La cada vez mayor desigualdad entre los españoles es consecuencia de dos errores consagrados en la Constitución.
El primer error es la inclusión en la Constitución del abstracto concepto "nacionalidades" recogido en la Ley de Leyes referido a algunas de las regiones españolas para contentar a los nacionalistas. El segundo error es el haber omitido referirse a nuestro idioma común como español y haberlo hecho tan sólo como castellano.
Como consecuencia del primer error las Autonomías han perdido totalmente lo que nos contaron como objetivo de las mismas y la intención inicial de la organización territorial del Estado en dichas Autonomías: el acercar la administración al administrado y el conseguir una mayor unidad y solidaridad potenciando la diversidad. No es cierto, pues las Autonomías han derivado en centros de poder político en permanente disputa con el Estado para hacerse con más competencias y cotas de poder, sin que ello redunde en una mejor gestión o en beneficios para el ciudadano. No favorecen más que a los políticos y cada vez se asemejan más a Taifas con intereses contrapuestos y desde luego absolutamente insolidarios.
La consecuencia del segundo vergonzante error -cometido a sabiendas para no herir susceptibilidades nacionalistas- es más grave que el esperpéntico hecho de que nuestro idioma se llame español en todo el mundo menos en España. Mucho más grave. Ha dado pie a que se esté considerando el español -en la Constitución sólo llamado castellano- como un idioma más y no como el idioma común de todos los españoles. Ahora esa falta de defensa de lo que se creyó que no había que defender constitucionalmente, se está pagando en que ya hay generaciones que no saben desenvolverse correctamente en nuestro idioma común y que son prácticamente analfabetas si salen de su región natal. Hay generaciones en algunas Autonomías a las que se les ha privado del capital que supone un idioma que hablan 400 millones de personas. Y se ha roto la igualdad de los españoles, pues ya no se tienen en la práctica los mismos derechos en todo el territorio nacional dado que hay regiones en donde no se pueden escolarizar a los niños para que cursen sus estudios en español.
El idioma es un puente, un nexo de unión, y si se usa como una diferenciación y como una barrera lo que crea no es unidad. En absoluto. La cerrazón nacionalista no es nueva, es algo conocido de antaño. Pero la Constitución no nos ha protegido de ella; y no sólo eso, sino que la ha potenciado. Además de que yo, por ejemplo, no considero que hablo castellano; hablo español, idioma enriquecido con modismos, giros y palabras no sólo de todas las regiones españolas, sino de los territorios que una vez formaron parte de España y que conservan nuestro común idioma como un inmenso tesoro que nos permite entendernos. El que hablaba castellano era el Cid, y de eso hace ya mucho tiempo.
El objetivo de las Autonomías -y de cada vez más Autonomías- no es otro que la Autonomía total, es decir: la independencia. Ahora se proclama ese objetivo como lo más normal del mundo, con lo que nos encontramos con que vivimos en una Nación y en un Estado que no está definido sino en constante definición. Es un Estado y una Nación en obras permanente. Y es el único del mundo en el que su Constitución permite dicha indefinición constante.
En el asunto idiomático ya se ha llegado al esperpento, pues algunos de los supuestos idiomas que se imponen en algunas de las Autonomías no son otra cosa que inventos recientes, refundaciones y refundiciones de distintos dialectos con nuevos modismos y palabras que no existían en dichos supuestos idiomas. Se llega al tremendo contrasentido de perder el tiempo -y de forma obligatoria- en aprender nuevas lenguas tan sólo para entenderse entre los que ya se entendían en otra más universal. Si alguien no se entiende con alguien es lógico que intente aprender su idioma, no lo es si ya tienen un idioma común en el que se entienden a la perfección.
Una cosa es cuidar una lengua como bien cultural y otra cosa es imponerla. El que en la ONU no se hable Watusi no quiere decir que no se ampare y proteja a dicha lengua para evitar su desaparición. A nadie se le ocurre imponerla como medio de expresión a personas que ya se expresan y entienden en otra mucho más extendida.
Y una cosa es proteger una lengua como bien cultural, y otra el usarla como elemento diferenciador e incluso como excusa para rupturas y pretensiones secesionistas. Así no se une. Ni se progresa.
Un Estado que trocea y se desprende de las competencias en educación y sanidad es un Estado que pierde su razón de ser, pues esas dos cosas son las que dan sentido a la existencia del Estado. Aquí ya se hizo hace tiempo y no pasará mucho para que eso sea lo que produzca la ruptura, pues los sentimientos que hacen la unidad serán sustituidos por los que pretenden trocearla. Y habrá sido el Estado quien lo haya propiciado. Increíble.
Espero y deseo que se recupere la sensatez y se puedan corregir democráticamente esos errores que más que constituir destruyen, pero como demócrata acato lo que está vigente por haber sido aprobado mayoritariamente por los españoles.
Espero y deseo que se recupere la sensatez y se puedan corregir democráticamente esos errores que más que constituir destruyen, pero como demócrata acato lo que está vigente por haber sido aprobado mayoritariamente por los españoles.