lunes, 31 de diciembre de 2007

Histerismo intransigente y antidemocrático.


El desparrame de Bermejo.

Y hoy se suma el Ministro de Justicia quien va mucho más allá y niega a la Iglesia el derecho a opinar y a expresarse, aduciendo que no puede criticar unas leyes aprobadas en el Parlamento. Es muy preocupante el que en el gobierno haya tanto elemento que desprecia olímpicamente la democracia, pero en el caso de este Ministro debe de ser genético pues su familia ya despotricaba de la democracia apoyando a Franco incondicionalmente.

Por mucho que le pese a este extremista ineficaz -pues no ha resuelto un caso en toda su carrera como fiscal- la grandeza de la democracia es que puedes expresar libremente tu opinión, vaya en contra de lo que vaya. El delito de opinión es inexistente en una democracia. Sí existe en los regímenes totalitarios a los que este energúmeno mental tiene como ideales, léase la Cuba castrista y algunos de ese corte.

La grandeza del demócrata está en luchar porque los que piensan diferente a él tengan tanto derecho a decirlo como él mismo. Pero un gobierno que hasta se dedica a presionar a medios de comunicación privados para que despidan a quienes no les gusta, poco puede enseñar de democracia, y mucho menos hablar de intransigencia. Por intransigente que puedan ser las opiniones de quien fuere, tiene derecho a expresarlas, y si son constitutivas de delito ya serán los jueces quienes lo decidan, pero intentar desposeer del derecho de opinión a alguien no es modo alguno democrático y mucho menos permisible si nace de un gobierno que se considera así.

El derecho de expresión en una democracia permite que se expresen opiniones incluso contrarias a la democracia, pero esto último no es aplicable a un gobierno que ha sido elegido democráticamente para que vele por ella y que, además, se ha comprometido a hacerlo.

Yo no estoy de acuerdo con muchas cosas de la Iglesia, por ello no formo parte de ella, ni mis actuaciones -estoy divorciado, por ejemplo- están dentro de lo que predican, pero no por ello arremeto contra sus fieles o jerifaltes, y mucho menos me pongo a gritar y a exigir que se les haga callar.

Y es que hay muchos a los que se les llena la boca con la palabra democracia cuando ni en su propia familia han vivido lo que significa. Y pretenden dar lecciones, encima.

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