martes, 1 de agosto de 2023

Grandeza y debilidad.



La grandeza de la democracia también es su debilidad, pues permite en su seno a anti demócratas y a partidos contrarios a la misma.
Pero una cosa es permitirlos y otra facilitarles que acaben con ella a través de vacíos legales. Estos deben solventarse para que no puedan aprovecharlos quienen carecen de ética ni de más principios que el alcanzar el poder a cambio de lo que sea.
Una democracia no deja de serlo por defenderse de quienes quieren acabar con ella.
Gobernar a base de decretos no es democrático y las leyes no pueden ser tan elásticas que permitan considerar "caso de extraordinaria y urgente necesidad" cualquier arbitrariedad, y mucho menos permitir en esos decretos disposiciones legislativas ajenas al supuesto de urgencia en el que se excusan. Las leyes deben de hacerse para impedir que sinvergüenzas se aprovechen de ellas y no dando por sentado que esos sinvergüenzas no existen. Las leyes son para los humanos, no para una corte angelical.
El título III, Capítulo segundo, Artículo 86, de nuestra Constitución debe ser completado con una legislación que impida un abuso como el que ha cometido Sánchez que, desde junio de 2018, es decir, en menos de cinco años de gobernanza, ha dictado un total de 138 decretos leyes.
Y digo bien: "dictado", pues es el modo en que los dictadores gobiernan. Y esos dictadores no dejan de serlo porque haya un Parlamento que los apoyen. Por usar un ejemplo, el comunismo no deja de ser una dictadura por mucho que sea la del proletariado. Eso no lo convierte en democracia por mucho que a los comunistas se les llene la boca de esa palabra.
Y para terminar, una evidencia: Sánchez no es demócrata. Y no lo son quienes le apoyan, que no buscan más que aprovecharse de que está dispuesto a pagar esos apoyos al precio que sea.

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