Me encuentro en Facebbok con esto, escrito por un autodenominado escritor que, mucho me temo, poco o nada ha escrito a pesar de estar seguramente subvencionado.
Sin entrar en lo interesante de su lectura como recordatorio de lo que es capaz de hacer un indigente intelectual cuando quiere ir de intelectual, al final publico lo que le he contestado.
—¡Pero si no lleva nada! —exclamó de pronto un niño.
Era un niño el que hacía visible lo invisible en el traje nuevo del Emperador.
—Mamá, el traje de Gáspar no es de verdad.
En este caso ha sido una niña la que lo ha dicho en la Cabalgata de Reyes de Madrid.
La diferencia entres ambos casos es grande.
El Emperador estaba efectivamente desnudo.
El niño solo señaló la evidencia.
Pero Gáspar, ayer, llevaba un traje.
Un traje palpable nunca es de mentira.
Sin embargo era un traje que no se correspondía con la idea mentirosa que la madre de la niña y Cortylandia le habían contado.
Haciéndola creer que si algo no es como ella espera que sea, no es verdad.
Si a una niña le enseñas que los árboles solo dan naranjas, cuando vea un peral dirá, señalando a las peras, que esas naranjas no son de verdad.
La responsabilidad no es de la alcaldesa de Madrid.
Tampoco es de la niña.
La responsabilidad es de su madre.
Que en vez de decirle, si lo que quería era continuar con el engaño, que Gáspar este año había elegido el color rosa, tal vez, pensando en el color de la pared de su cuarto y que tenía pájaros porque se le habían quedado pegados al pasar por el bosque corriendo, lo que ha hecho es usar el odio y el rencor públicamente.
No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás.
En este caso somos los adultos los que les hemos gritado a los niños.
"Me encantaría que algún iluminado explicara a mi hija de 5 años por qué los Reyes son reinas, los animales no existen y la ropa no es la adecuada. Qué forma de cargarse la ilusión de los niños. Qué pena. ¿Lo siguiente qué será, Semana Santa?”
Yo no soy un iluminado.
Pero puedo decirle a este padre que los reyes son reinas porque todos somos lo mismo.
Que los animales existen pero no nos pertenecen y que por eso una mona vestida de seda ya no es nunca una mona.
Que la adecuación de la ropa, cuando no quieren vendernos nada, va en el ojo del que mira.
Que la ilusión de los niños no se rompe, se recupera con una voltereta.
Que no hay pena, solo el amor que tú quieras dar.
Y que a mí me preocuparía bastante más que mis hijos vieran a un hombre crucificado que a un Rey Mago vestido de rosa.
Y que ojalá lo siguiente sea una Semana Santa sin espinas, ni clavos, ni sangre, ni cadenas.
Lo peor de todo es que hay gente que piensa que España se está yendo al garete con todo esto.
No sé qué España se está desintegrando, porque yo cada vez me siento más parte de la que habito.
Más integrado dentro de mi diversidad.
Lo que yo no le perdonaré jamás a Manuela Carmena es que no haya decidido entrar antes en política.
Cuando yo era un niño.
Para poder haber disfrutado con ojos de niño de unos Reyes Magos vestidos por los ojos de otro niño: Jorge Dutor.
Él solo ha pensando en los niños y en las niñas y no en los padres.
¡Qué preciosidad, Jorge! ¡Yo me hubiera pedido Gáspar! ¡Seguro!
Porque si no eres capaz de ver que estos Reyes son preciosos es que no recuerdas lo que era ser un niño o una niña.
Que lo has olvidado.
Olvidado cuando cogías la falda de tu madre y un gorro y una cuerda y contabas historias todo el rato.
Y no hacía falta nada más que creer.
Lo único que debería ser tradición es el amor con el que haces las cosas.
Y esto está hecho con un amor tan profundo y respetuoso que si no lo entiendes es que tienes un problema.
Un soberano problema de adultez.
Lo que yo no le perdonaré jamás a Manuela Carmena es que no sea mi abuela.
Y poder llegar el día después.
Y darle las gracias por tanta verdad con un beso de nieto.
Pues mira, Roy, hace falta ser mendaz para sin estar de acuerdo con una tradición, que viene de una religión y sus celebraciones, intentar cambiarla para hacerla laica y para usarla para lanzar mensajes políticos. Se celebra lo que se celebra y la tradición es la tradición.
La tradición no presenta a Papa Noel vestido de titiritero ni a nadie se le ocurre hacerlo. La madre tiene todo el derecho de transmitir a su hija sus tradiciones, y el derecho también de que no se la trastoquen quienes no creen en ellas ni las respetan.
Ya está bien de idioteces, de querer reinventar el mundo y de cambiar todo lo que no hay por qué cambiar para justificar que no se sabe cambiar lo que habría que cambiar.
La tradición es la tradición, no lo que tú quieres que sea. Y por mucho que tu ignorancia te haga creer que la inventó El Corte Ingés, ya existía muchísimo antes y con los atuendos basados en las pinturas medievales que los representan. El Auto de los Reyes Magos, sin ir más lejos, es la pieza de teatro en castellano más antigua, escrita en Toledo posiblemente en el s. XXII.
Ya vale de dar lecciones a los demás sobre lo que tienen o no tienen que creer o transmitir a sus hijos. Lo que se ha hecho en Madrid no sólo es una imbecilidad sino que ha sido muy útil para hacer que se evidencien todos los imbéciles que seguro que considerarán un insulto que se les defina como tales mientras ellos insultan la inteligencia con sus imbecilidades.