Ángeles Pedraza
Verdad. Memoria. Dignidad. Justicia. Empiezo directamente con estas cuatro palabras que son algo más que un conjunto de letras. Son valores. Son columnas. Son el sostén de mi trabajo diario al frente de la Asociación Víctimas del Terrorismo. Sólo las siglas AVT deberían infundir un respeto brutal en todos aquellos que hablan tan ligeramente de la lucha contra el terrorismo y el papel de las víctimas. Y deben infundir respeto porque la AVT ha sido el único bastión en esta lucha a lo largo de décadas.
Pero no quiero ocupar estas líneas en recordar los méritos y los logros de la AVT y son de sobra conocidos. Vengo a hablar de dolor. Por desgracia, en el trabajo diario de la Asociación Víctimas del Terrorismo, el dolor es algo habitual. Demasiado en los últimos tiempos. Trabajar atendiendo a personas a las que les han arrebatado de las manos a sus seres queridos o que sufrieron el ataque del enemigo oscuro y oculto del terrorismo no es nada fácil. Eso es dolor. Eso hiela la sangre.
Como presidenta tengo que mantener el tipo para que la sangre no se me hiele. Para mantenerme serena cuando una víctima viene a contarme que ha vuelto a acudir al psicólogo porque un etarra ha sido nombrado Senador o porque no puede aguantar ver como los que aplaudieron la muerte de su hijo están gobernando en la tierra que ama, su adorado País Vasco. Tierra de la que tuvo que irse después del asesinato de su hijo por miedo y por sentirse señalada.
Pero seguro que esto ya lo conocen de sobra. Ese miedo con el que el terrorismo de ETA persiguió a la sociedad española durante tantos años. Lo duro es que quizás las víctimas tengamos ahora que pedir permiso a algunos políticos para seguir teniendo miedo, para seguir desconfiando de los que asesinaron a nuestros seres queridos y para clamar Justicia. Porque ese es el camino que, por desgracia, llevan las cosas.
Y tampoco vengo a hablar de ese miedo. Este artículo trata del miedo que sentí el otro día al leer el artículo de Iñaki Ezkerra en ABC titulado “Las víctimas y la sangre helada”. Sentí un miedo atroz a la soledad. Sentí un miedo repugnante a que aquellos que tienen que defendernos con uñas y dientes nos den de lado. Sentí un miedo incómodo al darnos cuenta de que empezamos a ser una molestia para aquellos que todavía corren raudos y veloces para hacerse fotos a nuestro lado en los homenajes.
Se acabaron esas fotos. No habrá más. Porque las víctimas del terrorismo estamos cansadas de palabrería. Queremos que los políticos se quiten la careta y digan la verdad: ¿del lado de quién están? ¿Cómo permiten que Ezkerra, asesor del Partido Popular, se dé el lujo de decirnos en un artículo a toda página en ABC lo que tenemos que sentir o no sentir las víctimas del terrorismo? ¿Cómo se atreve el señor Ezkerra a decirnos qué es lo que tiene que helarnos la sangre?
Señor Ezkerra, mi sangre lleva helada desde que el terrorismo se llevó a mi hija de mis brazos. Señor Ezkerra, la sangre de los familiares de los 829 asesinados por ETA lleva helada desde que su mazo asesino golpeó su vida. Señor Ezkerra, la sangre de los miles de heridos por ETA lleva helada desde que ven cómo los asesinos y sus amigos van ganando terreno día a día.
Esos y no lo que usted dice en su artículo son cosas que hielan la sangre. Pero le voy a decir aún más, señor Ezkerra: con esas palabras, usted ha contribuido a helar la Memoria y la Dignidad que nos merecemos y que yo seguiré defendiendo con uñas y dientes al frente de la AVT acompañada de las víctimas del terrorismo. De todas y cada una de las víctimas del terrorismo.
Se permite usted el lujo de hablar de desunión y enfrentamientos entre las víctimas del terrorismo. Podremos tener nuestras diferencias evidentemente. Somos humanos. Pero entérese bien señor Iñaki Ezkerra (y todo el que quiera enterarse): en lo referente a desear la derrota TOTAL de ETA y la denuncia de que las cosas se están haciendo muy mal no hay ni la más mínima grieta dentro del colectivo de víctimas del terrorismo. Y quizás usted lo pueda comprobar muy pronto.
Comenté hace unos meses que 2013 iba a ser el peor año de la lucha contra el terrorismo. Usted, con su artículo, me da más motivos para sostenerlo. No obstante le enumero algunos asuntos: Bolinaga humillando a las víctimas, un imputado por pertenecer a ETA en el Senado, homenajes a etarras en las calles, denuncias de la AVT archivadas en la Audiencia Nacional,… ¿Quiere que siga? Lo que no esperaba, señor Ezkerra, es que tenía que tener miedo de los que supuestamente tenían que defendernos a todas y cada una de las víctimas del terrorismo.
Hago una invitación al señor Iñaki Ezkerra y a todos los que han propiciado y defendido su artículo en ABC. Les invito a venir a la sede de la AVT, a la Casa de las Víctimas, a leer ese texto mirándoles a los ojos, sosteniéndoles la mirada. Si lo hace, quizás es que sea usted quien tiene la sangre helada.
A veces tengo la sensación de que estos miedos forman parte de una pesadilla que no acaba. Que nada de esto está pasando en realidad. Pero despierto y cada día veo una nueva victoria de los terroristas, humillando a las víctimas del terrorismo. Una democracia no puede permitir que la Memoria de aquellos que son héroes sea ultrajada de manera sistemática. Si eso pasa es que algo se está haciendo mal.
Es terrible que quieran silenciarnos de esta manera. Vemos como por todas partes quieren dar y atribuirse la condición de víctima aquellos que no han sentido el cruel zarpazo terrorista. Lo único que quieren es diluirnos, dejarnos en un segundo plano y posar para una foto de un final en el que las víctimas del terrorismo somos ese invitado incomodo que nadie quiere pero que tiene que estar sí o sí.
Pero aunque los políticos nos sigan dando la espalda, sabemos que no estamos solas: son los ciudadanos los que están a nuestro lado clamando por la Justicia. Y esa es nuestra fuerza. Desde la AVT seguiremos alzando la voz, cada vez más alto. Porque somos eso: la voz de las víctimas. Y nadie nos va a callar. Nadie. No vamos a parar hasta conseguir JUSTICIA, hasta que se sepa la VERDAD, hasta que triunfe la MEMORIA y hasta que respeten nuestra DIGNIDAD.
Por ellos. Por todos.
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