miércoles, 27 de septiembre de 2017

Roures, el padrino del separatismo.


Jaume Roures Javier Muñoz

Fútbol y 'procés': Jaume Roures, la mano que mece la cuna del separatismo

El magnate audiovisual es el nexo que conecta el dinero árabe del PSG o Bein Sports y a la Liga de Fútbol Profesional con Junts pel Sí, TV3, Junqueras, Puigdemont, Podemos y otros impulsores del 1-O.


Mucho más sutil es el vínculo que une el traspaso del ‘crack’ brasileño con el ansia secesionista de una parte de la sociedad catalana: el propio Roures, vector que conecta al PSG, a Bein Sports, a la Liga de Fútbol Profesional, a Mediapro, a Junts pel Sí, a TV3, a Al Jazeera, a Oriol Junqueras, a Puigdemont, a Pep Guardiola, a Joan Laporta, al Girona City, a Podemos y, en definitiva, al ‘procés’.
Jaume Roures, el productor millonario que se aupó a hombros del zapaterismo para ayudar a cambiar España con La Sexta, ha logrado adueñarse del negocio futbolístico y del relato ‘emancipador’ soberanistacon una paciencia y una inteligencia poco habituales: el hombre que alumbró a Podemos con La Tuerka y ayudó a radicalizar a la CUP ha contribuido con admirable discreción a poner a la España del 78 al borde del precipicio usando el fútbol, sus vínculos con la Generalitat y el dinero árabe como palancas. Una fabulosa contradicción ideológica que combina dos doctrinas aparentemente incompatibles: el nacionalismo con el trotskismo.
No hay estampa más gráfica de esta incoherencia que lo sucedido en Barcelona el sábado 26 de agosto, una semana después del atentado de Las Ramblas. Durante la manifestación antiterrorista a la que asistieron Mariano Rajoy y el Rey, la CUP clamó contra "las relaciones de amistad y económicas de la monarquía española con las monarquías pérsicas, como Qatar y Emiratos, que financian al Daesh y son culpables de lo que sucedió en Barcelona". Apenas un rato después de esa concentración, sobre las nueve de la noche, Pablo Iglesias, Oriol Junqueras y Xavier Doménech (diputado de En Comú Podem) se reunían alegremente en casa de Roures, el trotskista convertido en magnate con los petrodólares (precisamente) de la monarquía catarí. Una hipocresía rayana en el insulto a la inteligencia.
Esteladas en la manifestación contra el terrorismo
Esteladas en la manifestación contra el terrorismo Efe
Reflejar el inmenso poder del fundador de Mediapro (grupo nacido hace 20 años y convertido hoy en una multinacional audiovisual con sedes en cuatro continentes) requiere un ejercicio de asociación de asuntos conocidos que encuentra en el microcosmos del FC Barcelona su metáfora definitiva. Los esfuerzos de la llamada Santa Alianza por defenestrar a Josep María Bartomeu de la presidencia culé antes del 1 de octubre tuvieron en Neymar su carga de mayor profundidad.
Se trataba de devolver al club a los tiempos ‘felices’ de Joan Laporta, íntimo amigo de Roures, cuando su alineamiento con la política separatista de la Generalitat era casi absoluto y Pep Guardiola, otro socio del productor catalán (a través del hermano pequeño, Pere, hoy copropietario del Girona FC a medias con empresarios árabes), daba lecciones de fútbol al mundo entero.
La ‘bomba’ de Neymar estuvo financiada por el dueño multimillonario del PSG, Tamim bin Hamad Al-Thani, emir de Qatar y socio en beIN Sports de Roures y Mediapro. Al-Thani miraba por sus intereses, probablemente no tenía en la cabeza el proceso independentista en Cataluña y la unión de agentes obsesionados con sumar al Barça, de nuevo y cuanto antes, a la orgullosa deriva soberanista que llevó al diputado Lluís Llach a confiar en que los culés acabarían eligiendo cualquier Liga, consumada una hipotética secesión, porque "somos el caramelo más importante del sur de Europa".

"La gente del Barça se informa a través de TV3”

Mediapro se había aliado con el Gobierno de Junts pel Sí, la cadena autonómica TV3 y la vieja guardia del laportismo para intentar desplazar a Bartomeu, el hombre que en 2015 le había quitado los derechos televisivos del club para vendérselos a Telefónica. Colocaron peones en diversos lugares estratégicos: Jordi Finestres, exjefe de comunicación de Joan Laporta, pasó a integrar el equipo de Puigdemont; Vicent Sanchis, director de la cadena Barça TV durante el laportismo, comenzó a dirigir la televisión regional catalana. En un reciente desliz en la Cadena COPE, Roures justificó el descenso de audiencia de Barça TV porque “la gente del Barça se informa a través de TV3”.
La Generalitat nunca escondió su matrimonio con Mediapro, que ha cubierto la fachada de su sede en Barcelona con banderas catalanas y utiliza tanto el dominio '.es' como '.cat' en su web. Su vicepresidente, Oriol Junqueras, bendijo en mayo al grupo audiovisual arrancando su gira estadounidense en la sede que tiene la multinacional en Miami (la misma que está siendo investigada por la Fiscalía de aquel país por el presunto pago de sobornos dentro del macrocaso ‘FIFAgate’: coimas por encima de los 200 millones de dólares entre directivos de empresas de comunicación y mandatarios del fútbol en la jugosa compraventa de derechos televisivos de campeonatos internacionales).
A cambio, la productora vinculó su destino definitivamente al ‘procés’ con el rodaje del documental Las cloacas de Interior, desarrollado a partir de las denuncias sobre el presunto uso partidista del Ministerio en cuestión para perjudicar e incriminar a políticos independentistas catalanes en la anterior legislatura. La pieza asume el discurso de la Generalitat y acusa al Gobierno de haber cometido todo tipo de irregularidades para perjudicar a las dos cabezas más visibles del movimiento independentista: Artur Mas y Oriol Junqueras.
Pese a su celo político, Roures nunca pierde de vista el paisaje empresarial. Tiene presencia en el consejo de administración de Atresmedia a través de otra de sus empresas, Imagina, dueña del 4,2% de su accionariado, pero ello no le impide coquetear con Mediaset (recientemente le dio la publicidad de Gol, su cadena de TDT deportiva, a la matriz de Telecinco).

Público, El País, El Periódico

Cuando se trata de dinero, los ideales menguan: los exempleados del diario Público, que fundó en 2007, tampoco le perdonan “haberse cargado el periódico” (como dicen tres exempleados del mismo a EL ESPAÑOL) para volver a recomprar la cabecera en una subasta judicial cuando antiguos trabajadores querían montar una cooperativa. El nivel de odio de su explantilla al prócer audiovisual es sorprendentemente alto cinco años después de la desaparición del periódico en papel.
Roures es bastante aficionado a querellarse contra los medios: lo hizo a finales de 2014 contra El País por una información sobre sus presuntos depósitos millonarios en paraísos fiscales (ganó el pleito) y mantiene actualmente la amenaza de otra denuncia contra Crónica Global por las informaciones que ese medio ha divulgado sobre contrataciones externas realizadas por TV3 en los últimos años y que, en parte, benefician a su empresa.
Pese al desastre de Público, existe un rumor muy difundido en Barcelona según el cual la Generalitat quiere ahogar políticamente a El Periódico deCataluña, el único gran diario catalán que se resiste a la deriva independentista, para complicar sus refinanciaciones, bajar su valor de mercado (aprovechando el maltrecho estado del Grupo Zeta) y acabar vendiendo la rotativa (a Roures, por supuesto) con objeto de extender el mensaje soberanista y el tirón de Esquerra Republicana entre las clases populares. 

El matrimonio Roures-Bein

La alianza Mediapro-Bein ha cambiado el mundo del fútbol (y estimulado, por oposición, el movimiento ‘Odio eterno al fútbol moderno’). Aunque parezca insólito, ese mismo dinero catarí que ha llenado las carteras de los clubes españoles ha servido para azuzar la ruptura de España en la lógica del relato ‘democrático’ de Artur Mas y compañía.
El vínculo entre Roures, Al-Thani y Nasser Al-Khelaïfi (mano derecha del emir, presidente ejecutivo de Bein y del PSG) es extraordinariamente estrecho. Mediapro USA tiene los estudios de Miami, esos mismos que visitó Junqueras para estrenar su frustrada gira diplomática, al lado de Bein USA: se encarga de gran parte de su producción. (El centro de producción de Bein Asia se ha instalado curiosamente en Singapur, también cerca del de Mediapro).
Roger Huguet, que dirigía la operación de Mediapro en el país norteamericano y está implicado por el FBI en el caso ‘FIFAgate’, acordó hace unos meses pagar 600.000 dólares y colaborar con la Justicia estadounidense para reducir sus condenas por sobornos y corrupción.
Visto con perspectiva, es chocante que el dueño del PSG tratase de fichar a Neymar en plena ofensiva catalanista y pocos uniesen los puntos que ligaban esa desestabilización con el opulento socio de Roures, Al-Thani, que ha financiado buena parte de los más de 3.000 millones que Mediapro ha invertido en controlar todos los derechos del fútbol desde el año 2015.
Bein Media es una filial de Al Jazeera, propiedad a su vez de Qatar Media Corporation, una compañía controlada por la familia real catarí, Al-Thani. El empresario trotskista logró colocar en la camiseta del Barça el nombre de una monarquía semi-feudal que está en la mira de todo el planeta. Pocas veces algo tan obvio ha sido menos glosado.

Pugna por el control del Barça

La guerra subterránea del magnate mediático más poderoso de Cataluña con la actual directiva del Barça (equipo del que es socio, aunque suela disimular su afición al fútbol) afloró hace casi dos años, cuando presentó una denuncia por espionaje contra el club, y ha tenido su batalla más cruenta con la salida de Neymar.
Roures siempre calificó la decisión de ceder los derechos de televisión del Barça a Telefónica como “política”; se quedó “con la sangre en el ojo”, como dice un latinoamericano que lo conoce bien, y planificó una venganza en plato frío. El movimiento de Bartomeu había alterado el panorama radicalmente: supuso un fuerte golpe para Mediapro, rehizo el equilibrio de fuerzas entre los dos grandes grupos audiovisuales y obligó a una negociación justo antes de que entrase en vigor el decreto de venta centralizada de los derechos del fútbol.
El romance de Mediapro con el fútbol, sin embargo, continúa viento en popa: sin ir más lejos, la compañía de Jaume Roures y Tatxo Benet ganó la subasta para la emisión en España de la Champions League por tres temporadas, de 2018 a 2021. Los datos concretos de la oferta se desconocen (el rumor es que pagaron algo más de 1.100 millones de euros, unos 370 millones por temporada, más del doble de lo que se abonó en la anterior puja). La lista actualizada de la UEFA en su página web confirma la sólida alianza entre Mediapro y Bein Sports: los derechos han sido asignados a ambas empresas.
Jaume Roures y Pere Guardiola, hermano de Pep Guardiola.
Jaume Roures y Pere Guardiola, hermano de Pep Guardiola.
El negocio funciona a la perfección desde hace años: en septiembre de 2014, Roures se aseguró también los derechos de la Champions League para las temporadas 2015-2016, 2016-2017 y 2017-2018, junto a Atresmedia y TV3. Era una pésima noticia para Telefónica, que unos meses antes le había arrebatado la F1 y el Mundial de MotoGP exhibiendo sus armas para la eterna batalla de los derechos del fútbol.
Medio año después, Roures reconoció oficialmente que Bein Sports había estado detrás de la compra de la Champions League. En una entrevista concedida a El Mundo, dijo: "Llevamos 13 años trabajando con Bein. Fuimos contratados para construir Al Jazeera en Qatar; hemos hecho lo mismo en EEUU, Francia, Turquía... Hacer Bein aquí en España forma parte de nuestra relación y no es un salto cualitativo, sino una evolución natural. Que ellos comprasen Mediapro sí sería un salto cualitativo, pero eso no va a pasar".

La irrupción del Girona 'City

El trío amoroso entre fútbol, Mediapro y nacionalismo catalán viene reforzado en este año crucial por el Girona FC, exitosa franquicia del Manchester City (otro gran cliente de Mediapro). Ferran Soriano, su director ejecutivo, fue consejero delegado de Spanair, una empresa con fuerte apoyo de la Generalitat que terminó completamente hundida. Los miembros de su Consejo de Administración fueron inhabilitados tras la quiebra; entre ellos Tatxo Benet, otro de los tres socios de Mediapro (algunos, por cierto, habían invertido millones en la línea aérea). Después lograron salvarse mediante recursos, en una demostración práctica más de las ventajas que conlleva tener dinero y unos buenos abogados.
Soriano, que había sido vicepresidente deportivo del Barça en años de gloria, superó el desastre de Spanair emigrando al City, una entidad construida a golpe de petrodólar y con una gestión catalanizada para emular al Barça triunfante de su hoy técnico. El ejecutivo pobló la directiva de Manchester decerebros culés y explotó los conflictos internos del club catalán en su gestión: contrató a Txiki Begiristain, Jorge Chumillas, Esteve Calzada, Nuria Tarré. La televisión oficial del club se la encargaron, cómo no, a Mediapro.
Los más de 500 millones gastados y la importación del talento catalán no trajeron en la primera temporada de Guardiola el éxito deportivo, pero el City se ha consolidado como la primera franquicia de fútbol global, y hace unas semanas anunció la compra del club gerundense junto con el Girona Football Group, vinculada estrechamente con Pere Guardiola, agente de futbolista y hermano de Pep.
Detrás de la compra del Girona, camuflada por una serie de empresas europeas que desentrañó El Confidencial, está la familia Al Nayan, gobernante de Emiratos Árabes Unidos (otra acaudalada monarquía petrolera) y propietaria del Manchester City. El Girona, recién ascendido a Primera División, tiene cinco jugadores cedidos por los ingleses. "Les ayudaremos en lo que podamos", dijo ‘Txiki’ Begiristain, director deportivo de los ‘citizen’, al día siguiente del ascenso del equipo catalán a LaLiga.

La influencia del desierto

Nunca un trozo tan pequeño de desierto tuvo tanta influencia en el mundo. El cofre catarí y emiratí es inagotable, su conexión con Roures y su proyecto muy estrecha. Guardiola fue embajador de la impopular candidatura de Qatar a organizar el Mundial de 2022, ese que obligará a trastocar la planificación mundial de este deporte para sortear sus temperaturas veraniegas de 50 grados. 
El reino árabe patrocinó al Barça durante años, hasta que Josep Maria Bartomeu quiso sacar más tajada. Después los socios de Roures se convirtieron en un poderoso enemigo. Intentaron incluso fichar a Messi, una forma segura de acabar con el dubitativo Bartomeu. Los socios, sin duda, preferían de spónsor a Unicef. El candidato opositor Agustí Benedito llegó a afirmar que "Qatar está detrás del terrorismo yihadista". Pilar Rahola lo expresó en Twitter de otra forma: "Qatar, el amigo del Barça que oprime mujeres y emigrantes, persigue homosexuales y disidentes y potencia el integrismo".
Hasta la proverbial pulcritud alemana cede cuando llueven los fajos de dinero del desierto: el poderoso Bayern Múnich (cuyo director general, Karl-Keinz Rumenigge, criticó duramente la elección de Qatar como sede del Mundial por las temperaturas) lleva hoy publicidad suya.

El dilema de Javier Tebas

El peso del riyal catarí hizo que Javier Tebas (hoy paradójicamente enfrentado con el PSG y el City) mantuviese varias reuniones con su Gobierno para negociar que el emirato se convirtiera también en el patrocinador principal de LaLiga la pasada temporada. La actitud de Tebas con el caso Neymar (“el PSG ha meado en la piscina”, declaró) es ambivalente en el mejor de los casos: logra no aparecer como ‘empleado’ de Roures y profundiza en su papel de dirigente siempre incómodo, comprometido (y locuaz).
Sin embargo, en diciembre de 2015 La Liga adjudicó a Movistar 'el Partidazo' por 750 millones de euros en tres años y a Mediapro los ocho partidos de pago por 1.900 millones. Una buena parte de los directivos de LaLiga más cercanos a Tebas actualmente provienen de Mediapro: otra alianza exitosa de Roures.
Tebas parece incurrir en una grave contradicción: alimenta la máquina (Qatar) que luego le mata, reventando el mercado y debilitando a la liga española con la salida de una de sus principales estrellas, llamado a ser el futuro Balón de Oro. Un botón de muestra de la profundidad de su asociación con Roures, el socio de los árabes, es que hasta Podemos, una criatura alumbrada entre otros por el empresario catalán, habló bien de Tebas (una persona en sus antípodas ideológicas) cuando se presentó el informe parlamentario sobre el control económico de LaLiga: un hecho francamente insólito en términos políticos y explicable en términos estratégicos.

Acabar con la España del 78

Roures prestó su casa a Junqueras y al líder de Podemos para acercar posturas, de cara al 1 de octubre, sobre un pacto poselectoral en Cataluña. La velada llegó incluso al Pleno del Congreso de los Diputados, donde Rajoy pidió explicaciones a Iglesias por su reunión secreta. Una pieza más del puzle separatista: fue otro gran amigo de Roures, el influyente empresario de medios Oriol Soler (otro de los principales cerebros ocultos del ‘procés’, poco amigo de los focos), quien organizó la cena entre Iglesias y Junqueras en casa del magnate audiovisual.


Pablo Iglesias, con el embajador de Qatar en España, en la manifestación contra el terrorismo de Barcelona.
Gracias a Messi y a la sensatez de Ernesto Valverde, el misil de Neymar no ha logrado, hasta la fecha, ni mandar a Bartomeu a su casa ni sustituirlo por un presidente vinculado estrechamente con el ‘procés’. El plan incluía que Ferran Soriano regresase al Barça y liderase el vector catalanista del fútbol (ya que el Espanyol no participa en ese juego, como se sabe) con el ‘Girona City’ consolidado en Primera y aspirante en un par de años a la Europa League (absorbiendo sin descanso talento del Manchester).
Roures aparece en este mapa como un poderoso y discreto gestor del nacionalismo, subido al trasatlántico del dinero de Qatar y provisto de una paciencia infinita (rasgo que destacan todos los consultados para este reportaje): dos armas que le permiten jugar la partida política con tiempos vaticanos y retar al presidente del Gobierno en los medios mientras se desplaza a Madrid con frecuencia para cenar con secretarios de Estado o celebrar sus cumpleaños en locales de lujo de la capital con 'catering' catalán de tres estrellas Michelín.
El socio de Mediapro, Jaume Roures, y el presidente de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas.
El socio de Mediapro, Jaume Roures, y el presidente de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas. Efe
Aficionado a viajar, el jefe de Mediapro evita desplazarse a Estados Unidos desde hace casi un año (ni siquiera acompañó a Junqueras cuando visitó su sede en Miami). Recela de las posibles derivaciones de la investigación del ‘FIFAgate' estadounidense, algunos de cuyos ‘co-conspiradores’ están aún por identificar, cuando tiene exempleados que han aceptado colaborar con la Justicia.
En España, mientras tanto, Roures es “el jefe de toda la banda” (en palabras de un presidente de Primera División), el enlace que une fútbol, independentismo e izquierda: un hombre con una misión, enfocado en conseguir los recursos necesarios para financiarla. El fútbol es apenas un medio, y su aliado Javier Tebas aparece a vista de pájaro como un peón más de su estructura. Asombra semejante capacidad de persuasión y tal acumulación de poder. “Jaume”, como dice un antiguo amigo íntimo suyo, “lleva ganando batallas toda su vida porque todo el mundo lo ha enfrentado por partes: Prisa, Telefónica, RTVE, los Gobiernos de turno…”.
La personalidad poliédrica de Roures escapa a cualquier etiqueta simplona: no es comunista al modo soviético, no es nacionalista al modo de la CUP, no es empresario al modo habitual. “Para penalizar las ideas que defiendo, como el marxismo, me llaman millonario", dijo este año, poco después de engordar su patrimonio con un castillo del siglo XVI en Orriols (Gerona). Él quiere ser trostkista. "Yo no trabajo, yo milito [...] Hago dinero para servir a mis ideas", declaró en 2009 al periódico francés Libération.
En ese contexto cuadran todas las piezas: el fútbol no es más que un combustible para financiar proyectos de transformación política, aunque no siempre se tenga una alternativa. La ambición de un productor, al fin y al cabo, ha de ser “influir en la realidad”. Roures es un hombre que presume de ideología armado con un pragmatismo ilimitado: ¿es realmente Qatar el socio más coherente para un empresario que exhibe tan frecuentemente su izquierdismo y "milita" en lugar de "trabajar"?
El productor que convirtió el 15-M en Podemos y se adueñó del fútbol con dinero árabe juega ahora a ser el Rasputín de la presunta independencia catalana con la misma calma y astucia con la que ha dominado (hasta ahora) el tablero audiovisual. La encarnación perfecta del doble juego catalán en los últimos tiempos: el fin justifica los medios.

La revolución que viene


Que dice Iglesias que el Gobierno está propiciando una situación prebélica y que esto no se arregla con balas de goma o cañones de agua. Lo curioso es que él apoya a su amigo Maduro que saca a la calle balas bastante más duras para acallar protestas contra su régimen que ni siquiera pretenden derrocarlo saltándose la legislación vigente.

Una situación prebélica la provocan quienes quieren reventar la legalidad y Constitución en vigor echándose a la calle a montar algaradas, no quienes intentan defenderla usando los medios que esa legalidad pone a su servicio para ello. Los provocadores son quienes pretenden romper el Estado unilateralmente. Pero él no pide a esos contención ninguna, no; a esos hay que dejarles hacer lo que quieran. Así, porque lo dice él. Tampoco pide a su amigo Otegi que se abstenga de alentar la sedición y echar más leña al fuego. No, él apoya a los atacantes y ataca a los que se defienden. Luego está claro su bando.

La defensa de la integridad de España es una cuestión de Estado y de supervivencia. El Estado es quien garantiza el Estado de Bienestar, quien paga pensiones y paro, quien paga la sanidad. Acabar con él es acabar con eso. No hará falta que haya tiros para que mucha gente se encuentre sin lentejas para comer y sin un euro en el bolsillo.

Muchos de esos irresponsables que desde casa de papá -en muchos casos pensionista- están apoyando a estos revolucionarios leninistas, desconocen qué hizo Lenin para llegar al poder. Lo verdaderamente sangrante es que al menos Lenin estuvo financiado por el Káiser, no por los propios rusos. Aquí todos estos que quieren acabar con el sistema están cobrando de todos nosotros y si logran su objetivo, sus jaleadores, muchos de ellos, se encontrarán con que sus padres ya no les podrán mantener para seguir jaleando a sus "salvadores". Por eso es un golpe de Estado, porque quienes lo dan forman parte de las Instituciones del Estado, cobran de él y accedieron a ellas para defender al Estado.

La estrategia de Podemos es presentar el asunto como un enfrentamiento con Rajoy y con el PP. No es cierto, es con el Estado con el que se enfrentan. Es al Estado, no al Gobierno, a quien exigen que se desarme ante los golpistas y acepte el golpe. En nombre de la democracia -que ya me dirán qué democracia es el comunismo- quieren acabar con ella, para empezar quitándonos a los españoles la soberanía troceándola, para luego hablar de soberanías y democracias enfrentadas entre sí para acabar con la común. Cuando lo consigan y se produzca el caos, ya estarán ellos para juntar los trozos y arreglarlo a su manera. O eso creen.

Muchos de quienes los votaron lo saben, pero otros muchos no sólo lo ignoran sino que lo niegan. Se han dejado engañar tanto que se dejan llevar al matadero portando las herramientas del sacrificio y jaleando al matarife. Y todos al grito de "fuera Rajoy". No es fuera Rajoy lo que van a hacer, es fuera España. Lo de "fuera Rajoy" es la tapadera. El problema es si el PSOE de Sánchez sabrá o no reconocer la trampa, o entrará a comer ese queso.

Ya no se trata por tanto de rivales políticos sino de enemigos de España, de mi país, independientemente de quien lo gobierne. Y esos enemigos de España lo son también míos. Una pena que entre ellos haya quienes no se enteran de que es en ese bando donde se colocan, mucho más cuando niegan que estén en ese bando mientras esa banda a la que apoyan se empeña en destruir España. Y para ello se acompañan, como antaño, por los rusos empeñados en desestabilizar Europa, y hasta por la ETA. No hay más que comparar las declaraciones de hoy de Iglesias y las de la cúpula de la banda -que no ha desaparecido como han querido hacernos creer- para ver las coincidencias. Aunque para verlas muchos tendrían que quitarse antes las orejeras que les hacen ver a los españoles que quieren a España como peligrosos fascistas armados con peligrosas banderas y hasta con alguna peligrosísima botella de plástico vacía. A ver lo que tarda el PSOE en sumarse al asunto.

viernes, 22 de septiembre de 2017

El sentimiento catalán






La reforma constitucional parece ya un hecho irreversible. Incluso el presidente Rajoy dice estar dispuesto para hablar de ello. Supongo que forzado por su soledad en el asunto. Me refiero al asunto más grave que tiene planteado España desde hace años. O sea, Cataluña. Esta insondable reforma se ha convertido en la pócima prodigiosa que pretende acabar con la epidemia tribal del separatismo. Alguien acuña una frase contundente al vuelo y, si la ocurrencia lleva envoltura de multiusos y no compromete a nada concreto, se expanden sus provechos como el bálsamo de Fierabrás. Sorprende la facilidad con que la martingala se instala en el día a día de la política y los medios de comunicación para tomar apariencia de realidad incuestionable. Sobre ella llueve un derrame de especulaciones. Parece el tema de un entremés cervantino.

Me pregunto quién tuvo la idea genial de la reforma. Creo recordar que se parió desde las filas socialistas buscando enigmáticos federalismos, pero a estas alturas ya resulta muy difícil seguir la genética de un invento en boca de los más dispares.Lo que está claro es que sirve a todos porque los partidos nacionales dan por fracasada la posibilidad de una auténtica homogeneidad de derechos y deberes entre los ciudadanos de la España actual. Ante ello hay que reunirse para elaborar las reformas constitucionales y así entrar de nuevo en el tema de la igualdad. Poco importa que la actual Constitución fuera elaborada mirando de reojo a Cataluña y que se organizara el gatuperio autonómico en función de vascos y catalanes. No escarmentamos. Ahora hay que montar otro berenjenal para lo mismo. Constatar públicamente el fracaso del anterior.
Cuesta poco imaginarse el primer encuentro de la inevitable comisión. Un desbordamiento inicial de medias palabras y subterfugios. Todos sin mostrar las cartas marcadas y esperando a ver que se le ocurre al adversario. A ver quien se compromete el primero. Algunos pretextos como el artículo 57 en relación a la reforma sucesoria de la corona servirán de preámbulo para lo que es el auténtico meollo del asunto ¿Cómo endilgar la píldora de la desigualdad entre territorios sin que explote una riña fratricida entre ellos? Es muy posible que llegados a esta tribulación los más osados pongan por delante la coartada de los sentimientos. ¡Ay! ¡Los sentimientos! Un argumento convincente e irrebatible. Como la paz mundial o el cambio climático. Hay que proteger los sentimientos especiales, diferenciados y exclusivos de los catalanes. Así de fácil. Pero, claro, ¿con que términos poner en letra la justificación y la precisión de estos sentimientos especiales y diferenciados? Ya no están los ladinos redactores del Imperio hacia Dios o El centinela de occidente para marear la perdiz con su eficaz poética altisonante. En aquellos tiempos comulgábamos con ruedas de molino. Ahora resulta que estamos en un Estado de Derecho y hay que explicarlo con pelos y señales en vistas a la judicatura y sus tiquismiquis.
Por si les sirve de algo les explico yo de que se trata esto de los sentimientos catalanes. En los primeros años de mi niñez me enseñaron de forma más o menos subrepticia que, entre la gente, estaban los nuestros y los de fuera. Los de fuera eran els castellans, una gente que, además de hablar una lengua enfática e imperiosa, había que mantener a distancia. Nada bueno podía emanar de tales sujetos ni de sus lugares de origen.
El lenguaje críptico inducía a sospechar un sinfín de horrores del pasado que provenía de aquella tropa infiltrada. Quien no ha conocido este entorno no puede imaginarse lo agradable que resulta vivir en el calor incestuoso de la tribu amenazada. Imaginando intimidaciones de la poblada tribu vecina. Un tufo de miseria, suciedad e incultura emanaba entonces de los de fuera, gentes tan ufanas y soberbias como denuncia el himno. Nada comparable a nuestra tribu del seny.
Si no han estado sumergidos en un cotarro parecido, es imposible percibir como se disfruta formando parte de la minoría amenazada por este supuesto enemigo común. No hay que hacer ningún esfuerzo para transmitir a otra generación un sentimiento tan excitante y ancestral. Tiene además la ventaja que, de salida, lo llevamos todos dentro. Cualquier excusa histórica o económica es secundaria. Lo esencial es el placer y el privilegio de recrearse en este sentimiento. Disentiremos en todo pero estamos de acuerdo en un principio fundamental: nada bueno para nosotros proviene de España. Madrid es el enemigo a batir.
En definitiva, este es el núcleo del sentimiento catalán que alcanza una mayoría de ciudadanos del territorio regional, aunque -como suele suceder- adquiere mayor radicalidad en la parte rural de dicho territorio. Se adorna con castellers, diseño o exhibiciones pacifistas para encubrir las vergüenzas del odio y la xenofobia, pero la realidad de hoy se nos ha mostrado por fin descarnada. Cuando todavía no habían perdido el pudor lo disfrazaban con una supuesta cultura distinta y otros inventos, pero ha llegado el momento crucial. El momento de la venganza.
La Cataluña como arcadia feliz desprendida de España solo se la imaginan cuatro despistados. Para el resto de la población, no importa que el procés pueda significar ruina, enfrentamiento o un futuro problemático en Europa. La catarsis es irreprimible. Hay que desquitarse. Pasar cuentas. ¿Saben cuál es la diferencia entre el taimado Pujol de los años 80 y los destroyers actuales? Una sutilidad. Simplemente se han quitado la máscara.
Sepan el resto de los españoles tan sensibles al sentimiento catalán que amparan unos sentimientos proclives a la creación de víctimas. Unas por muerte civil y otras por muerte física. Esta clase de sentimiento ha producido en España innumerables víctimas del terrorismo. Esta clase de sentimiento ha tenido gran responsabilidad en las dos guerras mundiales del siglo XX. Millones de víctimas. ¿Bajo semejante advocación vamos ahora a justificar un cambio constitucional pensando que quizás incluyendo el sentimiento singular en forma de desigualdad se soluciona el asunto? El problema es que no es singular. Lamentablemente, su raíz forma parte de lo que el ser humano va mitigando a medida que crece y aprende a dominar sus instintos primarios.
Comprendo a los ciudadanos del resto de España cuando manifiestan su pasmo ante lo que está aconteciendo, aunque tampoco es una novedad. Las comunidades humanas enferman igual que las personas. El atrayente contagio de estos bajos sentimientos es causa de auténticas pandemias que alejan de la realidad a sus afectados. Puedo entender que, desde una democracia, es muy difícil responder seriamente a una ficción, pero no lo agravemos ahora con más ficciones constitucionales.
Albert Boadella Oncins es actor y dramaturgo, fundador de la compañía de teatro Els Joglars.

Sin territorio no hay derechos.


Vamos a ver, ¿los derechos son de los individuos o de los territorios? ¿Quién tiene derecho a ser libre, mi casa o yo? Y esos derechos, ¿dónde se aplican? ¿No necesitan de un territorio donde disfrutarlos? Eso de que las zonas más privilegiadas de un territorio, sea industrialmente, por sus recursos naturales o turísticos, por su capacidad financiera o por cualquier otra causa, quiera desgajarse del resto ¿es solidaridad? ¿Se puede admitir desde una visión de justicia social? ¿No es uno de los motivos por lo que las sociedades de un territorio se constituyen en nación el que los habitantes de las zonas menos favorecidas se beneficien de la solidaridad del resto y así no tener que irse de donde viven?

Y a esos que se definen de izquierdas y dicen que no aceptan las reglas del juego porque favorecne a los poderosos y a sus amigos, ¿no entran en esa definición los territorios ricos que no quieren ser solidarios con los menos favorecidos? ¿No es necesario definir un territorio determinado en donde aplicar la solidaridad entre zonas favorecidas y las no tanto? ¿Es lógico trocear esos territorios y hacerlos independientes unos de otros y así condenar a algunos a la ruina beneficiando a los más ricos y poderosos? Si una zona de una nación determinada se ve favorecida por un golpe de suerte, como encontrar petróleo o que una multinacional decida instalarse allí, precisamente porque hay infraestructuras pagadas por todos, ¿es justo socialmente que se independice para no compartir su beneficio con los demás? ¿Es esa la solidaridad en la que tanto se insiste desde la izquierda?

El territorio es necesario para saber dónde puedes disfrutar de tus derechos, pero también para definir dónde tienes deberes para con los demás. Eso es la nación que se organiza como Estado y que como tal dota a todos sus ciudadanos de los mismos derechos y servicios, y si se admite trocearla, ¿no sería lógico que dentro de cada una de las naciones resultantes se derivara en lo mismo y algunas zonas más privilegiadas decidieran también declararse nación para emanciparse y no compartir nada? ¿Dónde estaría el límite de los nacionalismos? ¿Qué impediría que un pueblo se declarara nación? Si Benidorm, por poner un ejemplo, se declarara independiente de la Comunidad Valenciana y no pagara un euro que no fuera a destinarse a sus habitantes, ¿lo apludirían estos que propugnan que dicha Comunidad es una nación, o quizás dirían que eso es asunto de todos los valencianos y no sólo de los que viven en Benidorm?

Cuando se usan como argumentos unos sentimientos inculcados machaconamente en vez de razonamientos basados en una realidad histórica, se sabe cómo se empieza pero no cómo se acaba.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Un sistema agotado

Me voy a mojar:

Nuestro sistema ya no puede subsistir más que a base de componendas cortoplacistas que impiden ya el mantenimiento de un proyecto común. El propio sistema se ha encargado de quitar la ilusión en ello. Es imposible constituir un Estado contando con los enemigos del Estado, pues lo destruirán desde dentro. Lo estamos sufriendo.

Hablan de solucionarlo reformando la Constitución una vez pasado el 1O, como si el problema fuera el referéndum, cuando no es más que la consecuencia. Es más fácil hacer una nueva Constitución que reformar la existente. Además, ¿qué y cómo se va a reformar? Convóquese elecciones constituyentes y sepamos qué propone cada cual. Esto ya ha tocado fondo. De no hacerse de este modo alguien vendrá que lo haga como siempre y terminemos como la Histora recuerda qué significa ese "siempre": a tiros.