sábado, 23 de agosto de 2008

La gestión del dolor.

La tremenda tragedia ocurrida en Barajas ha dejado a familias destrozadas y a personas absolutamente bloqueadas por el shock y el dolor. La pérdida de un ser querido, o de varios, de golpe y de forma inesperada es un trauma que necesariamente altera el equilibrio psicológico y hasta la percepción de la realidad. Por otra parte, no todas las personas reaccionan igual ante una situación tan extrema.

En las largas horas de tensa espera en IFEMA pude ver dolor, mucho dolor, pero también vi histerismos y equilibrios, alaridos y sollozos contenidos, desmayos y entereza. Es lógico, los seres humanos no somos iguales por más que nos lo repitan. Ni por formación, ni por estados anímicos, ni por resistencia psicológica, ni siquiera por maneras de estar. Y el dolor necesita culpables, como si el repartir culpas fuera a mitigarlo. Pero no es así, no lo es en absoluto. Eso no es más que una válvula de escape para quienes el propio dolor desborda.

Y eso está ocurriendo entre nosotros, entre las familias del accidente de Sapanair. Están casi todas concentradas en el mismo sitio y contagiándose unas a otras. Ahora ya hay hasta los que dicen no necesitar ayuda psicológica sino a técnicos que den explicaciones. Como si ello no fuera una demostración más de su propio justificado desequilibrio que necesita de ayuda. Un técnico no hará que su equilibrio se recomponga. La explicación de cómo ocurrió el accidente lo único que podría ayudar es a un cierto consuelo si de ello se desprende una certeza de que la víctima murió sin enterarse, o un infierno si se imagina una agonía consciente. Nada más. Tiempo habrá para explicaciones técnicas. Y para responsabilidades si las hubiera.

Ahora se trata de que nos devuelvan los cuerpos identificados. Que podamos enterrarlos según cada cual. Que el dolor se vuelva privado otra vez. Que se acabe el espectáculo. Y que cada cual gestione el dolor como es propio de su entorno, sin distorsiones por el dolor de otros. Y que se deje ya de intentar manipular dicho dolor y de hablar de asociaciones que no servirán más que para que algunos voceen en primera plana o medren a costa de una tragedia. Miserables los hay en todos lados. Y también tienen parientes o amigos que pueden ser víctimas de accidentes.

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