esta carta tiene como objetivo hacérselo presente.


Muy cordialmente le saluda. Jo Bono




Es fin de semana, me tomo mi tiempo y, el lunes 2 de Marzo a las 11:50 le respondo como sigue:





De:
Juan Pardo de Donlebún y Montesino (omito deliberadamente la
dirección de correo)
Enviado:
lunes, 02 de marzo de 2015 11:50:10
Para:
Jose Bono (omito deliberadamente la dirección de correo)


Respetado Ministro,
Agradezco su atento correo del pasado 27 de Febrero en el que me anuncia la publicación de la segunda entrega de sus memorias.


Cuando se refiere a que no es la primera vez que relata su visita al
EMAD aquel 13 de Octubre de 2004, supongo que alude a lo que publi"El País" en mayo de 2013, con motivo del cimo aniversario del accidente del Yakovlev.


Aquel día actué como un militar y, con todos mis respetos, volvería a hacer lo mismo.  Como decían las viejas Ordenanzas las que yo estudié- “el oficial cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio. Ud. es un político, y su margen de actuación es mucho s amplio.


Reiterando mi agradecimiento por su comunicación, reciba un cordial saludo.


Juan Pardo de Donlebún y Montesino



Su respuesta no tarda en llegar, tan solo 15 minutos.   En ella se aprecia su irritación, aunque no sea s que por el énfasis añadido al texto resaltándolo en “negrita que he respetado aquí:



De:
Jose Bono (omito deliberadamente la dirección de correo)
Enviado:
lunes, 02 de marzo de 2015 12:05:51
Para:
Donlebun (omito deliberadamente la dirección de correo)

Estimado general Pardo de Donlebún:


Yo también volvería a hacer lo mismo: es decir, buscar y llevarme del EMAD los documentos necesarios para tratar de esclarecer las responsabilidades habidas en la contratación del Yakovlev en que perdieron la vida 62 soldados españoles. Igualmente, también


volvería a ascenderle a general por las razones que le expuse desde el salón del Consejo de Ministros el día de mi cese.


Mi margen de actuación, como el de cualquier ser humano libre, viene dictado por las leyes y es  tan amplio o tan estrecho como su libertad personal, honor y conciencia le consienten.


Cordialmente le saluda, José Bono


Unos días después recibí una invitación para acudir a la presentación del libro en el Hotel Intercontinental el día 24 de Marzo.  Naturalmente, no acudí.


En fin, vayamos al contenido de las mencionadas páginas 149 y 365, en las que me cita, como ya he dicho, sin permiso.



PÁGINA 149


“España pagó 149.000 euros por el Yakovlev, pero costó 38.500  ¿Quién se quecon más de 100.00 euros?”.  El mero hecho de hacer tan gravísima afirmación es una muestra palmaria de su mala intención   ¿Qué pretende insinuar?   ¿Qué mi amigo Joaquín Yáñez, solo o en compañía de otros oficiales, se dedicaba a hacer turbios negocios recibiendo comisiones?  Esto es lo  que  cualquier  bienintencionado  lectoajeno  a  estas  cuestiones  podría deducir.    El  colmo  es  cuando  afinal  del  capítulo  (página  150)  remata semejante sugerencia con esta otra: ¿Sucedió lo mismo en los más de 40 vuelos anteriores contratados para el transporte de las tropas españolas? La insinuación es tan perversa como de calculada ambigüedad, pues se cuida mucho de acusar directamente a nadie, ni a los oficiales responsables de la contratación en el EMAD ni a los de la Agencia NAMSA de la OTAN.  No es menos cierto que, al final, en una pequeña nota a pie de página, menciona a la línea de contratación”. Pues bien, lo cierto es que por ese vuelo, sencillamente,  no  se  pagó  nada.  Esta  clase  de  servicios,  que  yo  mismo contraté durante los años sucesivos,  no se pagaban hasta que se completara el transporte a satisfacción del cliente, cosa que, naturalmente, no llegó nunca a producirse.  ¿Se puede imaginar alguien al contratista presentando la factura desps de haberse estrellado el avión y muerto todos sus ocupantes?


El ministro, como él mismo afirma, aprovecha la ausencia del JEMAD para acudir a su Cuartel General y así “no comprometerlo. “Me reúno con el jefe del Estado Mayor Conjunto y con otros oficiales Les noto en guardiarecelosos. Ellos no se fían de mí y yo no me fío de ellos”.  No puedo estar s de acuerdo La tensión  se mascaba eel ambiente. Fue una  larga reunión y muy desagradable, en la que en varias ocasiones le contradije de plano.     Especialmente  doloroso  me  resulta  recordar  como  tuvimos  que aguantar de su boca aquella depravada afirmación que él mismo cita en el libro:


en el Yakovlev no se transportaba ganado sino militares españoles y
debo decirles que esta casa no actuó con la diligencia debida”.


Dice que vino al EMAD para recabar datos del Yakovlev, pero lo cierto es que, visiblemente  alterado, asaltó mis propias dependencias  entrando como un elefante en una cacharrería y llevándose toda la documentación de manera indiscriminada.   “Pregunto dónde están los archivos del Yakovlev y me bajan hasta un despacho  donde hay un armario cerrado”.  Esta parte del texto podría parecer irrelevante, pero lo cierto es que no lo “bajamos” a ningún sitio, más bien lo subimos”; en efecto, fui yo mismo el que respondí a su pregunta dicndole que los archivos estaban en mi Sección, la Sección de Logística Operativa de la que yo era el Jefe y, por tanto, responsable. En consecuencia no lo bajamos a ningún recóndito y oscuro sótano donde ocultásemos  información  sensible,  como  podría  deducirse  de  su  novelero relato. Lo subimos de la segunda a la tercera planta del edificio, donde yo mismo y mis oficiales disponíamos de unos dignos y soleados despachos.


“Dicen que la llave la tiene un comandante que hoy no ha venido porque es enfermo.   Fuerzo el armario.”   Es cierto que el comandante que gestionaba el día a día de las operaciones de transporte reo estaba enfermo y disponía de una llave que, ades, sin duda, estaría en su despacho. El comentario se lo hice al JEMACON queriendo resaltar la contrariedad de esta incidencia, pues si como pensábamos, el ministro quería solamente “recabar datos”,  la  presencia  del  comandante,  por  experto  conocedodel  archivo, podría resultar de gran utilidad. Pero la capacidad de fabulación del ministro no tiene límites   ¡Yo tenía mi propia llave en mi despacho y yo mismo ab el armario en su presencia!  El ministro no forzó nada; repito: yo mismo le abel armario con mi propia llave, eso sí, muy contrariado por cómo se estaban desarrollando las cosas.


Lo que sucede a continuación es esperpéntico.  El Sr. Ministro y su director de gabinete se lanzan al armario en cuestión y de manera compulsiva empiezan a extraer sin orden ni concierto cuantos documentos encontraron;  prácticamente vaciaron el armario.  Yo, perplejo ante la escena, le hice saber que todos esos


documentos eran originales, que me dijera que es lo que deseaba llevarse y yo mismo  me  ocuparía  de  que  el  gabinete  de  reprografía  del  EMAD  los fotocopiase  para enviárselos después del preceptivo cotejo del interventor del EMAD, tal como hacíamos habitualmente cada vez que algún  juzgado nos pedía documentación.  Es cierto lo que dice: “El coronel Juan Antonio Pardo de Donlebún me dice que tiene órdenes de que de allí no salgan papeles sin la debida custodia.   Le miro con enfado y le ordeno: “Llame a la Guardia  Civil  para  que  los  conduzca  y  custodie  hasta  mi  despacho
¡Como si yo tuviera atribuciones sobre la Guardia Civil!


En fin, no fue necesario, se los llevó y punto.  Lo que no cuenta el Sr. Bono es que yo, visiblemente enojado, ordené en voz alta a uno de mis oficiales que levantara una relación de lo que se estaba llevando el Sr. Ministro.  Relación a cuyo pie yo mismo firmé el entregado”.   El Sr. Bono declinó estampar su firma en el “recibido”, delegando el engorroso trámite en su ayudante militar que, dicho sea de paso, lo mandó llamar, pues  lo había dejado fuera del despacho,   por lo que era ajeno a lo que dentro se desarrollaba. Conservo copia   de documento,   fechad e 1 d Octubre   d 200  cuyo encabezamiento dicté como sigue:


RELACIÓN DE DOCUMENTOS ENTREGADOS AL CAPITÁN DE CORBETA D. (omito deliberadamente el nombre) POR ORDEN DEL EXCMO SR. MINISTRO DE DEFENSA PARA QUE LOS CUSTODIE Y VIGILE HASTA QUE EL MINISTRO ORDENE SU DEVOLUCIÓN AL LUGAR DEL QUE SALIERON,  ES  DECIR,  LA DIVISIÓN  DE  OPERACIONES  DEESTADO MAYOR CONJUNTO.


Esta parte de la historia, naturalmente, no la cuenta el ex-ministro.   Como tampoco cuenta el auténtico sainete que se desarrolló en aquel despacho, en el que ajenos a lo que sucedía dentro, entraban y salían oficiales, suboficiales y hasta la señora de la limpieza, que no daban crédito a lo que contemplaban (si no fuera por la gravedad de los hechos, diría que en algunos momentos aquello llegó a parecerse al camarote de los hermanos Marx). Dada la urgencia que mostró el Sr. Bono por salir del EMAD con su requisa, ¡hubo que recurrir a la despensa!, desde donde nos proporcionaron cajas de cartón del más variopinto aspecto.


PÁGINA 365

Ya al p de la página 149 dice: Por esta causa me negué a ascender al coronel en las tres ocasiones que lo propuso el AJEMA.  Hoy es general porque apeé la hostilidad y lo promoví al generalato como última decisión de ministro en el Consejo de Ministros de 7 de abril de 2013 (fue en 2010, se trata, sin duda, de un error).

El Sr. Bono comienza este, que es el último capítulo, refiriendo las circunstancias de mi ascenso.  Sucede el Viernes, 7 de Abril de 2010 y se titula “Cesa el ministro de Defensa mero 427”. Dice: Es mi último Consejo de Ministros y recuerdo que no acce a tramitar el ascenso del coronel de Infantería de Marina Juan Antonio Pardo de Donlebún.   El jefe de la Armada me lo había propuesto anteriormente hasta en tres ocasiones, pero siempre me había  opuesto con razones  bien fundadas. Tra de dificultarme la salida de documentos del Estado Mayor de la Defensa con motivo de la investigación de la irregular contratación del avión Yakovlev
42.”   Dice esto, escribe esto en el o 2015 y, permítaseme la licencia, ¡se fuma un puro! ¿Cómo es posible que después de dos sentencias de la Audiencia Nacional, la última avalada por el Tribunal Constitucional se permita hablar de “contratación irregular?  ¿Es que tiene s crédito su criterio que el de los tribunales de justicia?  ¿No es para quedarse perplejo?

Sin solución de continuidad, sigue el relato: “Sin embargo, hoy he decidido ascenderlo.  Es la última decisión que tomo como ministro de Defensa y se la comunico al interesado por teléfono, desde el salón del Consejo de Ministros.”

Ymismo me hago una  reflexn: o fue arbitraria  la decisn dnegar  la tramitación de mi ascenso pese a haber sido propuesto por tres veces consecutivas por el Jefe de Estado Mayor de la Armada o, por el contrario, lo que  fuunarbitrariedad  fuel  ascenderme  a  la  cuarta.  ¿Qué  había cambiado?

El Artículo 14 de las Reales Ordenanzas, las que yo estudié, dice: “La justicia debe imperar en lo Ejércitos de tal modo que nadie tenga que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad”.

Y acaba: “Mantenemos una breve conversación telefónica en la que se emociona. “Mi padre, de 90 años, señor ministro, lo agradecerá muy especialmente Así me voy, sin ningún encono en la cartera ministerial.

Desde luego, no es habitual que el propio Ministro llame a un simple coronel para comunicarle personalmente su ascenso al generalato. En consecuencia, mi sorpresa fue mayúscula y, claro que sí, es cierto que me alegré; ni por asomo me lo esperaba,s bien había abandonado ya cualquier esperanza dascender.  Durante las semanas anteriores, tanto el JEMAD como el AJEMA, me habían insistido en la conveniencia de que fuera a ver al ministro.  Yo me negué;  bien es verdad que, afortunadamente, nadie me lo ordenóLo cierto es que pese a las sugerencias recibidas, nunca le pedí audiencia.  Mi conciencia me dictaba que si había de ascender no tenía por qué dar explicaciones ni, mucho menos, pedir favores.  Me consta que tanto el JEMAD como el AJEMA se empeñaron en mi causa  hasta  la saciedaantel ministro, hasta  que finalmente decidió ascenderme para, como dice ahora, “irse sin encono” o apear la  hostilidad”.    Entonces  solo cabe  concluir  que  lo  suyo  fuuna decisión sectaria por motivos personales, impropia de su cargo y dignidad.

Yo no tengo anotado lo que hablamos, como él, que según dice lo apuntaba todo. Por consiguiente no estoy en condiciones de confirmar la literalidad de algunos de los rrafos de su libro.  Sin embargo, dudo mucho que le dijera eso de que mi padre lo agradece muy especialmente.  Mi padre no tenía que agradecer nada, él era un viejo marino de guerra fajado en la disciplina. Conociéndome como me conozco, me inclino a pensar que mi frase fuera que mi padre se “alegrará especialmente”, como a fue, por cierto.  Lo que recuerdo es que le mencioné la última parte del artículo 14 de  las Reales Ordenanzas. Me considero una persona educadaestuve amable lo cortés no quita lo valiente- y me sentía contento por la noticia, es natural.  Creo que le dije algo así: muchas gracias, señor ministro, a pesar de ser un día complicado para usted, ha decidido finalmente ascenderme. Entende usted que yo no alcanzaba a comprender las razones por las que no ascendía.  Y me complace comprobar que se cumple aquello que dicen la Ordenanzas: el militar no debe esperar del favor ni temer de la arbitrariedad




EPÍLOGO

El 7 de Abril de 2010 pasé a la situación de Reserva, exactamente cuatro años desps de mi accidentado ascenso a General de Brigada.  Hoy, a punto de cumplir los 65 años y pasar a la situación de retirado, miro con satisfacción mi pasado militar como Infante de Marina, de lo que tan orgulloso me siento. He disfrutado des de 40 años de servicio a la Patria en Activo, y algo s de 5 en la Reserva.     Supongo que a lo largo de mi vida militar hab cometido errores, pero de ningún modo considero un error el haberme enfrentado al Ministro de Defensa aquel 13 de Octubre de 2004.  Como le dije al Sr. Bono en el correo electrónico, aquel día actué como un militar y hoy volvería a hacer lo mismo.

También miro con optimismo mi futura vida como Militar Retirado.  A la Armada y a mi querida Infantería de Marina no tengos que agradecerle todo lo que me han dado, que ha sido, sin duda, mucho s de lo que yo les he ofrecido. Espero que Dios me dé una larga vida en la que disfrutar con los míos de un futuro enriquecedor y, por qué no, también de los recuerdos de un viejo soldado.

No  guardo  rencor.  Sólo  he  pretendido  decir  mi  verdad,  tan  testigo  de  los hechos fui yo como el Sr. Bono.   No se trata de defenderme de nadie ni de nada; de hecho, como manifesté al principio, no me siento atacado, pero me duele enormemente que se ponga en duda la honorabilidad de los compañeros que me precedieron, y  que todaa este señor tenga la osadía de sostener que la contratación del Yakovlev fue irregular.  Mi queridísimo amigo y compañero, el coronel Joaquín Yáñez, al igual que sus jefes y sus subordinados, no solo actuaron con honradez, sino que cumplieron impecablemente con su deber.  El Yakovlev 42-D se estrelló y murieron todos sus ocupantes.  No se estrelló por ser un avión ruso, ni por estar en malas condiciones, ni por ser, como se ha llegado a decir, un avión basura.  El avión estaba en perfectas condiciones, lo que ocurre es que, desgraciadamente, a veces ocurren desgraciasreas por errores humanos, como quedó acreditado en la sentencia del caso que nos ocupa.  Es lamentable que todaa, 12 años desps, y pese a los dictámenes de los tribunales de justicia, se siga cuestionando la actuación de aquellos que lo contrataron.

Y ess lamentable todaa que se haya querido utilizar esa terrible tragedia con fines políticos, aunque para denostar al adversario se tenga que utilizar a los militares. Es muy fácil, ellos piensan que nosotros siempre vamos a responder ¡Señor, si, Señor!”  Pues no, a veces hay que decir, con voz alta y clara,¡Señor, no, Sor!, aunque a uno le pueda costar el ascenso.






Madrid, 3 de Mayo de 2015

Juan Pardo de Donlebún y Montesino.


General de Brigada de Infantería de Marina (Res)

jueves, 30 de abril de 2015

Podemos.., ser como los demás.


Pablo Iglesias ha anunciado que Juan Carlos Monedero "dimite de los órganos directivos de Podemos después de cumplir con sus obligaciones con el partido".

Tal como el resto de la casta, "lo dimiten" y dicen que ha dimitido él. Y cuando habla de cumplir con sus obligaciones con el partido se referirá a que fue el hombre de paja que usaron de intermediario para la financiación del partido, ahora convertido en cabeza de turco.

¡Vaya con los libertadores! Se van adaptando. Más de lo mismo.

viernes, 17 de abril de 2015

Hay circo mediático para Rato...

¿Quiénes son los 705 sospechosos, además de Rato, investigados a raíz de la amnistía fiscal de Montoro? ¿Han elegido a Rato para desviar la atención mediáticamente?

Lo de Rato ya se sabía, tenía que saltar tarde o temprano. El que se haya escenificado así, como espectáculo, parece un montaje para que el PP aparezca como justiciero contra un nuevo corrupto aunque sea suyo. Pero, curiosamente, lo que se consigue de inmediato es que ya no se hable de los trapicheos de Montoro a favor de su ex empresa, ahora de sus amigos.

Incluso puede que también sea para compensar el asunto de Griñán y Cháves e intentar salvar la partitocracia bipartidista: "Tú sacrificas a esos, yo sacrifico a éste".


Desde luego, lo que también se logra es quitar de en medio a un claro rival político de Rajoy. Aunque parece que Rato últimamente estaba más centrado en su carrera de millonario que en su carrera política. Y puede que, por elevación, se intente parar una posible vuelta de Aznar para poner orden y recuperar al PP. No sé...


Pero lo que a todas luces ha sido un exceso es la puesta en escena y el juicio mediático, claramente contrario a la presunción de inocencia.


Por cierto, ¿harán lo mismo con Pujol?

miércoles, 18 de marzo de 2015

¿Votar en blanco para protestar?


Me comentan algunos amigos que, como no creen que ningún partido vaya a mitigar su cabreo e indignación, están pensando votar en blanco. No quieren votar a ninguno de los grandes partidos pero tampoco se deciden por alguno de los más pequeños. Y creen que su voto en blanco indicará que están cabreados con el sistema.

Pues no es así, al menos mientras sigamos con la actual ley electoral. Su voto en blanco no hará más que beneficiar a los partidos mayoritarios. ¿Porqué digo esto? Pues porque el reparto de escaños se calcula sobre el total de votos, incluidos los votos en blanco, y por ello elevan el nivel electoral mínimo para conseguir alguno. Además, al participar están aceptando el sistema del que despotrican.

Un partido necesita el 3% del total de votos para obtener representación en las generales. En las elecciones locales, el 5%. Así que para que un partido entre en las Cortes Valencianas, por ejemplo, si hay dos millones de votos, necesita 100.000 para tener un escaño. Pero si además hay 200.000 votos en blanco, necesitará 10.000 más. Luego el voto en blanco favorece a los partidos mayoritarios que, con toda probabilidad, superarán con mucho esos votos.

Los votos nulos, no cuentan para nada. Así que si se quiere protestar metiendo varias papeletas o escribiendo sobre una de ellas que se está hasta las narices, sólo servirá para desahogarse, pero para nada más.

Por otra parte, la abstención indica que no se está de acuerdo con nada o que no se tiene interés alguno, pero puede afectar al resultado final dependiendo de si quienes se abstienen son simpatizantes de una u otra corriente política. Perjudicarán por tanto a su corriente política, de tenerla. Es decir, que si hubieras decidido votar a determinado partido si tu cabreo fuera menor y decides no ir a votar, es a ese partido al que más perjudicarías. Una votación se da por válida incluso con tan sólo que voten el 30% de los inscritos. Y esa abstención se olvida al día siguiente.

Además, la Ley D'Hont beneficia la concentración de voto, por lo que si hay muchos votos pero están dispersos se tiene menos representación que si hay menos pero concentrados en una provincia o región. Esto explica la incongruencia de que  en 2008 IU obtuviera 2 escaños con casi un millón de votos, y el PNV consiguiera 6 con menos de la tercera parte de votos, poco más de 300.000.

Con esto no pretendo más que aportar mi granito de arena a quienes no tienen claro estas cuestiones a la hora de intentar expresar su descontento, sin intención de intentar influir en cómo lo hagan.

viernes, 23 de enero de 2015

Intervención íntegra de Aznar en la Convención Nacional del Partido Popular:


“Tal día como hoy hace 20 años yo estaba en San Sebastián enterrando a Gregorio Ordóñez. Se había iniciado la campaña de liquidación del Partido Popular en el País Vasco y en toda España. Siguieron Alberto y Ascensión. Luego, muchos otros. Yo también; la diferencia es que tengo la fortuna y el privilegio de poder contarlo.
A Gregorio no lo asesinaron porque sí. Lo asesinaron porque sabían que era el mejor. Porque no soportaban que fuera el político más querido de San Sebastián, porque era el que más trabajaba, el que mejor se hacía entender. Especialmente cuando decía alto y claro que en el País Vasco los únicos que sobran son los asesinos y sus cómplices, se vistan como se vistan. Sobraban entonces y, por cierto, siguen sobrando ahora.
Estoy muy contento por estar con todos vosotros, también para que juntos podamos recordar a Gregorio, como recordaremos siempre a todos aquellos a los que ha golpeado el terrorismo.
Cuando se supo que yo iba a intervenir en esta Convención, muchos escribieron: “Aznar vuelve”. Yo leía ese tipo de titulares y me preguntaba: ¿de dónde? ¿A dónde me había ido yo? Yo no vuelvo hoy de ninguna parte porque nunca me he ido a ninguna parte. Estoy donde siempre y estoy como siempre. Porque sigo creyendo que el Partido Popular es el mejor instrumento para defender los intereses de los españoles. Ahí es donde estoy y donde he estado siempre y donde seguiré estando en el futuro.
Creo que España necesita más Partido Popular, no menos.
Necesita más nación, más Estado y más unidad, no menos.
Necesita más determinación frente a quienes quieren acabar con nuestros valores y nuestras libertades, no menos.
Necesita más Estado de derecho y más ley, nunca menos.
Necesita más espíritu de la Transición y del pacto constitucional. Más reformas y más confianza, y no menos.
Necesita creer más en sus propias fuerzas y no atormentarse cuando se detecta alguna debilidad. Necesita más ciudadanos protagonizando un proyecto compartido de éxito, y no menos.
España necesita ambición. Necesita la ambición de volver a ser un país fuerte.
Dueño de su futuro. Un país emprendedor, que proyecta, que innova, que quiere dejar su huella. Que quiere ser protagonista. Lleno de energía. Que anima, que estimula.
Que facilita las cosas y que premia a quienes lo intentan y se esfuerzan cada día por dar un paso más adelante y para que su país sea mejor. Como se merece.
Por todas estas razones España necesita hoy más Partido Popular, no menos. Y necesita que el Partido Popular esté y que se note que está.
Porque la crisis institucional y la crisis económica se van a superar “con” el Partido Popular, y no “a costa” del Partido Popular.
Nos van a juzgar los ciudadanos, y no han sido tiempos fáciles para muchos. Por eso creo es
una opinión, pero lo creo que a los españoles tenemos que despejarles algunas dudas.
Hay quienes dan por amortizado al PP. Y tal vez haya españoles que se estén haciendo esta pregunta: ¿aspira realmente el PP a ganar las elecciones? Y a eso hay que contestar.
Quiero repetir la pregunta: ¿aspira realmente el Partido Popular a ganar las elecciones?
Para empezar, no despreciemos ni el desánimo de algunos, ni los recelos o el enfado de otros. A todos ellos, y a muchos más, vamos a decirles con claridad y con sencillez, que sí, que el Partido Popular aspira a ganar las elecciones. Que quiere ganarlas para seguir forjando mayorías, para seguir siendo la expresión de la mayoría política y social de España.
Que las quiere ganar, precisamente, para devolver el ánimo a los desanimados; para dar certezas a los que dudan, y para que aquellos que están enfadados sepan que, para nosotros, ellos siguen contando.
Queremos ganar las elecciones para que las cosas que se han hecho bien se hagan mejor. Y para que las cosas que se han hecho menos bien, se corrijan.
Podremos equivocarnos. No somos infalibles ni perfectos. No lo somos. Ni somos infalibles ni debemos permanecer indiferentes a las voces que con todo derecho preguntan, critican y exigen. Pero la cuestión ahora es quién ofrece para España un proyecto creíble. Un proyecto en el que se pueda confiar y que pueda ser útil.
No lo tiene la izquierda, que está dividida en tres: los que han decidido hundir su propio barco, los que están en la inopia y los populistas. A todos se les cayó encima el Muro de Berlín. Y a algunos también se les van a caer ahora los cascotes del fracaso del chavismo.
Tampoco tiene un proyecto para España el nacionalismo. Salvo el que consiste en intentar romper España, cuando lo único que conseguirían sería romper Cataluña. Los mismos por
cierto que dicen que el Estado es su enemigo mientras el Estado les llena la caja que han vaciado para que puedan pagar a fin de mes.
Tampoco lo tiene el nacionalismo que en el País Vasco quiere enterrar la historia heroica y ejemplar de las víctimas y de la lucha del Estado de derecho para sustituirla por ese relato intragable que envuelve juntos a víctimas y verdugos.
Los mismos por cierto que rechazan la Constitución y que dicen que el Estatuto está muerto pero corren a protegerse con la Constitución y el Estatuto cuando alguien pregunta sobre el Concierto Económico.
No hace falta mucho esfuerzo para imaginar qué habría ocurrido con España en estos años si todos estos hubieran tenido alguna responsabilidad de gobierno más.
Y en este escenario, ¿dónde queda situado el Partido Popular? Pues donde es más necesario: en la centralidad. Nos sitúa en el eje de la estabilidad de España, compartiendo con los españoles el único proyecto político real que se les ofrece.
Un proyecto que va más allá de un Gobierno concreto, porque es un compromiso firme con una nación unida, en la vanguardia de Europa y presente en el mundo.
Una nación seria en sus responsabilidades y constante en su modernización. Una nación plural pero de ciudadanos iguales; una nación solidaria, responsable, que crea y ofrece oportunidades.
Una nación reconocible y cierta, que ha demostrado ser capaz de lo mejor, de afrontar las pruebas más difíciles.
Creo que pocas veces ha habido en España tantos tan confundidos sobre los verdaderos desafíos que tiene nuestro país.
Unos creen que su desafío es romper el Estado y destruir la nación. Otros, que el desafío es quebrar el sistema político con la coartada de la corrupción. Y para algunos, el desafío debería ser simplemente aclararse: aclarar si lo que quieren es una federación confederal o una confederación federal; una federación asimétrica o una asimetría federada; una autonomía confederada o una confederación autonómica.
No son esos los desafíos reales de España. Se equivocan. Pero nosotros no debemos equivocarnos. Lo que puede dar bienestar, progreso y oportunidades no es la ruptura, ni la destrucción, ni la revancha, ni la confusión..
El verdadero desafío es garantizar el futuro del modelo de bienestar y crear oportunidades de empleo. Es seguir modernizando España y apoyar las iniciativas que construyen. Es estar en el puente de mando de Europa y no en la sala de cuarentena.
Tenemos que fortalecer las clases medias. Son la columna vertebral de una sociedad y dan la medida de su progreso. Queremos una sociedad en la que la diferencia que importa sólo la marquen el trabajo, la superación y el esfuerzo.
Fortalecer las clases medias, después del inmenso esfuerzo que han hecho, significa bajar los impuestos a los que trabajan y ahorran; a los que piensan en su futuro y en el de sus hijos; a los que arriesgan para crear.
Significa mejorar la educación de todos en conocimiento y valores. Significa reconocer el talento y alentar la suma de aspiraciones legítimas que impulsan a un país hacia su futuro.
Debemos recordar que debajo del ruido, en medio de muchas dificultades, hay un país en el que muchos han luchado contra la crisis; que la han superado o que tal vez han caído pero están decididos a levantarse. Ellos son imprescindibles. Tienen que ser más y tienen que sentir nuestro apoyo para que sean más.
Entre ellos, y muy principalmente, los jóvenes. Muchos se sienten excluidos en la crisis. No debemos permitir que se sientan excluidos en la recuperación.
Estoy convencido de que si nos comprometemos a forjar una gran alianza social y empresarial por el empleo de los jóvenes, los jóvenes no van a fallar.
Estos son los verdaderos desafíos de los españoles, y por tanto los que debemos hacer nuestros.
Pero, además, algunos deben saber que para esos otros desafíos, para los suyos, también tenemos respuesta. La respuesta es hacer política, la mejor política, la que convoca y articula a las mayorías sociales hacia objetivos compartidos. Y la respuesta es también la Constitución y la ley.
Nadie tiene el derecho de dividir y enfrentar a una sociedad. Y debe quedar claro que nadie puede echar un pulso a la democracia y al Estado sin que eso tenga consecuencias.
Los secesionistas dicen que los catalanes están encantados de ir hacia el abismo que les preparan. No lo creo. No es verdad. Y frente a eso hay una política por levantar y hay un gran esfuerzo de movilización por hacer.
Hay que hacerlo con constancia y con generosidad, para que Cataluña no quede secuestrada y enmudecida por el independentismo. Hay que hablar de la Cataluña plural y con la Cataluña plural. Siempre lo hemos hecho. Y, desde luego, órdagos, ninguno. Secesiones, ninguna. Y chantajes, sencillamente, no se acepta ninguno.
No nos asusta la Cataluña plural y moderna. Es la que queremos: Cataluña completa y con todos. Les asusta a ellos, que no la quieren, que la temen porque les contradice y les desmiente. Por eso buscan la Cataluña dividida y mutilada, porque sólo en ella podrían imponerse.
Por tanto, hay que hacer una política nacional clara. Ley frente al que quiere romper la convivencia. Y ley, también, frente a quien la ha dinamitado. Por eso, no debe haber dudas; y si alguien las ha tenido o las tiene, le vamos a ayudar a que salga de ellas:
∙ los terroristas en la cárcel, cumpliendo sus penas;
∙ los que siguen apoyándoles y les exaltan, a los tribunales;
∙ y a las víctimas, estén donde estén, puertas abiertas y brazos extendidos. A las víctimas, memoria, dignidad y justicia. Hoy, mañana y todos los días, aquí, en Estrasburgo, en Bruselas o en San Sebastián, donde sea.
Algunos nos invitan a pasar página. Yo digo que de eso, nada.
Hay que tener bien abierto el libro del sacrificio de nuestros compañeros y de nuestros compatriotas. Para que se siga leyendo completo. Para que nadie lo envíe al rincón donde habita el olvido.
No vamos a cerrar el libro de su sufrimiento y de su virtud. No es historia del PP, es el presente de todos. Es lo mejor de lo que somos, porque nos hicieron mejores y se lo debemos a ellos.
Hace unos minutos he hecho una pregunta, y ahora me gustaría formular otra.
Es posible incluso que a más de uno os la hayan hecho alguna vez. Y hay que darle la respuesta adecuada. La pregunta es esta: ¿dónde está el Partido Popular?
Y yo voy a responder a esa pregunta. Yo estoy hoy aquí porque creo que el Partido Popular está hoy aquí. El Partido Popular está aquí.
Es el partido que nunca ha tenido las cosas fáciles, el que ha permitido que España tuviera una alternativa real que pudiera hacerse cargo de las herencias de otros, que se cuentan por desastres.
Lo sabéis muy bien en los ayuntamientos y en las Comunidades Autónomas.
Sabéis muy bien en qué condiciones habéis tenido que hacer el esfuerzo de gobernar durante estos años.
Y quiero que este partido, que hoy está aquí, esté pronto otra vez en las calles y en las urnas, en primera línea, defendiendo la democracia y las libertades, con la cabeza bien alta.
El Partido Popular sois vosotros y muchos más. Todos los que conocen el lado duro y desagradecido de la política, los que asumen el compromiso más noble y más generoso con su país.
Y quiero deciros que creo, sinceramente, que necesitamos gente de valía que reivindique la política. Y por eso, hoy como siempre, serenamente y mirándoos de frente, os digo que la corrupción es un cáncer que no podemos tolerar. Os digo que cada uno tiene que responder de sus actos; con la ley, con todas sus garantías pero con todas sus exigencias.
Y os digo que yo respondo de los míos desde el primero hasta el último.
Mirándoos de frente os lo digo: de mis actos respondo desde el primero hasta el último.
Lamentaremos las decepciones y asumiremos los errores; seguiremos trabajando para recuperar confianzas perdidas y sumaremos esfuerzos para proteger y fortalecer las instituciones. Pero necesitamos la política y necesitamos a personas que sigan comprometiéndose con el interés común.
Por eso, tenemos que separar a los que de verdad quieren acabar con la corrupción de los que con
la coartada de la corrupción quieren acabar con el sistema
democrático. Distingamos y ayudemos a distinguir.
Porque no hay nada bueno en la fragmentación, ni en la inseguridad; eso no es más democrático o más eficaz o más deseable. No hay nada bueno en dejar de ser un anclaje firme de estabilidad en Europa y convertirse en una fuente de problemas.
Europa conoce bien que el populismo es hijo de la antipolítica, siempre con la coartada de la corrupción. Pagamos un precio muy alto en el pasado y pagaríamos de nuevo un precio muy alto si perdiéramos de vista que ese cuento siempre termina mal.
Recuperar la confianza no es fácil. Pero no estamos ante elecciones administrativas, ni ante elecciones de ensayo y error; esto tienen que entenderlo muy bien todos los ciudadanos. Serán elecciones cruciales en las que se decidirá si se pone fin o no a décadas de libertad y de progreso. Hay que decidir si seguimos adelante corrigiendo errores o si saltamos al vacío.
No se decidirá entre continuidad o cambio. Se decidirá entre cambiar para destruir o cambiar para construir.
Nosotros, como partido, tenemos que empezar a escribir un nuevo capítulo mirando a los que nos han dado su confianza.
Tenemos que afirmar nuestro proyecto. Despejar niebla y confusión sobre lo que somos y sobre lo que queremos.
Hacemos reformas porque creemos en el cambio para mejorar. Y también se nos aplica la obligación de cambiar para mejorar.
No se trata de apelar al miedo. Se trata de apelar a la ambición de hacer un país mejor para todos. Nunca hemos apelado al miedo. Siempre hemos creado confianza en los españoles ofreciéndoles propuestas ambiciosas, moderadas, razonables, probadas.
Nunca hemos trasladado nuestras responsabilidades a los electores, nunca hemos pretendido convertir nuestros problemas en los suyos. Y así debemos seguir.
Eso es lo que nos ha diferenciado, lo que gusta de nosotros, lo que atrae y lo que nunca decepciona.
Hemos probado nuestro compromiso con la libertad y con la democracia.
Habremos hecho cosas mal, pero menos que cualquiera.
Tendremos motivos para la rectificación y para la enmienda, pero ganamos en cualquier comparación.
Pero no basta con eso. Tenemos que aspirar a ser los mejores, no a ser los menos malos. Porque sobre esa base no se puede construir ningún proyecto político que valga la pena.
Nuestra historia como partido se puede resumir en tres palabras: sumar, sumar y sumar. Incorporando a todo aquel que quiera comprometerse.
No podemos responder al “todos contra el PP” con “el PP contra todos”. La respuesta al “todos contra el PP” tiene que ser un Partido Popular más abierto que nunca, más comprometido que nunca con los valores en los que se funda nuestra convivencia.
Un Partido Popular listo para ir contra todo miedo y contra toda ira que quieran establecer en la sociedad española.
Tenemos que ofrecer cuatro años de esfuerzo y de entrega del mejor Partido Popular, no cuatro años de un PP que, simplemente, evita que gobiernen otros. Eso serían cuatro años perdidos.
Debemos y podemos ofrecer un proyecto claro, el nuestro, y un compromiso creíble de llevarlo adelante. Hay que salir a cara descubierta, fieles a nosotros mismos, fieles a nuestro electorado. Seguros, predecibles y fiables.
Hay que tender puentes. Todos los que sean necesarios y más. No para marcharnos a ninguna parte, sino para que venga todo el que quiera hacer crecer nuestro proyecto para España y para sacar adelante el futuro de nuestro país.
Y crecer no es desplazarse, es estar donde se estaba y además en sitios nuevos. Y eso se hace sumando, sumando y sumando.
Va a haber oportunidad de hacerlo, porque la izquierda empieza a mostrar su peor versión.
Muchos españoles moderados no van a acompañarla en ese viaje de revancha que conduce a la destrucción de los consensos. Al viejo lenguaje de confrontación hecho de palabras como puños.
Y debemos recordar que la centralidad no se gana a costa del proyecto sino gracias a él. Nosotros no tenemos que ir al asalto de nada, tenemos que ir al encuentro de todos los que quieren que España siga adelante. Esa es nuestra obligación, esa es nuestra responsabilidad.
Algunos querrán dividirnos e intimidarnos, porque siempre queda algún ingenuo que cree que eso se puede hacer con el PP. Intentarán que nos metamos debajo de la mesa y que nos avergoncemos de ser lo que somos. No lo vamos a hacer.
No hay razón para desistir ni para esconderse de nada; hay razón para el coraje y para las convicciones.
Necesitamos unidad alrededor de lo que nos define como partido.
Necesitamos valentía y empuje para recuperar el terreno que parece abandonado, pero que aún no ha sido ocupado por nadie. Y estoy convencido de que los españoles quieren que nos volvamos a encontrar.
Nosotros debemos estar a lo nuestro, a lo que los ciudadanos siempre han visto en el Partido Popular. Trabajando día a día, sin dar espectáculos y sin montar un circo en cada plaza.
Creo que los españoles nunca han necesitado de todo nuestro proyecto político tanto como hoy.
Tenemos la obligación de ganar las próximas elecciones. Si me permitís decirlo, tenemos una obligación casi histórica de ganarlas.
Aquí no está en juego el futuro de nuestro partido, sino el de España, que pasa hoy por el éxito del Partido Popular. Como ha pasado en los últimos veinte años, se diga lo que se diga y lo cuente quien lo cuente.
Hace años mucha gente nos decía que aspirábamos a cosas imposibles. Pero creíamos que eran cosas necesarias, así que no decidimos a hacerlas posibles.
Muchos de los que estáis hoy aquí lo recordaréis bien.
Hoy, algunos vuelven a plantearnos ese mismo desafío: dicen que lo tenemos casi imposible.
Pero de nuevo creemos que se trata de cosas necesarias. De manera que yo creo que tenemos que decidir volver a hacerlas posibles.
Hacer posible que se renueve la confianza con los españoles.
Hacer posible la ilusión por un proyecto común de progreso y bienestar.
Hacer posible el final de la deriva disolvente y egoísta que algunos pretenden excitar.
Hacer posible que seamos el país que debemos ser.
Estoy convencido de que son una inmensa mayoría de dentro y de fuera de nuestro partido, a derecha o a izquierda, los españoles que no están dispuestos a levantarse una mañana y descubrir que España es apenas ya nada.
Por ellos debemos estar dispuestos a soportar cualquier carga y a hacer cualquier esfuerzo. Este partido se ha construido sobre bases muy sólidas. Los españoles lo saben, pero tenemos que recordárselo. Tenemos que recordarles que somos su partido.
Tenemos que renovar el contrato que les ofrecimos. Hacer de sus exigencias legítimas la razón de un nuevo vínculo político para un tiempo también nuevo de unidad, de empleo, de libertad y de solidaridad.
Esa es nuestra tarea. Sabemos hacerla. Y para ella, si queréis, contad conmigo.
Estoy donde siempre. Estoy con vosotros”.

miércoles, 7 de enero de 2015

lunes, 5 de enero de 2015

Carta a lo Magos de Oriente

Queridos Reyes Magos:
Os pido unas frutas con sabor a frutas, un mar que huela a mar y un campo que suene a campo. También quisiera un beso con sabor a siempre y una sonrisa que no sea mueca. Me encantaría también un mundo sin sectas y que los idiotas lleven cartelito, por no perder tiempo descubriéndolos, vaya.
Quisiera abrazos sin precio y que los rencores engorden. Y como el futuro no es más que una posibilidad, un presente más largo.
Y que me mire...
Gracias.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Mensaje de Navidad de Felipe VI



Buenas noches.

Quiero, en primer lugar, daros las gracias por abrirme vuestras casas en esta Nochebuena. Un momento que es, sobre todo, de cercanía y de reencuentro; un momento para aproximarnos, para mirarnos con la voluntad y el deseo de entendernos, para transmitir a las personas que nos rodean nuestros mejores sentimientos de afecto, de paz y de alegría.

Hoy quiero estar a vuestro lado para compartir -en el primer mensaje de Navidad que os dirijo-, unas reflexiones sobre nuestro futuro, con la mirada puesta, con confianza en el año 2015.

Estamos viviendo tiempos complejos y difíciles para muchos ciudadanos y para España en general. La dureza y duración de la crisis económica produce en muchas familias incertidumbre por su futuro; la importancia de algunos de nuestros problemas políticos genera inquietud; y las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público, provocan, con toda razón, indignación y desencanto.

Los problemas que he mencionado han dado lugar a una seria preocupación social. Sin embargo, no debemos dejarnos vencer por el pesimismo, el malestar social, o por el desánimo; sino afrontar con firmeza y eficacia las causas de esos problemas, resolverlos y recuperar el sosiego y la serenidad que requiere y merece una sociedad democrática como la nuestra.

El pasado mes de octubre afirmé en Asturias que necesitábamos referencias morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que preservar. Decía, entonces, que necesitábamos un gran impulso moral colectivo. Y quiero añadir ahora que necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esa tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable.

Es cierto que los responsables de esas conductas irregulares están respondiendo de ellas; eso es una prueba del funcionamiento de nuestro Estado de Derecho. Como es verdad también que la gran mayoría de los servidores públicos desempeñan sus tareas con honradez y voluntad de servir a los intereses generales.

Pero es necesario -también y sobre todo- evitar que esas conductas echen raíces en nuestra sociedad y se puedan reproducir en el futuro. Los ciudadanos necesitan estar seguros de que el dinero público se administra para los fines legalmente previstos; que no existen tratos de favor por ocupar una responsabilidad pública; que desempeñar un cargo público no sea un medio para aprovecharse o enriquecerse; que no se empañe nuestro prestigio y buena imagen en el mundo.

Pocos temas como éste suscitan una opinión tan unánime. Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción. La honestidad de los servidores públicos es un pilar básico de nuestra convivencia en una España que todos queremos sana, limpia.

También quiero hablaros de la situación económica, porque continúa siendo un motivo de grave preocupación para todos. Los índices de desempleo son todavía inaceptables y frustran las expectativas de nuestros jóvenes y de muchos más hombres y mujeres que llevan tiempo en el paro. Es cierto que nuestras empresas son punteras en muchos sectores en todo el mundo; pero también lo es que nuestra economía no ha sido capaz, todavía, de resolver de manera definitiva este desequilibrio fundamental.

No obstante, es un hecho -muy positivo- que las principales magnitudes macroeconómicas están mejorando y que hemos recuperado el crecimiento económico y la creación de empleo. Estos datos son una base nueva para la esperanza de que, en el futuro, puedan generarse de forma sostenible muchos más empleos y, especialmente, empleos de calidad.

Es evidente, por tanto, que la lucha contra el paro debe continuar siendo nuestra gran prioridad. El sacrificio y el esfuerzo de los ciudadanos durante toda la crisis económica exige que los agentes políticos, económicos y sociales trabajen unidos permanentemente en esta dirección, anteponiendo sólo el interés de la ciudadanía. Porque la economía debe estar siempre al servicio de las personas.

Por eso, debemos proteger especialmente a las personas más desfavorecidas y vulnerables. Y para ello debemos seguir garantizando nuestro Estado de Bienestar, que ha sido durante estos años de crisis el soporte de nuestra cohesión social, junto a las familias y a las asociaciones y movimientos solidarios. Algo de lo que debemos realmente sentirnos orgullosos.

Quiero referirme ahora también a la situación que se vive actualmente en Cataluña.

El pueblo español, en el ejercicio de su soberanía nacional, ratificó mediante referéndum la Constitución de 1978, que proclamó nuestra unidad histórica y política y reconoció el derecho de todos a sentirse y ser respetados en su propia personalidad, en su cultura, tradiciones, lenguas e instituciones.

Bajo ese espíritu constitucional, hemos convivido estos años. Cada Comunidad, cada pueblo y territorio de España, cada ciudadano, han aportado lo mejor de sí mismos en beneficio de todos. Y sin duda, desde Cataluña, se ha contribuido a la estabilidad política de toda España y a su progreso económico.

Es evidente que todos nos necesitamos. Formamos parte de un tronco común del que somos complementarios los unos de los otros pero imprescindibles para el progreso de cada uno en particular y de todos en conjunto.

Pero no se trata solo de economía o de intereses sino también y sobre todo, de sentimientos.

Millones de españoles llevan, llevamos, a Cataluña en el corazón. Como también para millones de catalanes los demás españoles forman parte de su propio ser. Por eso me duele y me preocupa que se puedan producir fracturas emocionales, desafectos o rechazos entre familias, amigos o ciudadanos. Nadie en la España de hoy es adversario de nadie.

Y lo que hace de España una nación con una fuerza única, es la suma de nuestras diferencias que debemos comprender y respetar y que siempre nos deben acercar y nunca distanciar. Porque todo lo que hemos alcanzado juntos nace de la fuerza de la unión. Y la fuerza de esa unidad es la que nos permitirá llegar más lejos y mejor en un mundo que no acepta ni la debilidad ni la división de las sociedades, y que camina hacia una mayor integración.

Los desencuentros no se resuelven con rupturas emocionales o sentimentales. Hagamos todos un esfuerzo leal y sincero, y reencontrémonos en lo que nunca deberíamos perder: los afectos mutuos y los sentimientos que compartimos. Respetemos la Constitución que es la garantía de una convivencia democrática, ordenada, en paz y libertad. Y sigamos construyendo todos juntos un proyecto que respete nuestra pluralidad y genere ilusión y confianza en el futuro.

Porque necesitamos, también, ilusión y confianza.

El mes de junio pasado, España se dio a sí misma y al mundo un ejemplo de seriedad y dignidad en el desarrollo del proceso de abdicación de mi padre el Rey Juan Carlos y de mi proclamación como Rey; todo ello de acuerdo con nuestra Constitución. Y a lo largo de estos últimos meses me habéis rodeado de vuestro respeto, afecto y cariño. Sinceramente, me he sentido querido y apreciado y os lo agradezco de corazón. Y tengo que deciros también que he visto ilusión en muchos de vosotros, en vuestras miradas, en vuestras palabras, ante el inicio de una nueva época en nuestra historia.

Es cierto que vivimos tiempos complejos y difíciles. Sin duda. Pero son también tiempos que debemos afrontar con responsabilidad, con ilusión y espíritu renovador. Tiempos nuevos que se proyectan en todos los ámbitos de nuestra vida colectiva e individual. Y ahora nos corresponde a los españoles de hoy continuar la tarea de labrar nuestro mejor futuro; que empieza ya, que ha empezado ya.

Afortunadamente, no partimos de cero, ni mucho menos, y, por ello, no debemos olvidar lo que hemos conseguido juntos con grandes esfuerzos y sacrificios, generación tras generación; que es mucho y lo debemos valorar con orgullo.

Aunque también tengamos la responsabilidad de corregir los fallos y mejorar y acrecentar los activos de la España de hoy, con la vista puesta en un futuro que nos pertenece a todos los españoles.

Somos una democracia consolidada. Disfrutamos de una estabilidad política como nunca antes en nuestra historia. Nuestro marco constitucional nos ha permitido la alternancia política basada en unas elecciones libres y democráticas. Somos, además, una nación respetada y apreciada en el mundo y con una profunda vocación universal, imprescindible para promover nuestra cultura y defender nuestros intereses en un mundo global. Hoy, más que nunca, somos parte fundamental de un proyecto europeo que nos hace más fuertes, más competitivos y más protagonistas de un futuro de integración.

Como dije en mi discurso de proclamación, todo tiempo político tiene sus propios retos. Debemos seguir avanzando en nuestra convivencia política, paso a paso, adaptándola a las necesidades de nuestro tiempo. Poner al día y actualizar el funcionamiento de nuestra sociedad democrática y conseguir que los ciudadanos recuperen su confianza en las instituciones. Unas instituciones con vigor y vitalidad, que puedan sentir como suyas.

No quiero terminar mis palabras sin transmitiros un mensaje de esperanza.

Regenerar nuestra vida política, recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, garantizar nuestro Estado del Bienestar y preservar nuestra unidad desde la pluralidad son nuestros grandes retos. No son tareas sencillas. No son retos fáciles. Pero los vamos a superar, sin duda; estoy convencido de ello. Tenemos capacidad y coraje de sobra. Tenemos también el deseo y la voluntad. Y hemos de sumar, además la confianza en nosotros mismos.

Esa es la clave de nuestra esperanza en el futuro. La clave para recuperar el orgullo de nuestra conciencia nacional: la de una España moderna, de profundas convicciones democráticas, diversa, abierta al mundo, solidaria, potente y con empuje. Con ese mismo empuje y con el ejemplo con el que vosotros afrontáis vuestro día a día luchando ante las adversidades intentando progresar, procurando mejorar honestamente vuestra vida y la de vuestras familias. Y ahí estaré siempre a vuestro lado como el primer servidor de los españoles.

Gracias nuevamente por escucharme esta noche y muchísimas felicidades en nombre de la Reina, de la Princesa de Asturias y de la Infanta Sofía.

Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid


Nosotros somos

nuestra patria

Por Pedro J. Ramírez


Pedro J. Ramírez durante la presentación en el Ateneo de Madrid.

Vuelvo al Ateneo ya como socio de la “docta casa”. Si Azaña habló en su famoso discurso de 1930 de las tres generaciones del Ateneo refiriéndose a la de los Alcalá Galiano y Martínez de la Rosa, a la de los Castelar y Juan Valera y a la suya propia, con Ortega y Unamuno entre sus puntales, pronto podemos identificar a otras tres generaciones y yo me sentiré muy honrado de haberme incorporado a la sexta.

Conste mi agradecimiento a estos tres grandes columnistas que me han acompañado hoy. Por lo que han dicho aquí pero sobre todo por lo que han dejado escrito a lo largo de los años. Gistau, Jabois y Ussía encarnan la mejor tradición del periodismo literario español: la de la excelencia en la escritura. En sus textos reverbera la prosa de Azorín y de Ruano, de Bonafoux y Fernández Flórez, de Camba y de Umbral… He tenido la suerte de haber contado en ‘El Mundo’ con Gistau y Jabois -dos centauros del desierto con cabeza de literato, cascos de reportero y corazón indomable- y la desdicha de no haberlo conseguido con Ussía, pero a cambio me ha elegido para presentar su nueva entrega de la saga de Sotoancho. El lunes habrá pues partido de vuelta en el Palace.

Umbral prologó el primer volumen de mi antología de Cartas del Director publicado en 2005 cuando se cumplieron 25 desde mi nombramiento al frente de Diario 16. Este segundo volumen recoge textos publicados durante nueve años más hasta mi destitución como director de El Mundo en enero de este año. La selección atañe pues a los años de Zapatero y Rajoy en la Moncloa aunque no los abarque por completo.

Si se titula ‘Contra Unos y Otros’ no es tan sólo porque mi obra refleje la función adversativa consustancial al periodismo; no es tan sólo porque yo siempre me haya sentido, al modo de Montaigne, “gibelino entre los güelfos y güelfo entre los gibelinos”; no es tan sólo porque el perro guardián tenga que ejercer su labor de vigilancia, gobierne quien gobierne.

No, si se titula ‘Contra Unos y Otros’ es porque durante este concreto periodo de tiempo, como le escribía Larra a su director Andrés Borrego el año anterior a su suicidio, “constantemente he formado en las filas de la oposición. No habiendo un solo ministerio que haya acertado con nuestro remedio, me he creído obligado a decírselo así claramente a todos”.

Es cierto que si nos atenemos a la reacción personal de Zapatero y Rajoy frente a esas críticas, me ha tocado vivir una gran paradoja.

Un líder de izquierdas, al que no respaldé casi nunca y al que critiqué con gran dureza casi siempre, dio un ejemplo de tolerancia y ‘fair play’, aceptando las reconvenciones más severas como parte de la normalidad democrática, manteniendo conmigo una buena relación personal, rayana a veces en la intimidad, a sabiendas de que siempre me tendría enfrente en asuntos clave.

En cambio un líder de centro-derecha, para el que pedí tres veces el voto y al que acogí con claras muestras de apoyo, rompió todos los puentes, que él mismo había tendido con interesado ahínco durante su larga travesía del desierto, en cuanto llegó al poder y recibió mis primeras críticas; y se lanzó ferozmente a mi yugular, en cuanto vio comprometida su supervivencia política por sus SMS de apoyo a Bárcenas, publicados en la portada del periódico. De hecho fue él y no yo quien quedó retratado para siempre cuando me coceó en aquel bochornoso pleno del 1 de agosto de 2013.

Pero que mi relación personal con Zapatero fuera excelente y con Rajoy haya devenido de mal en peor, hasta simas sólo habitadas hasta ahora por el señor X, no es algo que concierna demasiado a los ciudadanos, ni siquiera a mis lectores, pues este volumen es la prueba de que a la hora de escribir lo que cuentan son los hechos de quien gobierna y no si intenta matarte a besos o a base de puñaladas traperas.

Durante esta última década de la vida de España he estado Contra Unos y Otros -he sido muy crítico con los gobiernos del PSOE y con los del PP-, porque ni unos ni otros han mejorado ni la calidad de nuestra democracia ni los fundamentos de nuestra economía. Por el contrario han sido años, siguen siéndolo, de decadencia y retroceso.

No digo que todo lo hayan hecho mal. Zapatero amplió los derechos de las minorías y Rajoy hizo una razonable reforma laboral. Pero en conjunto han creado más problemas de los que han resuelto y han provocado que las esperanzas e ilusiones de una sociedad que comenzó vigorosamente el siglo XXI se hayan trocado en decepciones y frustraciones.

Nunca he disparado al bulto. Todas mis críticas han tenido fundamento y han sido expuestas razonadamente.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque ni los unos ni los otros han sido capaces de impulsar la economía, crear empleo digno de tal nombre y ofrecer oportunidades en España a la gran mayoría de los jóvenes.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque ni los unos ni los otros han reformado la administración, renunciado a ningún privilegio y recortado el gasto público lo suficiente como para permitir respirar y desarrollarse a las pequeñas y medianas empresas, a los autónomos, al sector privado, a los profesionales, a las clases medias en suma.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque unos y otros han preferido hacer el ajuste crujiendo a impuestos a los españoles de hoy e hipotecando el futuro de los españoles de mañana con sus déficits desmesurados, con su vertiginoso y temerario endeudamiento público.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque unos y otros se han plegado a los intereses de ese autonombrado Gobierno en la sombra que bajo la denominación de Consejo de la Competitividad ha sustituido a los oscuros poderes fácticos del pasado y ejerce como inquietante grupo de presión para decidir el futuro de la política, de la economía y de los medios de comunicación.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque ni los unos ni los otros han tratado con la dignidad que merecían a las víctimas del terrorismo etarra, asumiendo sin pestañear e incluso fomentando la excarcelación de los más infames asesinos y la legalización de la rama política de la propia banda terrorista sin que mediara antes ni su disolución, ni la entrega de las armas, ni el arrepentimiento, ni la petición de perdón, ni nada de nada.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque ni los unos ni los otros, han movido un dedo, se han molestado un ápice, han puesto absolutamente nada de su parte para impulsar el esclarecimiento de todas las lagunas, incógnitas, errores fácticos y falsedades moleculares que contiene la sentencia del 11-M, la mayor masacre terrorista cometida nunca en España, el acontecimiento que interrumpió nuestro auge y extravió nuestro rumbo.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque unos y otros han incubado, fomentado y protegido la corrupción en su seno, permitiendo por un lado que decenas y decenas, centenares y centenares de políticos en ejercicio se convirtieran en bandoleros y beneficiándose simultáneamente de mecanismos de financiación ilegal que han adulterado una y otra vez el juego democrático. Albarda sobre albarda, oprobio sobre oprobio. Cuantos se beneficiaron en las urnas de ese latrocinio organizado y esas trampas sistematizadas no deberían tener la desvergüenza de volver a comparecer ante ellas.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque unos y otros han destruido la independencia del Poder Judicial, interviniendo en los nombramientos o sanciones de los jueces a través de sus comisarios políticos en el CGPJ, destruyendo el principio del juez natural, blindándose desde su condición de aforados frente a las investigaciones por corrupción, manipulando incluso las comisiones de servicio de los jueces para quitarse de encima un instructor incómodo.

He estado ‘Contra Unos y Otros’ porque ni los unos ni los otros han sido capaces de responder con la inteligencia y contundencia política necesaria al desafío separatista, impulsado desde una institución del Estado como la Generalitat de Cataluña. Una institución del Estado que ha puesto medios y recursos públicos al servicio de la destrucción de España ante la apatía, abulia e incluso complicidad del poder central.

Y sobre todo, y en consecuencia, he estado ‘Contra Unos y Otros’ porque ni los unos ni los otros han sido capaces de ofrecer a los españoles ese “sugestivo proyecto de vida en común” que demandaba Ortega y que hoy necesitamos perentoriamente como cauce y estímulo de nuestro “patriotismo constitucional”.

Vivimos tiempos excepcionales. Todos estos ingredientes conforman una situación crítica para la Nación que deberá canalizarse a través del proceso democrático. En 2015 habrá elecciones municipales y autonómicas, tal vez elecciones catalanas anticipadas y finalmente elecciones generales.

De cara a este año decisivo conviene no confundir los síntomas con la esencia del problema. El auge del otrora larvado separatismo catalán es un síntoma, pero el problema es España. La irrupción de una fuerza política como Podemos que está poniendo en jaque aspectos clave de nuestro modelo de sociedad es un síntoma, pero el problema es España. El problema vuelve a ser España o más concretamente la falta de una política capaz de proporcionar estabilidad y prosperidad a la Nación, capaz de aglutinar y movilizar a los españoles entorno a los valores democráticos, capaz de asentarlos en su “morada vital” que diría Américo Castro, capaz de rentabilizar su “herencia temperamental” que replicaría Sánchez Albornoz.

Fue todo un símbolo, todo un mensaje del destino que Adolfo Suárez, el único líder de la transición que devolvió gran parte del poder acumulado por el Estado durante la dictadura a la sociedad, falleciera el mismo 23 de marzo en que se cumplía el centenario del famoso discurso de Ortega en el teatro de la Comedia: “Vieja y nueva política”.

Hoy como hace cien años España necesita una nueva política que ponga fin a la vieja política que ha noqueado económica y vitalmente a tantos ciudadanos y ha colocado a la propia Nación contra las cuerdas. Y eso plantea tres preguntas candentes: ¿qué hacer?, ¿cómo hacerlo? y ¿para qué hacerlo?

Respecto al qué en mi opinión estamos ante una cuestión transideológica, ante un desafío previo al debate entre izquierdas y derechas, pues se trata de cambiar las reglas del juego para que los ciudadanos, tanto si se sienten socialistas como liberales, recuperen el control sobre sus destinos. Se trata de volver a dotar de contenido a los derechos de participación política que desde el inicio de la Transición han venido siendo usurpados de manera paulatina por las cúpulas de los partidos. Ésa es la devolución que necesitamos y reclamamos a la partitocracia, a la cupulocracia, desde este Ateneo, a ras de calle.

Hay que hablar con toda claridad. Es muy difícil, casi imposible, que la nueva política pueda brotar de las madrigueras en las que siguen atrincheradas las comadrejas de la vieja política. El milagro del arrepentimiento y la redención por las buenas obras siempre es posible. Pero será eso: un milagro, una excepción. La nueva política precisa de nuevos políticos y si fuera necesario de nuevos partidos.

En todo caso éste es el rasero por el debemos medir a quienes concurran a las elecciones: el que esté dispuesto a cambiar la ley electoral, a imponer la democracia interna en los partidos, a devolver la independencia al poder judicial, a renunciar a aforamientos y demás privilegios, a predicar con el ejemplo dando un paso atrás ante la menor sospecha de connivencia con la corrupción, a incluir mecanismos de participación ciudadana en el proceso legislativo, ése representará a la nueva política.

El que con los más diversos pretextos eluda pronunciarse rotundamente ante estas cuestiones decisivas, ese representará a la vieja política.

Insisto en que se trata de una cuestión preliminar al debate ideológico. Quienes nos sentimos liberales podemos entendernos con quienes llevan el intervencionismo en la sangre sobre estas reglas del juego. Si González y Suárez, si hasta Fraga y Carrillo pudieron ponerse de acuerdo hace casi 40 años sobre las reglas del juego, no veo ninguna razón para que Albert Rivera no pueda entenderse con Pablo Iglesias, Santi Abascal con Alberto Garzón o un nuevo dirigente que ponga patas arriba la vieja casa del PP con Pedro Sánchez. Eso es lo que pedimos y exigimos a la nueva política: una devolución de poder a los ciudadanos que autentifique y vivifique el proceso democrático.

La segunda gran cuestión es cómo hacerlo y yo, admirador de Tocqueville, historiador de naufragios y desventuras, sigo pensando que el camino de las reformas es mucho más fiable y garantiza mejor los derechos y libertades de las personas que el de las revoluciones. La cuestión es cuál debe ser el calado legislativo de esas reformas y aquí surge el debate sobre la reforma constitucional. ¿Qué hacer con nuestra Carta Magna una vez que la experiencia ha puesto de relieve tanto los enormes aciertos de sus redactores como algunas de sus muy graves equivocaciones?

No hay que tenerle ningún miedo a ese debate. Puesto que todos los principales partidos, menos uno que parece estar en caída libre, proponen cambios en la Constitución es conveniente que las próximas elecciones generales sirvan de cauce a esa discusión y que la próxima legislatura tenga un cariz constituyente o para ser más exactos reconstituyente, en el sentido de que sirva para insuflar un nuevo vigor a un organismo que pese a todos sus achaques sigue estando vivo. Reformar la Constitución, o si se quiere enmendarla, no significa destruirla sino perfeccionarla.

Al final todo dependerá de la correlación de fuerzas que surja de las urnas y del nivel de consenso que se alcance entre ellas. Lo ideal sería que hubiera más de los preceptivos dos tercios del Congreso que respaldaran cambios constitucionales encaminados a mejorar la calidad de nuestra democracia. Pero ese objetivo también puede conseguirse mediante leyes orgánicas e incluso a través de normas de menor rango. Lo mejor no tiene por qué ser enemigo de lo bueno.

El en otras cosas tan superado y arcaico pero siempre brillante Juan Donoso Cortés tenía razón en 1836 al azotar aquí en el Ateneo tanto a los “escépticos” que consideran que “las reformas son inútiles y lo mejor es ni intentarlas” como a los “puritanos que se proponen curar las llagas de las sociedades moribundas con la virtud de una fórmula, a la manera de los mágicos de las pasadas edades que libraban de los espíritus maléficos a un alma poseída, con la virtud de un conjuro”.

Las reformas políticas, incluida la reforma constitucional, no pueden ser concebidas como un atolondrado fin en sí mismo sino como un instrumento al servicio de unos fines. Por eso la tercera pregunta es la decisiva: ¿Reforma constitucional para qué?

Si alguien me dice que quiere reformar la Constitución –tal y como propuso en 2006 el Consejo de Estado- para blindar las competencias del Estado, cerrar el mapa autonómico y garantizar la lealtad institucional de todos los poderes que emanan de ella, yo estoy a favor de la reforma constitucional.

Si alguien me dice que quiere reformar la Constitución para facilitar el cambio del sistema electoral, para condicionar la financiación pública de los partidos a la elección de sus candidatos por sus afiliados o para blindar al poder judicial frente a las intromisiones de los políticos, o no digamos para garantizar la separación entre el ejecutivo y el legislativo mediante un sistema presidencialista como el norteamericano o el francés, yo no sólo estoy a favor de la reforma constitucional sino que me ofrezco a levantar el pendón de ese banderín de enganche.

Ahora bien si alguien me dice que quiere reformar la Constitución para fragmentar la soberanía nacional y convertir a las comunidades autónomas en imaginarios estados soberanos que acceden a federarse adquiriendo la capacidad de disponer unilateralmente sobre su relación con el Estado para repetir, entre tanto, corregidos y aumentados los disparates de las cajas de ahorros, las televisiones públicas y las embajadas en el extranjero, entonces yo estoy en contra de esa reforma constitucional.

Y no digamos nada si alguien me dice que quiere reformar la Constitución, no ya para reconocer y regular hechos diferenciales como la lengua propia o la insularidad, sino para dotar de mayores derechos políticos a algunos de esos estados federados en función de su capacidad de coacción separatista, sumando al dislate de la fragmentación el de la desigualdad, alegando que de lo que se trata es de “facilitar el encaje” –ésta es la expresión bobalicona de moda- de una parte de España en el resto, como si el Estado fuera el mecano de un aprendiz de brujo… Si es para eso, yo no quiero que se reforme la Constitución. Si es para eso que la Virgencita y las Cortes Generales nos dejen como estamos.

Yo no quiero una reforma constitucional que acomode y de más poder a los territorios, es decir a las corruptas y caciquiles élites políticas que los gobiernan; yo quiero una reforma constitucional que acomode y dé más poder a los ciudadanos.

Hoy por hoy estamos lejos de la acumulación de fuerzas necesaria para alcanzar ese objetivo. La concentración del poder político, económico y mediático ha asfixiado la disidencia en los partidos, ha narcotizado al perro guardián del periodismo y ha entontecido con la esquemática superficialidad del duopolio televisivo a gran parte de la sociedad.

Por eso reitero que es la hora de los Ateneos como foros de debate y de participación cívica. En lugares como éste debe volver a escribirse, como dijera en su día Ruiz Salvador, el “borrador de la Historia de España”.

Y si es la hora de los Ateneos también es la hora de la prensa independiente. “Es imposible que un pueblo que sabe llegue a ser tiranizado”, aseguró en esta misma tribuna el gran líder progresista Joaquín María López.

Los problemas que nos ha creado la tecnología nos los está resolviendo la tecnología. Los gobiernos y sus aliados económicos son capaces de controlar a los medios tradicionales –bautizados por los anglosajones como ‘legacy media’, la herencia del pasado- abusando del derrumbe de su modelo de negocio. Pero asisten impotentes al desarrollo del nuevo ágora electrónico, al que cada vez concurren más y mejores proyectos editoriales.

No anticipemos acontecimientos. 2015 será el año más importante de mi carrera periodística. Nunca pensé verme de nuevo en esta tesitura, pero si los dados han rodado así, si éstas son las cartas que me ha deparado la fortuna, ahí estaré desde el 1 de enero, asumiendo por tercera vez el envite, revitalizado por el contacto con mis cada vez más jóvenes compañeros.

Una cosa tengo clara y es que en defensa del derecho a la información de los ciudadanos seguiremos estando contra unos y otros, contra éstos, aquéllos y, por supuesto también contra los de más allá. Todos sabemos que hay quienes se erigen en portaestandartes de la derecha y portaestandartes de la izquierda, quienes se presentan como portavoces de los catalanes y quienes se presentan como portavoces de los andaluces, quienes se erigen en heraldos de la Revolución y quienes explotan el miedo al cambio de los más inmovilistas. ¿Pero quién defiende transversal y desinteresadamente al conjunto de los españoles como votantes, como administrados, como consumidores… como ciudadanos dotados de derechos políticos, económicos y sociales?

Ése es el papel de la prensa plural e independiente. Esa nuestra tarea, nuestra obligación, nuestro desafío. Recordar todos los días a los españoles, mirándoles a la cara desde el ordenador, la tableta o el teléfono móvil, que como bien dijo el presidente de esta casa, y si empecé con Manuel Azaña acabo con Manuel Azaña, “nosotros somos nuestra patria”. Nosotros de uno en uno, pero todos juntos y con conocimiento de causa.

Ésa es la España europea y universal en la que creo -sí: europea y universal-, la patria de la inteligencia de la que me siento partícipe, el proyecto común que anhelo contribuir a regenerar… desde la incertidumbre de la libertad.

Muchas gracias a todos. Después de las doce campanadas tendréis noticias mías.

(Texto de la intervención en el Ateneo de Madrid con motivo de la presentación del libro Contra Unos y Otros. Los años de Zapatero y Rajoy, 2006–2014)