Vamos a ver, pedazo de ignorante, José Antonio Primo de Rivera no participó en la sublevación del 36, estaba en la cárcel de Alicante desde cuatro meses antes porque le encontraron una pistola en su casa. Los diputados socialistas alardeaban de sus pistolas hasta el punto de exhibirlas en el Parlamento, lo que evidencia que eso fue una excusa para encarcelarlo. No se trata pues de hacer justicia a las víctimas, pues él fue una víctima del odio y se le fusiló (asesinó) por odio a manos de una panda de militantes de UGT, con el visto bueno del régimen republicano.
Hoy hay más indocumentados que incluso dicen que fue un dictador. Tremenda mentira; el dictador fue su padre entre 1923 y 1930, bajo el reinado de Alfonso XIII. No él. Lo mataron por odio, fue una víctima de la guerra civil: no quien provocó víctima alguna.
El problema es que siguen siendo legales partidos que participaron en esa guerra, precisamente los que provocaron dicha guerra, y pretenden ganarla ahora reescribiendo la historia a base de falsedades y mentiras. La historia no se hace a base de decretos, son los historiadores quienes la escriben y la hemeroteca su testigo. Ya es miserable andar desenterrando a los muertos, mucho más si es en nombre de falsedades y mentiras, pero usarlos para revivir enfrentamientos o para intentar que unos partidos que perdieron una guerra, ejerzan la revancha encendiendo de nuevo aquellas diferencias, es absolutamente imperdonable. Que quieran ganarla enfrentándose a fantasmas cuando no fueron capaces de enfrentarse a quien les ganó, es de cobardes. Eso no es dignidad democrática, eso es indigno. Y despreciable.
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