El Ministerio de Igualdad lleva el informe sobre la nueva ley del aborto al Consejo de Ministros.
Ya es un contrasentido el que sea un Ministerio llamado de Igualdad el que trate un tema que evidencia la desigualdad de ambos sexos, pues está más que claro que el varón jamás se verá en el trance de eliminar una vida que porta en su interior, más allá de tomarse un vermicida. Por ello resulta incoherente que se trate como igualdad precisamente lo que nos hace diferentes, y aún más en este caso que en absoluto contempla que el padre pueda decidir sobre la vida de su hijo. Y abundando en esto último, no estaría de más estudiar de qué forma se puede exigir la responsabilidad compartida al padre biológico, y no cargar todo el peso sobre la mujer.
Lo que pretenden los socialistas -al margen de generar un debate y enfrentamiento social que aparque otros problemas que no saben solucionar- con esta prisa por hacer una ley que habían decidido no incluir en su programa electoral para esta legislatura, es que Zapatero se cuelgue el letrero de creador de derechos con la falacia de que el aborto es un derecho de la mujer. Esa táctica no es la primera vez que la usan, así como la de presentar el asunto como una oposición a la Iglesia. Ambas cosas son falsas, pero desgraciadamente son falsedades que aceptan muy bien sus votantes.
La jovencita Ministra Aído ha llegado a decir que el Gobierno "no puede seguir en ningún caso criterios fundamentalistas de ninguno de los extremos", en un ejercicio de cinismo falaz e intento de manipulación descarada, pues en absoluto se puede tachar de extremo el posicionamiento a favor de la vida cuando el otro supuesto extremo pretende eliminarla. No existe término medio entre matar y no hacerlo, por lo tanto no es un extremo el no aceptar el derecho a matar; ni mucho menos una postura fundamentalista. Claro que el uso de este término tiene una intención clarísima: intentar achacar la postura de la defensa de la vida del nasciturus a creencias religiosas.
Esto no es más que otra falacia, pues aunque muchos de los defensores de la vida tengan determinadas creencias religiosas, no es exclusivamente por ellas por lo que se defiende la vida. Si el respeto y la defensa de la vida solo se circunscribiera a quienes profesan unas determinadas religiones, apañado iría el género humano. No; se trata de algo innato al ser humano: el instinto de la protección de su prole como medio inconsciente para la supervivencia de la especie. Es este instinto en el que se basan las religiones para desarrollarlo adecuándolo a sus creencias, no al contrario. Aún para el que no cree en dios alguno, el matar es algo contrario a la esencia del ser humano y al derecho natural.
La falacia siguiente es la de presentarse como protectores de la mujer que aborta, impidiendo que vaya a la cárcel, cuando ninguna mujer va a la cárcel por abortar; y suponiendo que así fuera, no habría más que corregir el código penal cambiando las penas si fuera preciso, pero no pasando por convertir un delito en un derecho. En realidad es a los que practican el aborto a quienes se trata de proteger. Se pretende dar una cobertura legal más amplia que ofrezca impunidad a quienes convierten en un medio de vida el eliminar otras vidas. Es a un negocio al que se trata de proteger, no a la mujer.
Si fuera cierto lo que dice de que "un gobierno responsable tiene la obligación de proponer normas para toda la ciudadanía, de encontrar equilibrios", entonces debería de atender a quienes piden pena de muerte para los terroristas y asesinos de menores, en vez de proteger a los asesinos de menores aún no nacidos. Un equilibrio en ese asunto sería el aceptar la cadena perpetua, por ejemplo, pero ellos se oponen frontalmente al asunto. Las voces que se apoyan en que en Europa hay leyes de este corte, referidas al aborto, deberían de aplicarse el cuento cuando se oponen, por ejemplo, a la cadena perpetua sabiendo que en Europa hay muchos países que la aplican.
El utilizar el eufemismo de Interrupción Voluntaria del Embarazo para ocultar el hecho de que ello conlleva la eliminación de una vida, es otro ejemplo más de la tremenda mentira que pretenden colar a la sociedad. El problema es que lo conseguirán gracias a los medios de comunicación y a la cultura que se impone de forma sibilina a través del ocio -literatura, cine, series de televisión- y hasta en determinadas asignaturas; además de por la politización de la Justicia y por la existencia de un Tribunal político como lo es el Constitucional. Lo de añadir eso de que "nadie quiere que la tendencia de embarazos no deseados se consolide", es tanto como decir que nadie quiere que el robo se consolide, al tiempo que se proclama que robar es un derecho.
Y si fuera cierto su alegato final de "queremos menos intervenciones y más garantías, no más intervenciones y menos garantías como sucede hoy", no habría más que aplicar lo ya existente. Con hacer cumplir la ley hoy existente de forma estricta, se impedirían miles de abortos basados en un cuento chino como es el del daño psíquico para la madre, sin que éste esté debidamente acreditado o no revista gravedad. Las garantías ya sabemos para quienes se piden.
En cuanto a eliminar el permiso paterno para que se pueda abortar a partir de los 16 años, es otra incongruencia, ya que por una parte se considera un derecho de la madre el matar a su hijo antes de que nazca y por otro se le priva del derecho a su tutoría hasta la mayoría de edad. ¿En qué quedamos?
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