El presidente de la Comisión Constitucional, Alfonso Guerra, ha calificado de "inquietante" la actual "desviación territorial" en detrimento de los planteamientos ideológicos, y advirtió de que una cosa parecida ocurrió en el momento de la disolución de la antigua Unión Soviética.
En una entrevista con la Agencia EFE, Guerra se refirió de esta forma al proceso de reformas estatutarias y dijo que "salvando todas las distancias, algo parecido ocurrió en el momento de la disolución de la URSS, en el que los dirigentes comunistas, viendo que aquello se disolvía, se envolvieron en las banderas nacionalistas de las repúblicas en que vivirían para seguir manteniendo el poder. Algo de eso, aunque más sutilmente, está sucediendo en España", señaló.
A su juicio, hay que tener un proyecto y, sobre esas ideas, construir una acción política, pero lo que se está produciendo es una desviación de las posiciones ideológicas hacia las territoriales, de forma que cuando un partido político de la derecha o la izquierda plantea una propuesta que cree que beneficia a su comunidad, da "igual" si ésta es conservadora o progresista, "todos se suman, nadie quiere quedar atrás".
Subrayó que el inicio de la "fiebre reformadora" procede de la última etapa del gobierno del PP, cuando el ex presidente José María Aznar "considera que una especie de cruzada antinacionalista le va a dar réditos y crea una especie de demonización de los partidos nacionalistas, lo que les induce a éstos a ir más allá de lo que habían pensado nunca".
"Los que tuvieron un Estatuto antes de la Guerra Civil consideran que representan un paso más que los que no lo tuvieron y, cuando los otros se igualan, ellos piden un escalón más, con lo que es una escalera que no tiene fin", advirtió Guerra, que opinó que todos "deberían poner fin" a esta escalada "excesiva".
Consideró, además, "curioso" que en un Estado de las Autonomías algunos pretendan que los estatutos se hagan "con una fotocopiadora, que es lo contrario de la autonomía", lo que le llevó a afirmar que "hay una especie de contaminación nacionalista".
"Que en Andalucía se defienda el término 'nación' es que se han vuelto literalmente locos porque el 99 por ciento de los ciudadanos dicen que eso es una tontería", indicó Guerra como ejemplo de lo que está ocurriendo y que achacó a la pretensión de "buscar un hueco político" en el actual proceso.
Puso también como ejemplo de la desviación territorial en detrimento de las ideas el hecho de que la derecha y la izquierda nacionalista coincidieran en la defensa, en el proyecto inicial del Estatuto catalán, de una financiación que suponía el "vaciamiento del Estado" y que introducía elementos "muy peligrosos" como el esfuerzo fiscal, un concepto "muy conservador e inventado porque el esfuerzo es el mismo para todos los españoles, vivan donde vivan".
Otro de los problemas de las reformas estatutarias se deriva, en su opinión, de la utilización del artículo 150.2 de la Constitución como instrumento para conseguir nuevas competencias, ya que con él el proceso constituyente "queda siempre abierto".
Guerra recordó que en su momento se opuso a dicho artículo, por el que el Estado puede delegar o transferir competencias mediante una ley orgánica, que considera un "error grave" porque permite que la Constitución se pueda modificar "sin pasar por el mecanismo establecido" por la propia Carta Magna para su reforma.
"Eso impide pensar en un cierre del reparto del poder político, económico y administrativo porque siempre queda el 150.2", insistió. Convencido de la necesidad de recuperar la "moderación" en el proceso de reformas estatutarias, Guerra se congratuló, no obstante, del resultado final del Estatuto catalán, aunque reconoció que el consenso logrado es "limitado".
Como presidente de la Comisión Constitucional su principal preocupación era que todos aquellos aspectos del Estatuto catalán que tuvieran "visos de inconstitucionalidad" fueran suprimidos o modificados, un objetivo en el que "hemos tenido éxito", aunque en el otro reto de que hubiese un acuerdo entre los dos grandes partidos "no ha habido ningún éxito", reconoció.
Recalcó que el nuevo Estatuto catalán supone un "salto cualitativo" respecto al vigente, aunque si se compara con la propuesta salida del Parlamento autónomo "las diferencias son abrumadoras", pese a que "en la propaganda que hacen unos y otros carguen las tintas sobre lo que creen que hay que cargarlas".
Así, recordó que se ha modificado el preámbulo del Estatuto, además de 144 artículos, 18 disposiciones adicionales, una transitoria y tres finales, es decir, que es "otro Estatuto, se ha transformado tanto que es bastante irreconocible", pese a que "al inicio se jactaron de que no se cambiaría ni una coma".
Subrayó que "no es verdad" que el texto aprobado por el Congreso avale que Cataluña es una nación, ya que lo que recoge es que "el Parlamento catalán dijo que es una nación".
Por ello, consideró que la preocupación no se deriva de lo finalmente aprobado, sino de las "falsedades que se digan en la campaña del referéndum para conseguir votos".
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