martes, 5 de junio de 2018

Ulises Rajoy, el inmóvil.


Triste final para un Presidente y para un líder de un partido. Y patética evidencia de que no se ha enterado de nada. Esa quietud que loa, ese "amarrarse al mástil por no sucumbir a los cantos de sirena", es lo que nos ha traído hasta aquí. Y a él hasta ahí. Ni él es Ulises ni las sirenas cantaban; estaban al ataque.

Podría haberse ido por la puerta grande ofreciendo su dimisión para que el PP siguiera en el poder hasta poder convocar elecciones con otro presidente. Hubiera podido decir que se había sacrificado por España y por su partido. Entonces esa dimisión sí hubiera sido lo mejor para el partido y para España, pero él buscaba "lo mejor para mí, para el partido... Y para España", en ese orden. Ahora no es más que algo inevitable, una consecuencia de no haberse movido, no un sacrificio.

Y se va sin reconocer error alguno. Los malos son los demás, el destino, las sirenas y, sobre todo Rivera; que ya se sabe que no es leal y tiene que aprender lealtad de Sánchez.

A quien ha sacrificado es a su partido y, de paso, a todos los demás. No creo que el PP sobreviva a la pérdida del poder. Me temo que asistiremos a un "UCD II" y sálvese el que pueda.