La finalidad de un idioma no es otra que servir de vehículo para la transmisión de ideas.
Las ideas se transmiten de forma oral y de forma escrita. Los idiomas sirven para ello, para entablar lazos de comprensión entre las personas. Para transmitir ideas, sentimientos, conocimientos... Una de las mayores lacras de la humanidad es precisamente el que no haya un idioma común que nos permita entendernos a todos, con independencia del lugar del planeta en donde se haya nacido o en donde se resida.
El mayor avance que daría la humanidad, el mayor progreso, sería que toda ella se entendiera sin intermediarios. Y la mayor necedad que pueda imaginarse es que las mismas personas tuvieran que aprender distintos idiomas para entenderse entre ellas si ya lo hacen en uno. ¿Qué razón tendría? Desde luego no la de comunicarse, pues ya lo hacen. ¿Entonces qué pretenden estas corrientes nacionalistas que impregnan a todos los partidos de regiones en donde alguna vez se habló -o se habla- una lengua local o endémica, además de una común a otros territorios?
Esgrimir razones culturales suena ridículo en tanto que buena parte de esos supuestos idiomas han sido incapaces de servir como instrumentos de transmisión de cultura. O lo han hecho de forma muy local, no universalmente. Algunos, incluso no son ni siquiera reconocibles por quienes los hablaban de pequeños en sus casas; al menos en la forma en la que se imparten ahora absolutamente reinventados. Es cultura impedir que se pierdan en el olvido, no imponer artificialmente su uso. Una lengua muerta es una joya cultural, no un broche para usar a diario. El latín se estudia y aumenta la cultura de quien lo estudia, no su capacidad de comunicarse con los demás. Y esa es la finalidad de una lengua.
Si hablamos de razones históricas y por poner un ejemplo, ¿no tendría más sentido una inmersión lingüística en latín de todas las regiones del mundo en donde una vez fue idioma de uso? Si el objetivo fuera entenderse, desde luego. Si con eso se consigue la comunicación con gentes con las cuales ahora no es posible, sería más positivo que lo que se hace ahora. ¿O no? Pero las lenguas evolucionan con el progreso y el aumento de conocimientos. La que más se adecúa a la transmisión de dichos conocimientos es la que se impone naturalmente.
Me comentaban alicantinos viejos que lo que sus nietos aprenden ahora en el colegio ellos no lo entienden. Y hablan valenciano desde pequeños. Claro que no este valenciano de ahora absolutamente retocado. Y así con otros idiomas recientemente remodelados y reinventados. Olvidando además que la población que los hablaba era en su mayoría analfabeta, o casi, en dicho idioma. Y en muchos casos también en el común. Aunque aprovechando esa circunstancia para hacer creer a los nuevos "parlantes" que es por ese motivo por lo que no terminan de entender el que a ellos les han enseñado.
Pero al margen de lo anecdótico está lo más grave: se está consiguiendo que los que hasta ahora se entendían en un idioma común, los que estudiaban y aprendían para compartir conocimientos con muchos, ahora se encuentren encerrados en guetos cada vez menos numerosos y más incomunicados. Incluso a nivel de investigaciones universitarias tienen problemas para crear equipos con investigadores de diferentes regiones; ya se han dado casos de dificultades para la comprensión de informes en equipos de investigadores multiregionales.
Los idiomas evolucionan y se imponen porque cumplen con una función. Y en ese proceso quedan atrás otras lenguas que no llegan a ese nivel. Querer elevar una lengua -usada entre aldeanos para transmitir unas pocas ideas cotidianas, pero sin más pretensiones- a rango de una lengua en la que se transmiten ideas complejas, sentimientos y conocimientos avanzados, no es otra cosa que inventar lo inventado. Y un disparate si para ese cometido esas mismas personas ya usan otra lengua común mucho más compleja y avanzada. O al menos, la usaban. Ése es uno de los grandes errores de la Constitución vigente, en la que no sólo no se llama español a nuestro idioma común -sólo se refiere a él como castellano- sino que permite elevar a la misma categoría legal a idiomas y dialectos regionales. Más que error, un disparate; y que además se hizo para contentar a los nacionalistas. Fatuo e inútil empeño.
El bilingüismo tiene su lógica en sociedades con dos lenguas distintas y no solapadas. Es decir, que no necesariamente quien habla una de ellas se entiende en la otra. No lo tiene si hay que estudiar dos idiomas distintos para hablar con quienes ya te entiendes en uno. Estudiar una de esas lenguas, mucho más si es la de la región de origen, además de conservarla permitirá gozar de las creaciones literarias originales, sin pasar el tamiz de la traducción, algo que es especialmente importante en la poesía y en la literatura -si existen, claro- pero no amplía el número de personas con las que te entenderás.
Pero proteger de la desaparición a dicha lengua no implica reinventarla. Ni imponerla. El latín se sigue estudiando, pero a nadie se le ocurre imponerla como lengua de uso corriente a base de incorporarle palabras inventadas. Aunque, vuelvo a insistir, si de progresar hablamos a lo mejor sería una solución, y de hecho se usa en determinadas disciplinas del saber universal. Sin olvidar que si se trata de reivindicaciones históricas, casi todas las lenguas que ahora intentan imponer proceden del latín. Pero la lógica está en las antípodas de los planteamientos aldeanos y paletos de unos nacionalismos ávidos de diferenciaciones que usar en su pretensiones.
La irracionalidad de esos nacionalismos articulados en torno a una lengua y que la usan como instrumento político para marcar y remarcar diferencias, creando en el proceso generaciones incapaces de comunicarse correctamente y, además, de forma impuesta y obligada, no es otra cosa que un ataque directo a los derechos fundamentales de la persona. Obligar a los niños a renunciar al conocimiento de una lengua ampliamente extendida a nivel mundial, un crimen. Pero no contra un idioma, sino contra unas personas que pudiendo usarlo a la perfección, se ven privados del derecho que tienen a progresar. Y con un importante costo para los bolsillos de todos los que tienen esa lengua como idioma común. Los derechos no los tienen las lenguas sino las personas.
Y eso hay quienes lo hacen en nombre de lo que llaman "progreso". Claro que es lo que piden para el "populacho", para la enseñanza pública, no para la que dan a sus hijos. Y si se les critica, se envuelven en su bandera y dicen que la crítica va a toda la región y a sus habitantes, confundiendo una vez más la parte con el todo. Y tienen fervientes seguidores. Hay que jorobarse...