miércoles, 21 de febrero de 2007

Confrontación

Si es que son idiotas y nos creen a los demás iguales a ellos.

Ahora resulta que no quieren confrontación, ¿pero se creen que nos hemos caído de un guindo? Lo que no quieren es que se hable de temas que les dejan en evidencia y que les harían perder votos. Para ello no dudan siquiera en desprestigiar hasta a la Institución Democrática por excelencia: el Parlamento. Ahora no se puede hablar en el Parlamento de los temas que no les interesan. Menuda mierda de democracia.

Y retiran la ley prohibicionista, sí la del alcohol; para que no genere confrontación... ¡Hace falta caradura! La ministra que la propuso no dimite porque no se siente desautorizada, por lo que es fácil deducir que lo que han hecho es aparcarla mientras las elecciones; luego volverán con ello y... ¡a prohibir que es lo suyo! Menuda panda.

No es con prohibiciones como se conseguirá erradicar el problema del consumo excesivo de alcohol en los jóvenes, en absoluto. Todo lo contrario; generará mafias ocultas y se seguirá bebiendo pero sin control incluso sanitario. Están hartos de propugnar la legalización de las drogas y ahora quieren penalizar a una que, además es un medio importante de vida y de riqueza común. No; el problema no es el consumo sino el exceso en el consumo, y eso no se corrige con prohibiciones legales sino con información y formación. Y no se puede predicar estas abstenciones desde tribunas que defienden el porro, por ejemplo.

Es el exceso, repito, lo que hay que intentar corregir. Luego lo que se debería hacer es una fortísima campaña para enseñar a beber. Para enseñar cómo evitar que un placer se convierta en un vicio e incluso en una enfermedad. Pues el alcoholismo es éso: una enfermedad. Pero una prohibición, para los jóvenes, no es más que un reto. Y la juventud no rehúye los retos, sino que incluso los busca. Es ley de vida. No hay más que acordarse de la suya propia; la juventud, digo.

No es el Papá Estado el que se debe de erigir en protector y represor de los hábitos que incumben a la vida privada de las personas. Lo que se debe de favorecer es la generación de hábitos sanos; pero es en la familia en donde se debe insistir. Y en los centros educativos, claro. Hay que procurar ciudadanos informados y libres para ser sanos, no ciudadanos reprimidos y sanos por decreto. No es el papel del Estado. El papel del Estado son los timbres, de toda la vida...

Lo del asunto del Parlamento, para otro artículo.

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