El intento -imprescindible- de convertir a Vox en un partido político y no en una extensión de la figura del líder, está logrando que se acabe con el necesario liderazgo en un partido. Abascal no está eligiendo bien las compañías -ya le pasó en sus inicios con Vidal Quadras- y se está desprendiendo de un imprescindible capital humano, intelectual y político. La lealtad debe ser mutua.
Puede que el fuerte arraigo que tiene Abascal -más el apego emocional que despiertan Alcaraz y Ortega Lara- entre los electores haga que Vox tenga un suelo del que no baje, pero éste puede traducirse en torno a los 15 diputados. Y deja un hueco que no llena el PP. Urge un partido liberal en el bloque de la derecha constitucional. En ella no entra, ni debería entrar la ultraderecha independentista, de PNV y JxCat.
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