Su madre y su hermano también se ahogaron pero ha sido su foto la que ha impactado, no la de ellos. Y con razón, esa foto encoge el alma. Los medios llevan años informando de muertes de adultos y niños en esa guerra inhumana, pero sus fotos no llegaron a impactar. Son ya miles los niños asesinados en esos países por ser cristianos, pero sus fotos no nos han llegado. Esos mismos medios que defienden haber publicado esta foto por no esconder la tragedia, son los que no publican las de esos niños cristianos asesinados sólo por serlo. Y las han escondido alegando respeto a los muertos, todo lo contrario que alegan ahora. Añadiendo, además, que no quieren que la opinión pública culpabilice a todos los musulmanes de esas muertes. Esta foto no, ésta culpabiliza a Europa, así que se puede publicar porque no molestará a los musulmanes. Es lo que hay.
Y tenemos que aguantar que el Presidente de Turquía acuse a Europa de convertir el mediterráneo en un cementerio. Y lo hace después de saberse que sus patrulleras interceptaron la frágil balsa hinchable en la que viajaba ese niño con sus padres y, que en vez de recogerlos y socorrerlos, les dejaron seguir la travesía. La precaria embarcación volcó y se ahogó ese niño, su madre, su hermano y otras personas más. Pero como él es musulmán puede decir que es Europa quien hace del mar un cementerio, obviando los rescates que los europeos realizan todos los días mientras sus patrulleras miran para otro lado.
La tragedia bélica ya lleva produciéndose años. La de Siria, tres años. La de otras zonas cercanas, mucho más. Y no se hace nada lo suficientemente drástico como para parar los pies a ese auto denominado Estado Islámico y grupos similares, que no sólo acaban con vidas sino también con el legado histórico de la humanidad en aquellas zonas. Ahí sólo actúan los drones de EEUU de forma vergonzante, gota a gota, no abiertamente, y Europa no quiere ni oír hablar de intervenir. No vayan a enfadarse los musulmanes y joroben negocios y economías. Y no vayan a montar el número los activistas de extrema izquierda que se oponen a una intervención; esos mismos que se lamentan por esa foto que se pudo evitar con una intervención. Por cierto, sería muy interesante conocer de dónde viene la financiación de estos grupos.
Como consecuencia de esta situación la gente huye. Buscan refugiarse para salvar su vida. Y nuestra obligación es darle refugio. Pero también se produce un éxodo paralelo que no quiere entrar en Europa para refugiarse sino para quedarse. Es una migración por motivos económicos, no por la desesperación de escapar con vida de las bombas y armas de los animales integristas. Y son cosas distintas, y de forma distinta hay que tratarlo.
Y de forma distinta se comportan. No hay más que ver a esos que se niegan a aceptar ayuda y alimentos de la Cruz Roja porque llevan una cruz*. Y cómo obligan a los demás a no aceptarlas, quienes, sumisos, bajan la cabeza y obedecen. O a esos cabecillas vociferantes que arengan y enardecen a los que quieren coger los trenes para llegar al norte de Europa.
Muy distinto a ese llamamiento que hace un niño sirio para que se intervenga en su país y así acabe la guerra para que pueda volver**. Un refugiado quiere volver, esos otros no. Y entre estos otros los habrá que quieren buscar honestamente una mejoría económica, pero también los hay que buscan otra cosa, Y no es paranoia, es alerta ante una invasión anunciada por esos fanáticos a los que me he referido antes. Y además de anunciarla han dicho que ya comenzó. Y estos animales hacen animaladas, pero no mienten. Ni amagan, sus amenazas las cumplen.
Así que Europa se enfrenta al dilema de diferenciar estos distintos flujos migratorios. A los refugiados les debemos refugio, sin paliativos; a los inmigrantes los debemos regular y dosificar. No podemos darles lo que no podemos dar ni a los nuestros. No tenemos recursos infinitos. Pero sí debemos ayudar a que sus países prosperen y no se vean forzados a buscar fuera una vida mejor. Y a los infiltrados los debemos localizar y neutralizar, es cuestión de vida o muerte.
El refugiado lo es temporalmente, hasta que acabe la tragedia que le obliga a buscar refugio. Y ahí tenemos que hacer un doble esfuerzo: por un lado ofrecerles refugio, por otro, intentar acabar con la tragedia que les expulsa de sus casas.
Con los que buscan un trabajo y unas condiciones mejores, hacer que cumplan las normas legales y adecuar los cupos de forma que no supongan un perjuicio para los europeos que buscan lo mismo: un trabajo. Y si no hay para todos, tendrán que aguardar su turno.
En cuanto a los que pretenden otra cosa, profundizar en cualquier sistema que permita detectarlos y ponerlos de patitas en la calle, o encerrarlos si hay pruebas de delito o de intento de cometerlo. Repito, no es paranoia, El Estado Islámico se ha hecho, tras varios robos en dependencias policiales, con más de 3.400 pasaportes sirios en blanco. No creo que los usen para ir a veranear a las Bahamas. Por no hablar del tráfico que hay en Turquía de pasaportes sirios falsificados.
La apertura de fronteras hacia los que buscan asilo y refugio no puede convertirse en un coladero de quienes se quieren hacer pasar por sirios con intenciones distintas. Y mucho menos para los que pretenden acabar con el "infiel". Porque ese "infiel" somos nosotros, y nuestros niños.
* Refugiados rechazan ayudas porque tienen una cruz.
** Un niño sirio pide que paremos la guerra para poder volver.