Feijó dice que fue a Moncloa representando a una nacionalidad.
¿O dijo imbecilidad? Lo de este elemento, al que aún no se le ha oído una sola declaración institucional en español desde Galicia, ya es grave. Primero incumple sus promesas y coloca en la política lingüística a un nacionalista del gallego, o sea, a un extremista que quiere imponerlo a la fuerza. Luego habla solo para los gallegos que hablan gallego y no para los que hablan español, que son todos, o al menos deberían serlo según la Constitución. Y ahora viene en son nacionalista hablando de nacionalidad gallega. No ha aclarado si se refiere a nacionalidad gallega de las Rías Altas o de las Bajas, que hay diferencia.
El cuento de que tiene que consultar a los gallegos sobre el asunto lingüístico suena a tomadura de pelo de las gordas, pues el PP parecía decir algo sobre ello en su programa. No tendría más que cumplir sus promesas. Pero parece que no, que hay que copiar al PSOE reinante y obviar las promesas que no son cómodas de cumplir. Es como si quisiera hacer un referéndum entre los gallegos para ver si lo aceptan como presidente de la Junta. Las elecciones ya se celebraron y el Parlamento gallego ya eligió, ¿O es que hay que consultar cada paso a la ciudadanía? Si es así, ¿para qué un Gobierno y para qué un Parlamento? ¿Y para qué unas elecciones?
El discurso de este nuevo PP no tiene consistencia, coordinación ni homogeneidad alguna. Lo que vale en el País Vasco no vale en Galicia, ni en Valencia. Lo que no vale para Cataluña sí vale para Andalucía. Y así sucesivamente. Y eso no lo hace fiable. Ni transmite sentido de Estado alguno.
Rajoy y su plana mayor parecen muy contentos con lo que creen un éxito electoral, pero que no es más que un espejismo. De éxito nada, o en todo caso se trataría de una victoria pírrica y tan solo debida a que los barcos del oponente hacían agua ellos solos. Y desde luego, el que en el País Vasco se haya logrado influencia política no es debido a éxito alguno del PP -que ha perdido incluso diputados- sino a una coyuntura de equilibrio de fuerzas determinada. Nada de méritos o éxitos propios.
Si el resultado global de estas elecciones hubiera sido una goleada como la ocurrida en la Comunidad de Madrid, entonces vale; incluso hasta con la abstención habida, se hubiera tratado de un sonado éxito. Pero con la que está cayendo, con la catarata de errores del Gobierno, el sacar tres puntos en medio de una exitosa abstención, y además conseguida por un cabeza de lista nada acorde con esta línea del partido hoy imperante, el intentar vender la moto de que esto afianza a Rajoy y ratifica el giro del PP, es no tener los pies en el suelo.
Este Feijó que hizo creer a los gallegos que iba a derogar la ley de inmersión lingüística, les ha mentido. Y este Feijó que parecía hablar en clave nacional, con sentido de Estado, resulta que no es más que otro señor de señores feudales; nacionalista en pequeño, aldeano, paleto y mentiroso. Este PP no es de fiar. No sé cual ha sido el que dicen que ha ganado las elecciones europeas, pero creo que no es éste.
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