lunes, 4 de junio de 2007

El faraón

Gallardón no asimila el triunfo, además de no medirlo con la perspectiva exacta: su abultada victoria tiene más que ver con la debilidad del adversario que con sus propios méritos.

Primero intentó defraudar a sus electores al postularse como número dos para las generales, con lo que abandonaría el cargo para el que fue elegido. Ahora se dedica a dar rienda suelta a sus ínfulas faraónicas y a sus deseos de autobombo. En su tremenda soberbia parece que no le gusta que sus colaboradores sean llamados concejales, que es lo que son; no, él quiere llamarlos consejeros, como a los de la Comunidad.

La Comunidad de Madrid no ha tardado en contestar a la imbecilidad gallardoniana y le ha dicho que los concejales son concejales y no emperadores galácticos. "Los responsables de un ayuntamiento se denominan concejales y es así como deben llamarse en Madrid", aseguró Granados, para quien el nombre de "consejeros" que el alcalde ha elegido para su equipo "a lo único que induce es a la confusión y a complicar las relaciones con los ciudadanos". El secretario general del PP de Madrid incidió en que "no tiene ningún sentido que los miembros de un ayuntamiento se llamen consejeros" como "tampoco es lógico que los responsables de la Comunidad de Madrid se llamen ministros".

Pero ya los gallardonianos han contestado al ataque a su emperador del imperio galáctico y el vicealcalde ya ha apelado a la ley de capitalidad para justificar el llamar ingenieros a los mecánicos. Es curiosa la coincidencia con el zapaterismo en no querer aceptar lo que significan las palabras. Ya avisé del peligro que Gallardón tiene para el PP. Y tiene detrás a Vocento y a Prisa.

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