jueves, 31 de julio de 2008
Adiós, Isabel.
Ayer nos dejaste después de una fulminante enfermedad. Antes de venirme para Alicante fuí a verte al hospital. A pesar de saber perfectamente la naturaleza de la enfermedad que apagaba tus cuarenta y pocos años, tenías una magnífica presencia de ánimo. Y tu franca y sana sonrisa de siempre.
Eras tú la que dabas ánimo a tu marido y a tus hijos. Hasta saliste a dar un paseo con nosostros por el pasillo del hospital, llevando tú misma el soporte de lo que fuera que te suministraban de forma intravenosa. Tu fuerza interior y tu fe sobrecogían. La entereza de tu marido, mi primo, no era más que el contagio de la tuya.
Ya habías aceptado el desenlace. Sin rendirte, pero lo conocías. Muchos de tus allegados son profundamente religiosos y buscaban un milagro. Incluso alguien creyó verlo en tu propia entereza y fortaleza ante lo inminente. Yo lo he visto. El milagro, Isabel, es haberte conocido y ser familiar tuyo.
HASTA SIEMPRE.
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Isabel ha sido un ejemplo que resulta difícil explicar con palabras.
ResponderEliminarSu resignación ante lo inevitable es digna de elógio, porque lo ha hecho con una sonrisa en los labios, ánimando a todos, impidiendo que se hundieran.
No existen muchas personas así, realistas y con los sentimientos puestos en los seres queridos.
Ha sido una bellísima persona que merece ser recordada eternamente.
Dices bien, Antonio, el milagro ha sido conocerla y tú has tenido esa suerte.
Un cariñoso abrazo, amigo, sé como lo has pasado todo este tiempo desde que se supo lo inevitable.
Adiós Isabel... dejaste muchas enseñanzas de fortaleza y entereza, tu huella permanecerá por siempre.
ResponderEliminarQuerido Antonio, de corazón mis condolencias !..
Un estrechísimo Abrazo
Estrellita