sábado, 24 de septiembre de 2005
Carta a los homosexuales "matrimonialistas"
Vosotros sabéis que sois diferentes. De no ser así no os definiríais homosexuales, ni existirían los conceptos de homo y hetereosexualidad. Los que no aceptamos que una unión legal de personas del mismo sexo sea considerada matrimonio no estamos contra vuestros derechos. Queremos y exigimos una legislación que os otorgue todos vuestros derechos y proteja vuestra unión. Nosotros lo que queremos es que el matrimonio siga siendo lo que siempre ha sido, entre mujer y hombre; y así como vosotros necesitáis al otro sexo para tener hijos, lo necesitéis también para contraer matrimonio. El formar una pareja homosexual es otra cuestión y, ciertamente vuestro derecho, por lo que hay que protegerlo, pero NO es un matrimonio y vosotros lo sabéis.
La institución del matrimonio no es un invento reciente, no. Es una necesidad social que surgió de proteger sobre todo a la mujer madre. Viene de las palabras latinas matris (madre) y monium (cuidado) y apareció en códigos legales en tiempos muy lejanos. El derecho romano lo reguló para proteger la maternidad legalmente. Ese es el objetivo del matrimonio, la progenie y su protección legítima (por el pater familias en el derecho romano). Ya resulta gracioso que el cambio legal en España nos defina a los casados como progenitores, incluidos los homosexuales unidos con otros del mismo sexo, lo que imposibilita progenie alguna entre ellos.
Luego el principal derecho que se intenta proteger con la institución es la progenie común. Algo inexistente en vuestra unión. Los demás derechos que el matrimonio legal protege están referidos a cuestiones que sí compartís. Exigid un nombre para la institución que proteja vuestra unión legalmente sin necesidad de cambiar el significado y la historia de lo existente.
Por duro que os pueda parecer, la procreación con vuestra pareja no es algo que os hurte la sociedad, sino la naturaleza. Y eso no se sustituye con la adopción que, en definitiva es un derecho del adoptado, no del adoptante. La imposibilidad de procreación en una pareja heterosexual es una excepción y no puede alegarse como excusa para exigir lo mismo. En vuestra unión no solo es lo normal, sino que además es la naturaleza la que niega la excepción. Vuestra unión tiene diferencias de base, pues el primigenio objeto de protección, simplemente no existe ni puede existir.
Si se decide legislar que una pareja homosexual pueda adoptar, ello no tiene que inferir en el asunto tratado, pues ya puede adoptar una persona sola, sea o no homosexual, sin el paraguas legal del matrimonio.
El matrimonio genera vida nueva en forma de progenie, familia, parentesco, sociedad y protege los derechos de esos nuevos miembros. Vuestra unión sólo tiene por objeto vuestros derechos como pareja. El asunto de la adopción es un derecho del adoptado y no es necesario legalmente que el adoptante tenga pareja. Así, que dejemos ese asunto aparte.
El exponer lo que digo no puede en absoluto ser tachado de homófobo. El hacerlo así indica un afán demagogo que busca otros intereses. Si de verdad os sentís orgullosos de vuestra condición, no es entendible que no queráis un reconocimiento legal específico de ella. Y una consideración legal específica para vuestras uniones, que contemple sus especiales características. Que respete y reconozca vuestro hecho diferencial.
Por tanto, sí al reconocimiento legal de los derechos de las parejas homosexuales establecidas. Sí a su bendición legal. Pero no a definirlo como matrimonio. Esto último es otra cosa. Así que, en vez de tanto ruido y empecinamiento, ¿porqué no le buscáis un nombre universalmente válido sin necesidad de cambiar significado de palabras y de instituciones? Y de paso, que esa nueva institución proteja más el amor que se produce en la pareja, ya que no hay progenie que pueda protegerse.
Esgrimir que estáis discriminados si no podéis contraer matrimonio con vuestra pareja es tanto como olvidar que la propia naturaleza os impide tener progenie entre vosotros. Vuestra realidad es la que es y es ésa la que debe regularse. Eso de que no se os trata igual porque no podéis contraer matrimonio no es cierto, nadie os impide contraerlo; claro que no con alguien del mismo sexo. Exigid que se regule vuestras uniones con los mismos derechos que tienen las parejas heterosexuales. Llamarle de otro modo no disminuye ninguno de ellos.
Lo otro no es más que una obstinación que demuestra más un extraño revanchismo contra el matrimonio establecido, que el deseo de una ley que proteja vuestra unión y los derecho derivados de ella. Dejad en paz la institución que protege a los demás y luchad por la vuestra. El matrimonio no os ha hecho nada. Si de verdad estáis orgullosos de vuestra diferencia, aceptadla y defendedla sin enfadar ni molestar a nadie. Veréis como desaparece todo tipo de oposición y aumenta el respeto. No pretendáis obtenerlo no respetando a otros.
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