Con el asunto de Grecia vuelven las voces que culpan de todo a las políticas de austeridad y, en el caso griego, a las políticas de austeridad impuestas por Europa. Pero echo de menos argumentos consistentes que expliquen esa opinión pues los que oigo no son más que ideológicos. Y si además provienen de ideologías contrarias al capitalismo y a la economía de mercado -que es, guste o no, en donde vivimos-, pues poca credibilidad puedo darles.
Es lógico que quienes son contrarios a la economía de mercado pretendan medidas que perjudiquen dicho sistema económico y así tener más argumentos para intentar convencer de que su postura intervencionista, o incluso abiertamente comunista, es la que hay que imponer. Pero no son argumentos para intentar explicar realmente la realidad económica y el comportamiento de los gobiernos para lograr remontar crisis económicas, reducir o aumentar el déficit, o incluso recurrir al endeudamiento externo para no dejar de pagar servicios que, en algunos casos, son derechos de los ciudadanos.
Esos servicios y esos derechos se cubren con dinero, no con ideologías, y el dinero hay que generarlo y, si no llega, pedirlo prestado. Y si quieres que te presten tienes que garantizar de alguna manera que lo puedes devolver. Esto es un axioma objetivamente cierto y ocurre en cualquier tipo de economía, sea de mercado, intervencionista, comunista o, incluso, de trueque. Quien presta quiere recuperar lo prestado, aquí y en donde sea.
¿Y qué pasa cuando se gasta más de lo que se puede generar, recaudar o conseguir prestado? Pues pasa que tienes que recortar los gastos para que te llegue el dinero del que dispones. ¿Y si a pesar de ello se sigue gastando? Pues no te llegará el dinero y tendrás que pedir prestado incluso para pagar los préstamos y que así te sigan prestando. Y si se persiste en esa postura de seguir gastando, al final generas poca confianza y quienes te prestan te pedirán cada vez más intereses que compensen el riesgo de que llegues a un punto en que tampoco te llegue para devolver lo que te prestan. Y si se llega a ese punto te dejarán de prestar, con lo que el batacazo es inmediato pues te estabas manteniendo y pagando los servicios con el dinero que te prestaban.
Por ello, lo más irresponsable es alertar a tus acreedores avisando de que puedes dejar de pagarles. Y hablar de "auditorías de deuda" es la mejor forma de hacerlo, pues es un eufemismo claro para no decir que se intenta no pagar alguna parte de ella. La deuda es legal si ha pasado por todos los procedimientos exigidos por el Estado de Derecho para emitirse. Y la deuda no es finalista, por lo que de existir alguna irregularidad será a la hora de gastarlo, y de eso no tienen culpa los acreedores. Luego, si hay alguna deuda legal pero "ilícita", no sería la deuda en sí lo ilícito sino la manera de gastar lo que se ha pedido prestado, lo que no hace desaparecer el hecho de que lo prestado se sigue debiendo.
Los Estados emiten deuda para conseguir dinero prestado pero no dicen en qué se lo van a gastar. Los que se lo prestan tampoco lo preguntan si hay garantías de recuperarlo y les pagan los intereses pactados. Así que si se hacen recortes son los gobiernos quienes los hacen, no los mercados quienes los imponen. Pero eso cambia en cuanto hay riesgo de impago.
Si se produce ese miedo, los inversores, el mercado -o sea, todos los ahorradores y quienes tengan cuentas corrientes, de ahorro, remuneradas, fondos de pensiones, de inversión o lo que sea, pues son esos fondos los que manejan "los inversores" para prestar el dinero-, se retraen y no te prestan. Invierten en otro lado.
En ese punto se tiene que recurrir a los Estados amigos, o con los que se tienen determinadas alianzas, para que sean ellos los que den esos préstamos que el mercado no quiere dar por falta de confianza. Y esos estados o esas alianzas sí que pueden exigir determinados recortes para que no se siga produciendo la situación que ha generado el desastre de tener que acudir a un rescate en vez de a la normalidad de emitir deuda y venderla en los mercados financieros. Además de que quieren asegurarse que el dinero que ponen o que avalan les sea devuelto. Son responsables de él ante sus ciudadanos, dueños, en última instancia, del dinero aportado para ese rescate.
Como consecuencia, vienen las políticas de austeridad, pero es que no hay otra si no hay dinero. Éste no crece en los árboles y los países de la UE han cedido su capacidad de fabricar dinero o de despreciarlo para intentar salvar estas situaciones. Y lo han hecho voluntariamente con el apoyo de sus ciudadanos, pues éstos son quienes eligen a los que han tomado las decisiones y firmado acuerdos. En muchos casos ratificados popularmente por medio de consultas directas, pero, desde luego, aprobados por los parlamentos democráticos de cada uno de esos países que se han asociado.
Por supuesto que todo esto tiene muchos más vericuetos y complicaciones, pero he intentado exponer de forma sencilla un esquema general para quienes no somos expertos en finanzas internacionales. Si he conseguido aclarar algún concepto, por pequeño que sea, me doy por satisfecho. Y si en algún punto estoy equivocado, agradeceré las correcciones.
Es lógico que quienes son contrarios a la economía de mercado pretendan medidas que perjudiquen dicho sistema económico y así tener más argumentos para intentar convencer de que su postura intervencionista, o incluso abiertamente comunista, es la que hay que imponer. Pero no son argumentos para intentar explicar realmente la realidad económica y el comportamiento de los gobiernos para lograr remontar crisis económicas, reducir o aumentar el déficit, o incluso recurrir al endeudamiento externo para no dejar de pagar servicios que, en algunos casos, son derechos de los ciudadanos.
Esos servicios y esos derechos se cubren con dinero, no con ideologías, y el dinero hay que generarlo y, si no llega, pedirlo prestado. Y si quieres que te presten tienes que garantizar de alguna manera que lo puedes devolver. Esto es un axioma objetivamente cierto y ocurre en cualquier tipo de economía, sea de mercado, intervencionista, comunista o, incluso, de trueque. Quien presta quiere recuperar lo prestado, aquí y en donde sea.
¿Y qué pasa cuando se gasta más de lo que se puede generar, recaudar o conseguir prestado? Pues pasa que tienes que recortar los gastos para que te llegue el dinero del que dispones. ¿Y si a pesar de ello se sigue gastando? Pues no te llegará el dinero y tendrás que pedir prestado incluso para pagar los préstamos y que así te sigan prestando. Y si se persiste en esa postura de seguir gastando, al final generas poca confianza y quienes te prestan te pedirán cada vez más intereses que compensen el riesgo de que llegues a un punto en que tampoco te llegue para devolver lo que te prestan. Y si se llega a ese punto te dejarán de prestar, con lo que el batacazo es inmediato pues te estabas manteniendo y pagando los servicios con el dinero que te prestaban.
Por ello, lo más irresponsable es alertar a tus acreedores avisando de que puedes dejar de pagarles. Y hablar de "auditorías de deuda" es la mejor forma de hacerlo, pues es un eufemismo claro para no decir que se intenta no pagar alguna parte de ella. La deuda es legal si ha pasado por todos los procedimientos exigidos por el Estado de Derecho para emitirse. Y la deuda no es finalista, por lo que de existir alguna irregularidad será a la hora de gastarlo, y de eso no tienen culpa los acreedores. Luego, si hay alguna deuda legal pero "ilícita", no sería la deuda en sí lo ilícito sino la manera de gastar lo que se ha pedido prestado, lo que no hace desaparecer el hecho de que lo prestado se sigue debiendo.
Los Estados emiten deuda para conseguir dinero prestado pero no dicen en qué se lo van a gastar. Los que se lo prestan tampoco lo preguntan si hay garantías de recuperarlo y les pagan los intereses pactados. Así que si se hacen recortes son los gobiernos quienes los hacen, no los mercados quienes los imponen. Pero eso cambia en cuanto hay riesgo de impago.
Si se produce ese miedo, los inversores, el mercado -o sea, todos los ahorradores y quienes tengan cuentas corrientes, de ahorro, remuneradas, fondos de pensiones, de inversión o lo que sea, pues son esos fondos los que manejan "los inversores" para prestar el dinero-, se retraen y no te prestan. Invierten en otro lado.
En ese punto se tiene que recurrir a los Estados amigos, o con los que se tienen determinadas alianzas, para que sean ellos los que den esos préstamos que el mercado no quiere dar por falta de confianza. Y esos estados o esas alianzas sí que pueden exigir determinados recortes para que no se siga produciendo la situación que ha generado el desastre de tener que acudir a un rescate en vez de a la normalidad de emitir deuda y venderla en los mercados financieros. Además de que quieren asegurarse que el dinero que ponen o que avalan les sea devuelto. Son responsables de él ante sus ciudadanos, dueños, en última instancia, del dinero aportado para ese rescate.
Como consecuencia, vienen las políticas de austeridad, pero es que no hay otra si no hay dinero. Éste no crece en los árboles y los países de la UE han cedido su capacidad de fabricar dinero o de despreciarlo para intentar salvar estas situaciones. Y lo han hecho voluntariamente con el apoyo de sus ciudadanos, pues éstos son quienes eligen a los que han tomado las decisiones y firmado acuerdos. En muchos casos ratificados popularmente por medio de consultas directas, pero, desde luego, aprobados por los parlamentos democráticos de cada uno de esos países que se han asociado.
Por supuesto que todo esto tiene muchos más vericuetos y complicaciones, pero he intentado exponer de forma sencilla un esquema general para quienes no somos expertos en finanzas internacionales. Si he conseguido aclarar algún concepto, por pequeño que sea, me doy por satisfecho. Y si en algún punto estoy equivocado, agradeceré las correcciones.