Ya estamos otra vez con las hermanitas de la caridad. Ahora le toca a los que defienden nuestras fronteras. Resulta que en el intento de asalto de nuestra frontera melillense por unos subsaharianos que no respetan las mismas, ha perdido la vida una persona. Si dicha persona hubiera sido un guardia civil no habría nada que investigar; se le entierra, se le da una medalla y ya está que para éso le pagan. Pero quien ha muerto era uno de los asaltantes y, claro, éso hay que investigarlo. La ley tiene que proteger a quien la incumple. No faltaba más.
Pero, vamos a ver, ¿qué respeto a la vida tiene quien intenta traspasar una frontera asaltándola? De acuerdo en que su situación es desesperada, pero precisamente por ello se juegan la vida en grupo presumiendo que el propio grupo sea su protección, disminuyendo las posibilidades de salir malparado del inevitable enfrentamiento con quienes defienden la inviolabilidad de nuestras fronteras. Éste pobre hombre se la jugó y perdió. Otros se la juegan en las pateras. Es la tragedia de sus míseras vidas provocada por sus miserables gobernantes protegidos por nuestros civilizados gobiernos occidentales.
No hay nada que aclarar. Nada que investigar. La frontera fué asaltada y se defendió por los que tienen encomendada ésa misión. Para éso les pagamos. Para éso los formamos. Para éso les exigimos incontables sacrificios y entrega. Para éso: para que nos protejan.
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