viernes, 9 de febrero de 2007

El negocio del Carnaval

Demagogia carnavalera.

Lo que más me llama la atención del auto de suspensión cautelar de los carnavales de Tenerife, es el uso torticero y las mentiras que se están desatando sobre el hecho en sí. Es mentira la afirmación de que se acaba con unos Carnavales que tienen doscientos años. Nada más lejos de la verdad. Lo que hace es impedir que a partir de las diez de la noche se produzcan en la calle actos que superen los 50 db. legalmente permitidos, es decir: hacer cumplir la ley.

Impide también la instalación de las casetas callejeras, pero esto en absoluto es una tradición de doscientos años; es más, no creo que hace doscientos años se estuviera por la calle hasta mucho después de la puesta del sol, por el riesgo que suponía la falta de luz y el anonimato de los encapuchados.

No hace falta llegar a las mentiras, bulos y engaños para decir y defender la verdad: el Carnaval es una importantísima fuente de ingresos para Santa Cruz de Tenerife y una fiesta popular de amplio arraigo. Pero si en las celebraciones populares se superan las limitaciones legales habituales, se hace con el consenso y aceptación de sus vecinos. Y hablo de consenso, no de mayorías. El derecho al relajo -como dicen en Canarias- y al solaz de la gente ha de hacerse compatible con el derecho al descanso de quienes se ven imposibilitados para tomarse unas vacaciones mientras duren los festejos.

Es evidente que los festejos incumplen la legalidad con respecto al límite de ruido permitido, por lo que se debiera llegar a un acuerdo con los vecinos, unos 90, que han reclamado su derecho al descanso y a que la legalidad se cumpla. Los intereses económicos de la ciudad podrían beneficiar quizás en mayor medida y como compensación, a los ciudadanos perjudicados. Puede que por ahí se pueda llegar a un acuerdo compensatorio con dichos vecinos. A lo mejor a nivel de exención de algún tipo de impuesto municipal como contraprestación por las molestias que sufren para que la ciudad prospere y sus habitantes, los que quieran y puedan, disfruten de unos festejos sin duda espectaculares.

Esperemos que, sin bulos, mentiras ni descalificaciones, se llegue a un entente que garantice que el espíritu festivo del carnaval, lo sea para todos.

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