sábado, 10 de mayo de 2008

Nueva maniobra de distracción.

El Gobierno retoma su ataque contra la Iglesia Católica con el amago de la reforma de la Ley de Libertad Religiosa.

El viernes, Fernández de la Vega, además de lanzar velados avisos a la jerarquía eclesiástica con el cuento de que no admitirá "imposiciones ni dogmas" -que nadie pretende imponer en absoluto, pues si no se es católico de mala forma puede la Iglesia imponer nada a nadie- va y justifica la posible modificación de la Ley de Libertad Religiosa asegurando que las "leyes tienen que estar acordes a la sociedad", algo cuanto menos discutible, pues es más bien la sociedad la que debe de adecuarse a las leyes (y la evidencia es que si se deja a la sociedad actuar sin seguir la ley, muchos de los condenados por violación y asesinato estarían colgando de los postes de la luz). Añadiendo luego que "hay que proteger todas las creencias, las de los católicos por supuesto y la de los musulmanes, judíos además de los que no creen".

Eso de "proteger las creencias de los que no creen" es la mayor demostración de idiotez institucional que podía haber dicho la cada vez más esperpéntica Vicepresidenta. Pero al mismo tiempo es muy ilustrativo, pues lo que se pretende es imponer "las creencias de los que no creen" por encima de cualquier otra creencia. Pero la incongruencia es evidente, pues la libertad religiosa protege la práctica de cualquier religión, y no es religión el ateísmo; por mucho que quieran imponerla como "Religión Oficial del Reino".

Pero lo cierto es que ante el desastre económico y la evidencia del engaño al que sometieron a todos los que se dejaron engañar -que fueron muchos y ahí está el resultado de las elecciones- diciendo que no había crisis, o que España no se vería afectada por la crisis financiera porque el asunto de las subprimes era cosa ajena, necesitan algo; necesitan una cortina de humo que distraiga de la realidad de que hasta el tema de los 400 euros no es más que el timo de los 400 euros.

Y abundando en el tema, lo de Blanco declarándose creyente para luego decir que los que dictan las normas en las que él cree lo hacen mal, es ya de traca. O es creyente o no lo es. Si no cree las normas de su religión no puede considerarse creyente en ella. Aunque tratándose de Pepiño, ¡cualquier cosa!

1 comentario:

  1. Es que ya no da ni risa. Hasta ahora me lo he querido tomar a cachondeo -ya sabes, es mejor reír que llorar-, pero es demasiado grave. Cada vez van a más.

    Lo de salvaguardar la "creencia" de los que no creen es... ¿como lo diria?... ¡Bah!, no existen palabras en el diccionario para calificar esto.

    El ataque a la Iglesia Católica, otro que tal. Está lo suficientemente claro que por mucho que diga esta, yo, como no creyente, no voy a hacer lo que diga. Ergo, si solo los creyentes siguen fielmente, que les dejen en paz. Porque lo que está haciendo el Gobierno es una caza de brujas sin paliativos.
    Mucho bla bla bla, pero van a por la Iglesia. Su pretensión es callarla, aniquilarla.
    Lo enmascaran con sus inconmensurables idioteces, que solo se traga la jauria inculta.

    Por supuesto que los famosos 400 € fueron un timo, posteé sobre ello en su día. Como la ampliación de hipotecas...

    Pero a los tontos les encanta que les engañen.

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