jueves, 19 de abril de 2018

La partitocracia nos tiene secuestrados.


Montoro, o sea, el Gobierno, se mantiene en sus trece ayudando a la defensa de los golpistas. Es parte de los enjuagues bajo cuerda de Rajoy y Sánchez para lograr que el procés pase a manos de los "nacionalistas buenos". O sea, con los que el bipartidismo se ha pasado la vida colaborando y tapándole su corrupción a cambio de que colaboren, ayuden a tapar la suya y practiquen su nacionalismo sin hacer demasiado ruido. La mafia pujolista ha demostrado eso de que "o jugamos todos o rompemos la baraja". Y ahora se trata de ver cómo llevarse bien de nuevo y salvar a sus torpes y díscolos peones.

Es el corporativismo de la partitocracia, a quien le importa por encima de todo su supervivencia y el mantenimiento de su estatus y forma de vida. Esa partitocracia juancarlista que no abdicó y que lo reclama de nuevo, aunque sea bajo cuerda. Al Rey ya le han dado un fuerte aviso de lo frágil de su situación, de cómo pueden manipular la opinión pública en un tris y lo que le puede pasar si se mete con el nacionalismo. Lo de España ya se irá viendo, que es un concepto discutible.

Ya no se trata de que llegue al poder un partido u otro, se trata de que el sistema está agotado y podrido. Urge una reforma a fondo, empezando por lo de las autonomías, que no es otra cosa que el refugio y el sostén de esta partitocracia parasitaria que se ha cargado la igualdad entre los españoles para que nos entretengamos en eso y no les toquemos su medio de vida.

No se trata ya de ver y demostrar quién es corrupto, sino de quien lo es más, dado que todos lo son. El sistema lo es. Dos faraones y sus cohortes, a las órdenes de los poderes fácticos, tienen secuestrada la democracia "en nombre de la democracia" para alternarse en el poder, pero sin dejar de vivir de él cuando sea el otro el que lo ostente. Hay que liberarla, y sin pagar rescate. Y un juez no puede hacerlo solo. Mucho menos ahora que irán a por él.